Ver la primera cinta de la trilogía de Back to the Future hoy en día, en la era de Avatar, es una experiencia extraña. Lo que recordamos como inmenso, como el epítome del exceso y el efecto especial ochentero, es en realidad una pequeña comedia con tres secuencias de acción: dos de ellas involucran a un DeLorean y la otra a una patineta. El hecho de que recordemos Back to the Future como uno de los grandes blockbusters de su época –en el mismo estante que Indiana Jones y Star Wars– no sólo se debe a los millones que recaudó: su manufactura misma –el ingenio de su premisa, la grandilocuencia de su score, el concepto de viajar en el tiempo- hacen que parezca una película más grande de lo que realmente es.
La mitad del éxito de Back to the Future está en su preproducción. El guión de Bob Gale y el entonces novato Robert Zemeckis debería ser el templete contra el cual medir toda cinta de acción trepidante. La primera de la trilogía es una joya de ergonomía narrativa: la trama se expone mientras la película se mueve, los objetivos se delinean mientras los personajes se perfilan (basta echarle un vistazo al plano secuencia con el que inicia para entender esto). Cada secuencia esconde un guiño a los cincuenta o una situación cómica para el protagonista. Y dado que Marty McFly aparece en prácticamente todas las escenas, es obvio que el peso de esta película, como tantas otras, recae en los hombros del actor elegido para interpretarlo.
Es sabido que Zemeckis siempre tuvo en mente al canadiense Michael J. Fox como Marty. Sin embargo, el contrato televisivo que Fox tenía con la serie Family Ties le impidió participar en el rodaje. Zemeckis se vio forzado a escoger a otro actor para el papel. El elegido fue Eric Stoltz.
No obstante, después de algunas semanas, Zemeckis y su productor, Steven Spielberg, decidieron que Stoltz no era el indicado para interpretar a Marty. De esa manera, maestro y pupilo llevaron a cabo algo insólito en la historia del blockbuster moderno: despidieron a su protagónico y comenzaron a rodar desde cero.
Con Stoltz en casa, Zemeckis llegó a un acuerdo con Family Ties y Fox: filmarían de noche, permitiéndole al diminuto histrión canadiense cumplir con sus deberes televisivos durante el día.
Salvo por algunos emplazamientos en donde aún se logra divisar a Stoltz en vez de Fox, no sobrevive ni un pie de esa primera etapa de la filmación, ni siquiera como parte de los extras en los DVD´s. Es una lástima: tener acceso a ese material nos permitiría entender qué tan inadecuado era Stoltz para interpretar a Marty.
Back to the Future es una comedia atípica: hay momentos que sin duda suscitan risas en el espectador, pero no es una película de Jim Carrey; hay secuencias donde la tesitura del filme es más cercana a una cinta de acción que a otra cosa. Además, el guión de Gale y Zemeckis toca un tema potencialmente incómodo: el incesto entre Marty y su madre, que se enamora de él en 1955, sin saber que es su hijo. Un actor como Fox –de sangre ligera, suficientemente ágil para insertarlo en una aventura y suficientemente aniñado como para endulzar las secuencias escabrosas- nació para interpretar a Marty. Stoltz es otra cosa. Primo hermano de James Spader en el árbol genealógico de los histriones gringos, Stoltz siempre da la impresión de comodidad cuando interpreta a personajes con una cara oscura o decadente. La comedia sólo se le da en los terrenos más sombríos: el profesor rabo verde en Rules of Attraction, el anfitrión de la fiesta de cumpleaños en Jerry Maguire o su personaje en Pulp Fiction. Cualquier dejo de ironía o atisbo de humor esconde algún motivo o profesión perversa.
La pregunta es, ¿por qué lo habrán escogido como el reemplazo de Michael J. Fox? Además: ¿qué tan desastrosa tiene que haber sido su interpretación para que tanto Zemeckis como Spielberg gastaran millones de dólares en comenzar a rodar desde cero?
Sea lo que haya sido, la apuesta les funcionó. Más que una película sobre un viaje en el tiempo, Back to the Future es el vehículo mediante el cual Michael J. Fox saltó al estrellato. Es un papel hecho a su medida, y es difícil imaginar que la cinta hubiera tenido el mismo efecto en Stoltz.
-David Andreu