Foto: Pexels.com / Carlos Cruz

Insignes facinerosos

Hubo decapitaciones en la Biblia, en la antigua Grecia y en el imperio romano. Los ingleses y los franceses fueron grandes decapitadores. La prรกctica tuvo entre sus vรญctimas tambiรฉn a los hรฉroes de la Independencia de Mรฉxico.
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Vaya uno a saber por quรฉ razรณn, esta semana recordรฉ la novela de Antonio Tabucchi, La cabeza perdida de Damasceno Monteiro. Nos cuenta sobre un tal Manolo que halla un cadรกver entre los arbustos.

Con el trozo de madera prosiguiรณ su inspecciรณn, con calma y cautela, como si tuviera miedo de hacer daรฑo a aquel cuerpo que yacรญa boca arriba entre los arbustos. Llegรณ hasta el cuello y no pudo seguir. Porque el cuerpo no tenรญa cabeza. Era un corte limpio que, ademรกs, habรญa producido poca sangre, solo algunos coรกgulos oscuros sobre los que revoloteaban las moscas.

Y ya con tales imรกgenes en la mente, me fui a pasados mรกs antiguos. David decapita a Goliat. A Perseo se le representa de varias formas, pero una de las preferidas por los artistas es mostrarlo con la cabeza reciรฉn cercenada de Medusa. Entre las grandes hazaรฑas de Hรฉrcules estรก haber cortado las cabezas de la Hidra. Estos pasan por hรฉroes, pero trozar cabezas pesa mucho mรกs en el otro lado de la balanza.

Quizรกs sea Juan el Bautista el decapitado mรกs famoso de la historia. Que en el cumpleaรฑos de Herodes, Salomรฉ, la hija de Herodรญas baile encuerada delante de prรญncipes y tribunos y los principales de Galilea, es cosa pas mal. Pero luego viene el pรฉsimo gusto cuando se pronuncia la frase de: โ€œQuiero que ahora mismo me des en un plato la cabeza de Juan el Bautistaโ€. El trรกmite tuvo que hacerse con mucha presteza para que el regalito llegara antes del postre. La sorpresa de Juan debiรณ ser mayรบscula cuando se dio cuenta de que Dios no escuchaba sus plegarias.

Herodes pasรณ a ser uno de los malandros favoritos de la historia bรญblica, aunque no tanto como su padre, tambiรฉn llamado Herodes, en esa familia cuyos nombres se confunden como los Buendรญa. En cambio a Salomรฉ, por su belleza y sensual baile, se le juzga con la blandura que se juzga a Elena.

Esto de pasear cabezas en platos ya tenรญa tradiciรณn en el imperio romano. Alrededor de setenta aรฑos antes habรญa perecido decapitado Marco Tulio Cicerรณn.

Mucho se ha romantizado la relaciรณn entre Marco Antonio y Cleopatra, pero los cronistas de aquella รฉpoca tenรญan baja opiniรณn al respecto. Sรฉneca escribe:

A Marco Antonio, varรณn generoso y de noble carรกcter, ยฟquรฉ otra cosa lo perdiรณ entregรกndolo a merced de costumbres extranjeras y de vicios desconocidos en Roma sino la embriaguez y la pasiรณn por Cleopatra, no inferior a la del vino? Estos vicios lo convirtieron en enemigo de la repรบblica; lo hicieron impotente frente a sus enemigos; lo volvieron cruel cuando se hacรญa presentar, durante la cena, las cabezas de los ciudadanos mรกs distinguidos.

Plutarco nos cuenta que llegan los sicarios de Marco Antonio a casa de Cicerรณn y derriban las puertas, pero no encuentran a su vรญctima. Sin embargo, les dicen dรณnde pueden hallarlo. Cicerรณn, โ€œmuy demudado el semblante con la demasiada agitaciรณn y angustiaโ€, termina por ofrecer el cuello, mientras los demรกs โ€œse cubrieron el rostro al ir Herenio a darle el golpe fatalโ€. Ya en esas, le cortaron tambiรฉn la mano con la que escribรญa.

