(DonkeyHotey/Flickr)

El débil vs. el buitre

Buena parte de una estrategia electoral se reduce a definir, en la mente de los votantes, la identidad y el carácter del rival, el famoso branding del oponente.
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En Estados Unidos se dan los primeros trazos de la que será una campaña presidencial reñida y agresiva como pocas. Como quedó claro en México, buena parte de una estrategia electoral se reduce a definir, en la mente de los votantes, la identidad y el carácter del rival, el famoso branding del oponente. En buena medida, las elecciones se ganan o se pierden de acuerdo con la habilidad de cada equipo de campaña de conseguir plasmar primero a su rival en la conciencia de una mayoría de votantes. En 2006, en México, el PAN y sus aliados lograron vender la imagen de Andrés Manuel López Obrador como un hombre impredecible, de ideas radicales, un “peligro para México”. En 2012 (aunque al final hayan perdido), el PAN y el PRD se aliaron informalmente para reducir la ventaja de Enrique Peña Nieto presentándolo como un joven con piel de dinosaurio, representante del viejo PRI, acartonado y poco elocuente (vale la pena subrayar que el primer intento de branding, en el que Enrique Peña fue dibujado como una suerte de títere oligofrénico, no dio resultados). El segundo intento de narrativa antipeñista fue tan eficaz que su porcentaje previsto de votos se redujo, al final, de manera notable.

En Estados Unidos, la estrategia de unos y otros está clarísima también. Los republicanos intentarán vender la imagen de Barack Obama como un líder débil e inexperto. La fórmula “líder fuerte/líder débil” es un recurso habitual en la política electoral estadunidense. Esa fue, por ejemplo, la línea narrativa principal de Ronald Reagan frente a Jimmy Carter. Desde hace tiempo, los republicanos han tratado de aprovechar la juventud de Barack Obama para retratarlo como un presidente no solo inexperto, sino débil. En el marco de la primavera árabe, los republicanos acusaron a Obama de dejar que otros países encabezaran el esfuerzo diplomático en la región: “Está mandando desde la retaguardia”, se quejaban los conservadores. Lo mismo ocurre con la economía y hasta con algunos libros que, justo a tiempo para las elecciones, han aparecido retratando a Obama como un amateur, un hombre superado por las circunstancias, un “líder débil”.

¿Y los demócratas? La narrativa que el equipo de Barack Obama tratará de imponerle a Mitt Romney es, también, muy evidente. Y no tuvieron que echarle demasiada cabeza: la biografía de Romney ha demostrado ser una mina de oro. Durante años, Romney se dedicó a ejercer precisamente el tipo de capitalismo rapaz y descarnado que ha impulsado buena parte de la indignación de movimientos como Occupy Wall Street y otros por el estilo. Como directivo de la firma de inversión Bain Capital, Romney se convirtió en una especie de villano hollywoodense, desmontando empresas y revendiéndolas, muchas veces en detrimento de miles de empleados. Por si fuera poco, Romney se ha negado a entregar todas sus declaraciones de impuestos y ahora ha sido acusado de haber tenido no solo cuentas en bancos suizos, sino capital en paraísos fiscales como las Islas Caimán. Su fortuna personal rebasa los 250 millones de dólares. Además, el candidato ha regalado a sus rivales incontables tropiezos verbales, como cuando apostó diez mil dólares así como así con Rick Perry durante un debate. Tampoco ayuda el hecho de que la mujer de Romney practique eldressage, o vals ecuestre (el caballo de la señora Romney irá a las Olimpiadas). Así, en cierto sentido, Romney se ha definido solo. Es Gordon Gekko convertido en candidato presidencial, como lo describiera con maestría David Weigel en la revista digital Slate. Así, la disyuntiva está clara para los electores estadunidenses: el líder débil e inexperto o el buitre capitalista.

Serán cuatro meses muy divertidos.

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(Ciudad de México, 1975) es escritor y periodista.


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