La primera edición de Apartamento que tuve fue la número cinco, hace ocho años. Fue uno de esos descubrimientos que marca un antes y un después. La leí completa, en orden, como si fuera un libro, observando detenidamente cada foto, con mucha curiosidad, como si buscara algo. Me sentía extrañamente atraído hacia ella; no me pasaba eso con otras revistas. ¿Era la intimidad que mostraba lo que me seducía? ¿Las fotografías casi voyeristas saturadas de color y pátina? ¿O el atractivo residía en la lectura casi filosófica que se podía extraer de lo cotidiano? Leí frases como estas de Justin Bond: “En la noche, cuando me voy a dormir, escucho gente peleando, gritando y orinando en la calle, afuera del bar Mars, y eso me resulta reconfortante. Me permite saber dónde estoy. Es parte de la riqueza del lugar. Hace que todo tenga sentido”. O estas de Arquitectura-G: “Construir tu propia casa es una especie de ejercicio intenso en psicoanálisis; al final terminarás expresando todos tus deseos y necesidades particulares de ese período específico. […] La diferencia entre una casa y un diario es que la casa no se puede ocultar, vives en ella. Todo el tiempo vives en la persona que eras cuando las decisiones del proyecto se tomaron”.
Desde Barcelona, y publicada solo en inglés, Apartamento es una revista semestral que habla sobre la vida de los espacios interiores y en los espacios interiores. Expone la curiosidad (y la obsesión) de entrar en casas de todo el mundo para ver cómo viven sus habitantes, cómo ordenan el espacio y los objetos en él. Sus creadores son el fotógrafo Nacho Alegre (1981) y el director de arte Omar Sosa (1983); comenzaron con la idea de editar una revista que mostrara los espacios de sus amigos y conocidos, con una vocación cosmopolita. Antes de Apartamento, Nacho veía fotografías de interiores y se preguntaban cómo serían las casas de los fotógrafos que fotografiaban esas casas. Omar veía las mismas revistas y no encontraba algo que le gustara: “Las casas eran muy asépticas, no había intención fotográfica, ni historia”. Y es que con revistas como Architectural Digest, Architectural Review y muchas otras, uno se pregunta, ¿pero quién vive ahí?, ¿se puede vivir así, en espacios vacíos e inmaculados? Apartamento muestra exactamente lo opuesto: no habla de los interiores perfectos ni rígidos, sino de los espacios con vida propia, en evolución, que tienen una historia.
El primer número de Apartamento aparece en 2008, con 108 páginas. Estallaba la crisis financiera mundial y la incertidumbre en la industria editorial. Omar tenía 25 años; Nacho, 27. Los 5,000 ejemplares se agotaron rápidamente. “Tuvimos muy buena prensa, y eso hizo que se corriera la voz rápidamente”, me explica Omar. En 2012, tan solo cuatro años después, el número 10 tenía ya 260 páginas, un tiraje de 25,000 ejemplares y se distribuía en 45 países. Hace unos meses cumplió diez años, y en muchos aspectos está mejor que nunca. Por fuera se ha mantenido igual en esta primera década, y eso es muy reconfortante. Un cambio muy notable, eso sí, es el grosor del lomo: el último número, primavera/verano 2018, tiene 350 páginas. Al hojear una de las primeras Apartamento y luego la última, parece que por dentro se ha modificado casi nada. Aunque una inspección atenta revela cambios importantes: han triplicado las páginas de la revista, pero han reducido ligeramente el número de artículos que aparecen en cada edición. Es decir, con el tiempo los artículos se han extendido de manera considerable al incrementarse el número y el tamaño de las imágenes.
Este último número se compone de veinte artículos: dos portafolios, una discusión grupal, un ensayo, una historia narrada en viñetas y quince entrevistas —el formato principal de la revista. Los entrevistados y los entrevistadores son creativos y artistas de varios continentes: arquitectos, pintores, escultores, diseñadores, fotógrafos, ilustradores, curadores, etcétera, con el foco más en lo personal que en lo profesional. Aparece también un chef coreano-estadounidense y la dueña de una librería en París. Aunque estos artículos tienen forma de entrevista, funcionan más como diálogos intencionales que mantienen su oralidad: hablan un poco de su vida, de su familia, amigos, contactos, influencias, de sus procesos creativos y de sus relaciones con los objetos y los espacios, y de cómo estos influyen en la vida cotidiana y estimulan su trabajo. Los diálogos van y vienen entre lo literal y lo conceptual, lo público y lo privado, de manera natural, como en una conversación desestructurada.
Apartamento existe en oposición a un concepto estético estándar: lo efímero y las tendencias. No hay caprichos de diseño, al contrario, hay cierta fortuna y economía en recursos editoriales y tipográficos que la desprenden del tiempo (¿será por esto que tantas revistas la han copiado?). Muchos puntos de venta, comenta Omar, exhiben diversos números atrasados, más como un libro que como una revista de actualidad. Hasta la publicidad, que es mínima, puede pasar desapercibida, pues muestra interiores u objetos de casa. Pienso en un futuro lejano, cuando Apartamento no exista más. Si desde ahora es una cápsula del tiempo, ¿cómo habrá de verse entonces? Quizá como una revista clásica del siglo XXI, un recuento melancólico, casi documental, de formas de habitar y pensar; el archivo de una etnografía exquisita.
Nuestros espacios son una “maqueta extendida” de nuestra mente —aunque con el tiempo esta relación puede llegar a invertirse. Son nuestra idiosincrasia materializada. Lugares sobre los que podríamos fundar nuestra propia antropología, en términos de Perec, cuyas ideas acerca del espacio relaciono directamente con el espíritu de la revista. Apartamento explora estos conceptos con una visión íntima, nunca forzada, que se adhiere a la escala humana. Hace evidente la correspondencia directa entre la cualidad orgánica de la mente y la evolución de los espacios habitados. Decía Perec que ante la inflexibilidad del tiempo, el espacio sí puede ser sometido o domesticado por el hombre, pero que aun así damos por hecho cómo debe verse una panadería o un apartamento, pues tenemos nociones y referencias provenientes de una cultura mediática omnipresente que se convierten en tipologías o en clichés sin que lleguemos a cuestionarlos. Proponía adaptar nuestros espacios a nosotros, no nosotros adaptarnos a ellos. Apartamento documenta ese camino: examina la conciencia del espacio y la deconstrucción de la tipología de la casa, en donde la vida transcurre y se toman las decisiones más importantes.
Tuvieron que pasar unos años para que pudiera explicar con palabras sencillas por qué disfruto tanto Apartamento: porque es una atmósfera. Define perfectamente un mood de lectura. Leerla es entrar y quedar inmerso en una atmósfera de placer que no existe en otro lugar ni se puede evocar con otras revistas. Una atmósfera cálida y densa —casi naranja—, pacífica y honesta, en la que se puede permanecer en un estado de ocio ideal. No me pasa con ninguna otra publicación, o al menos no con esa intensidad o precisión. Muchas obras literarias nos sumergen en una atmósfera desde la primera línea o la primera página, pero en una revista es casi imposible lograrlo. El equipo editorial de Apartamento lo describe así: “Para muchas personas, ser feliz en casa es una idea abstracta, algo que no conocen o pueden imaginar, hasta que aparece en la lista de los imprescindibles de algún taste maker o en una revista o repetida en un Tumblr. Un “hogar dulce hogar” no se logra comprando un grupo perfecto de sillas, lámparas y amigos. Un espacio íntimo, real, se hace viviéndolo, no decorándolo”.
(Guanajuato, 1976) es editor en Gris Tormenta, una editorial de ensayo literario y memoria.