Hace unos días vi The Damned United, cinta sobre los treinta fatídicos días en los que el polémico Brian Clough estuvo al frente del equipo del futbol inglés Leeds United en la década de los setenta. La vi sin saber quién la había dirigido y sin saber a ciencia cierta en qué año se había estrenado. La trama se divide en dos: 1974, durante la llegada de Clough al mejor equipo de Inglaterra después de que su técnico, Don Revie, abandonara el cargo para dirigir a la selección nacional, y 1969, cuando Clough, con la ayuda de Peter Taylor, su mano derecha, lleva al Derby County, un modesto equipo de segunda división, hasta la cima del futbol inglés. De igual manera, la cinta toca dos temas. La enemistad antológica entre Clough y Don Revie, y la extraña amistad entre dos hombres completamente diferentes: Clough y Taylor.
Desde el principio de la cinta me llamaron la atención los emplazamientos escogidos por el director, y la textura del celuloide. A diferencia de cómo ocurre en la gran mayoría de las películas, en las conversaciones de The Damned United el espacio entre los rostros y el final del cuadro no se encuentra del lado de la mirada sino de la nuca:
La decisión me pareció arbitraria, pero no le presté mayor atención. Más adelante, me percaté de otros detalles que le daban un carácter peculiar a la estética de la cinta. Primero: el tono –casi el estado de ánimo- del clima inglés como un personaje secundario. Días diáfanos y soleados cuando ambos técnicos visitan el sur de la isla (contrastando, por supuesto, con el carácter ácido de Clough); el cielo encapotado, sin un alfiler de luz, afuera del diminuto estadio de Derby County; las nubes, grises y pertinaces, que flotan como un augurio ominoso arriba de un entrenamiento:
Y, finalmente, el uso de un gran angular, con Clough, tan grande como su ego, al centro:
Y, poco a poco, me vino el nombre de otra cinta a la cabeza. The Damned United es la gemela, tanto en trama como en tono, de The King´s Speech. Esperé a que rodaran los créditos, en busca del nombre de Tom Hooper, director de la última ganadora del Óscar a mejor película. Y dicho y hecho: ahí estaba. El mismo director a cargo de, básicamente, la misma película.
Primero está la historia. Ambas cintas entran en la categoría, acuñada recientemente, del bromance: historias de amor entre dos hombres. Mientras que The Damned United sigue la relación de Clough y Taylor, The King´s Speech está fincada en la amistad entre Lionel Logue, un terapeuta de lenguaje, y el Rey Jorge VI, quien es tartamudo. La manera en la que Hooper traza ambas amistades es prácticamente idéntica. Los personajes de The King´s Speech se ayudan en un principio, se perjudican después y, finalmente, terminan salvándose mutuamente. Ninguno funciona sin el otro: Logue carece del aplomo del Rey (él aspira a ser actor) y Jorge VI necesita su dicción. Clough y Taylor se ayudan durante su paso por el Derby County hasta que un acto descabellado de Clough acaba con el contrato de ambos. Aquí, también, ninguno funciona sin el otro: Taylor es un magnífico estratega, pero es demasiado reservado para poder azuzar a sus pupilos antes de un partido, mientras que Clough es todo pasión y poca neurona.
Luego están las similitudes estéticas.
La extraña manera de emplazar:
La atmósfera londinense jugando a ser subtítulo de lo que los personajes sienten y piensan. En este caso: como muestra del estado confuso y claustrofóbico en el que vive el Rey Jorge:
Y, finalmente, el uso (o abuso) del gran angular:
Se podría argumentar que emplear las mismas técnicas para contar una historia similar es simplemente una manera legítima en la que Hooper le imprime su muy particular (e incipiente) sello a ambas cintas. No obstante, The Damned United y The King´s Speech difieren en un elemento fundamental: sus protagónicos. Clough es el epítome de la soberbia: un personaje que hace lo que quiere, cuando quiere, y que habla todo el tiempo y cuando se le pega la gana; el Rey Jorge es la antítesis del entrenador de Leeds United: un hombre al que le incomoda su lugar en el mundo, que es incapaz de hacer lo que le place y que –tema central para la cinta- no puede hablar. Y, sin embargo, Hooper estudia a ambos con las mismas herramientas.
Consideremos lo siguiente: en este blog, en la reseña de The King´s Speech, se aventuró una hipótesis acerca de los extraños encuadres escogidos por Hooper: la incomodidad que suscitaba el emplazamiento era una manera de representar la propia incomodidad de Jorge. No obstante, si esa es la explicación, ¿cuál era su propósito dentro de The Damned United? A diferencia del Rey, Clough jamás se nota incómodo. Hasta la penúltima secuencia, en la que, por cierto, Hooper usa un encuadre normal.
De todas las repeticiones estilísticas, la más acertada parece ser el uso del gran angular. Podemos especular que en el caso de The King´s Speech, un lente de este tipo serviría para abandonar en el cuadro a Jorge; para sugerirle a la audiencia que el Rey está solo en su muy particular predicamento. En muchos casos, el uso de este lente en la última cinta de Hooper está reservado para tomas solitarias a micrófonos: los enemigos naturales de Jorge. En este caso, un gran angular sirve para extender la amenaza que representan, para verlos más grandes de lo que realmente son. En The Damned United sirve para ampliar la figura de Clough (como si él fuera el micrófono, y el resto de los personajes fueran Jorge).
En definitiva: hay semejanzas inexplicables entre las dos películas: elementos que, vistos a distancia, dan la impresión de que Hooper simplemente sacó el mismo conejo del mismo sombrero en dos ocasiones. Es difícil quejarnos de las similitudes en la historia, porque no podemos saber si Hooper buscó The King´s Speech porque era similar a The Damned United, o si los productores de la ganadora del Óscar los buscaron precisamente porque habían visto su última película y notado el parecido. No obstante, sí hay notas idénticas en el terreno de lo estético, cuya semejanza advierte una suerte de muletilla injustificada en el estilo de Hooper. Al fin y al cabo, no tiene nada de malo que un director tenga un estilo propio. Pero preocupémonos cuando el estilo se impone a la obra en vez de adaptarse a ella.