AdiĆ³s a un amigo

La guadaƱa avanza implacable, aƱo tras aƱo. Unos mueren a su tiempo, otros antes de tiempo. En octubre pasado, prematura y calladamente, se llevĆ³ a uno de mis amigos mĆ”s cercanos y entraƱables. Se llamaba Julio Derbez.Ā 
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La guadaƱa avanza implacable, aƱo tras aƱo. Unos mueren a su tiempo, otros antes de tiempo. En octubre pasado, prematura y calladamente, se llevĆ³ a uno de mis amigos mĆ”s cercanos y entraƱables. Se llamaba Julio Derbez. TenĆ­a 56 aƱos. Lo sobreviven Claudia, su mujer, y tres hijos: Julio, Claudia y Regina. En vĆ­speras de la Navidad quiero evocarlo.

Julio llegĆ³ a la oficina de Vuelta, hacia 1977. Lo recomendaba nuestra directora comercial, Celia GarcĆ­a TerrĆ©s. Chiapaneco de origen, desbordaba alegrĆ­a, idealismo y bondad. No dudĆ© en darle su primer trabajo: secretario del secretario de RedacciĆ³n. Me auxiliĆ³ admirablemente en el trato con los colaboradores. Se hizo amigo, por ejemplo, de Jorge IbargĆ¼engoitia, por la vĆ­a mĆ”s segura: acercĆ”ndose a su mujer, la encantadora Joy Laville.

Julio llevĆ³ en la vida muchas casacas. QuizĆ” esa profusiĆ³n de aptitudes fue su problema. Economista de formaciĆ³n, hizo carrera en el servicio pĆŗblico (tenĆ­a visiĆ³n y sentido polĆ­tico) y por largo tiempo editĆ³ con Ć©xito VĆ©rtigo, un semanario mordaz. Pero su pasiĆ³n era la literatura, la ediciĆ³n y la gestiĆ³n cultural. PublicĆ³ novelas y cuentos. EditĆ³ bellos libros de arte. Y juntos nos aventuramos por primera vez en el documentalismo histĆ³rico, junto con Alberto Isaac y Jaime Kuri.

De pronto, hace unos diez aƱos, un rayo golpeĆ³ esa vida creativa. Julio contrajo un cĆ”ncer primario del pulmĆ³n con metĆ”stasis en el cerebro. Al enterarme, no sĆ© por quĆ© asociĆ© su tragedia con la muerte sorpresiva de su padre, que le costĆ³ mucho remontar. Lo operaron varias veces. Apoyado por su familia y una larga procesiĆ³n de amigos, se repuso con un estoicismo en verdad heroico, y tuvo el temple de recoger su experiencia en un libro titulado Itinerario del intruso. En su textura moral, no es inferior a los que escribiĆ³ -en una situaciĆ³n semejante- Susan Sontag. El "intruso" era el cĆ”ncer, y Julio recorre su lucha contra Ć©l sin sentimentalismo ni autocompasiĆ³n. Una continua melodĆ­a religiosa lo recorre. Cada capĆ­tulo es la estaciĆ³n de un Calvario. Al final, Julio venciĆ³ al cĆ”ncer pero no sin salir maltrecho del durĆ­simo tratamiento.

Como es natural, le intrigaba la profesiĆ³n de mĆ©dico. Letras Libres publicĆ³ uno de sus Ćŗltimos textos, una honda reflexiĆ³n sobre las limitaciones de la medicina actual, alejada del tratamiento individualizado -no exento de empatĆ­a y misericordia- que solĆ­an prodigar los mĆ©dicos familiares del pasado. Para su fortuna lo atendiĆ³ el cancerĆ³logo Juan Zinser, uno de esos mĆ©dicos a la antigua.

De joven Julio habĆ­a sido algo Don Juan. TenĆ­a una gran melena y unos ojos negros y profundos. ¡QuĆ© delicia fue compartir con Ć©l, en los remotos aƱos ochenta, unas inolvidables veladas con su amigo y mentor Jaime Sabines! Julio parecĆ­a un personaje de "Los amorosos". Por eso me dolĆ­a tanto verlo llegar a nuestros desayunos con paso lento, remover la boina espaƱola para descubrir su cabeza rota, surcada de cicatrices, mirar sus ojos apagados, el cauteloso manejo de sus manos al usar los cubiertos, y el divagar de esa mente suya -tan perspicaz, tan pĆ­cara- perdida en sus tristezas y reflexiones.

TenĆ­a una idea fraternal y terapĆ©utica de la literatura. Alguna vez, escuchando la desdicha de un amigo suyo, escribiĆ³ un cuento que recreaba esa historia corrigiĆ©ndola, con un final feliz. Ahora he vuelto a leer las narraciones de Al dĆ­a siguiente en la ediciĆ³n de Seix Barral (1995), con una sensual portada habanera de Rafael Cauduro y una contraportada admonitoria de Sabines: "¿CuĆ”ndo dejarĆ”s la polĆ­tica para meterte de lleno en esto que sĆ­ sabes hacer bien?". Pueblan el libro jĆ³venes setenteros levemente transgresivos que viajan a TeotihuacĆ”n o a la playa, o se reĆŗnen simplemente a beber o fumar en una fiesta, hasta que de pronto el azar los golpea: una chica es violada, un jovencito se ahoga, un grupo experimenta el misterioso rito colectivo de entrar a la edad adulta. AsĆ­ golpeĆ³ "el intruso" a Julio Derbez. Al dĆ­a siguiente nada fue igual.

Recuerdo que lo convencƭ de volverse nadador. Por casi cuatro dƩcadas nos llamamos cada semana. Supo ser, al margen mƭo, amigo de mis hijos. Veo su fotografƭa en la solapa, tomada claramente antes de la enfermedad. Sereno, maduro, fuerte. El muchacho magnƭfico que conocƭ. Asƭ quiero recordarlo.
 

(Reforma, 21 diciembre 2014)

 

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Historiador, ensayista y editor mexicano, director de Letras Libres y de Editorial ClĆ­o.


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