Sabemos que Nerรณn condenรณ a muerte a Sรฉneca, y tambiรฉn se cuenta que bajo sus รณrdenes fue decapitado San Pablo y crucificado Pedro. Eso lo habรญa anticipado Jesรบs, cuando le dijo a Pedro: โ€œCuando eras mรกs joven, te ceรฑรญas, e ibas a donde querรญas; mas cuando ya seas viejo, extenderรกs tus manos, y te ceรฑirรก otro, y te llevarรก a donde no quierasโ€. No hay crรณnicas que hablen de la decapitaciรณn o de la crucifixiรณn boca abajo.

Los ingleses y los franceses fueron grandes decapitadores. Entre los ingleses quizรกs el mayor fue Enrique VIII, que entre muchos tantos cercenรณ el cuello de Tomas Moro y de dos de sus mujeres, Ana Bolena y Catalina Howard.

Robespierre fue un feliz decapitador hasta que lo decapitaron a รฉl.

La lรกpida sobre cualquier decapitador perteneciente a cualquier poder la pone Francis Poulenc, con su รณpera Dialogues des Carmรฉlites. El coro de mujeres va perdiendo sus voces una a una hasta que queda una solista, hasta que no queda nadie.

Ismail Kadarรฉ nos cuenta en El nicho de la vergรผenza la costumbre del imperio otomano de mostrar al pรบblico las cabezas cercenadas de los militares caรญdos en desgracia. Entre ejecutado y ejecutado, hay que mantener la cabeza en el mejor estado de conservaciรณn con hielo, sal y otras pociones; pero ciertamente se va pudriendo con el paso de los dรญas.

Algo parecido a ese nicho tuvimos en Guanajuato. Lo pongo en las escuetas palabras de Manuel Payno: โ€œSe cortaron las cabezas de Hidalgo, Allende, Aldama y Jimรฉnez, y conducidas a Guanajuato fueron colocadas en unas jaulas de fierro en los รกngulos del sangriento castillo de Granaditasโ€. Tales cabezas no recibieron los mimos ofrecidos en el nicho de la vergรผenza; y eran sรณlo crรกneos cuando leemos en Mรฉxico a travรฉs de los siglos:

Bustamante fue recibido con entusiasmo por las tropas y el pueblo, y una de sus primeras disposiciones fue ordenar que se quitasen los crรกneos de Hidalgo, Allende, Aldama y Jimรฉnez de las jaulas de hierro que desde 1811 se habรญan colocado en los cuatro รกngulos de la siniestra alhรณndiga de Granaditas; hรญzose asรญ, y los restos venerables de aquellos patriotas fueron enterrados en la parroquia de San Sebastiรกn.

Mucha ramplonerรญa hubo en decapitar los cadรกveres de los cuatro hรฉroes en Chihuahua y enviar las cabezas a Guanajuato. Cuando Fernando Pรฉrez Maraรฑรณn, intendente de esta ciudad, las colgรณ, ya Aldama, Allende y Jimรฉnez llevaban ciento diez dรญas de muertos; Hidalgo un poco menos. Les llamรณ โ€œinsignes facinerososโ€, que โ€œsaquearon y robaronโ€ y โ€œderramaron con la mayor atrocidad la inocente sangre de sacerdotes fieles y magistrados justos; y fueron causa de todos los desastres, desgracias y calamidades que experimentamos y que afligen y deploran los habitantes todos de esta parte tan integrante de la naciรณn espaรฑolaโ€, hablรณ con la sinceridad que le daban sus privilegios, pero sin la sapiencia de mirar hacia dรณnde iba la historia. Lo cual suele ser la comรบn ceguera de quienes ocupan el poder.

Dio vuelta la rueda y el insigne facineroso es Pรฉrez Maraรฑรณn.

Y la rueda rueda siempre. ~

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(Monterrey, 1961) es escritor. Fue ganador del Premio Xavier Villaurrutia de Escritores para Escritores 2017 por su novela Olegaroy.


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