Sois jeune et tais toi

El mito generacional de Mayo del 68

El 68 es un poderoso imaginario que construyรณ a toda una generaciรณn, que le proporcionรณ su identidad ilusoria y le sirviรณ de coartada perfecta para vivir de las rentas
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Si los Juegos Panhelรฉnicos tuvieron su Pรญndaro y la batalla de Maratรณn su Herodoto, el Mayo del 68 parisino ha tenido su poeta-historiador mรกs significativo, tan persistente como desencantado, en el escritor y filรณsofo Gabriel Albiac, que le ha dedicado numerosos artรญculos y pasajes dispersos en su obra a lo largo del tiempo, asรญ como una trilogรญa narrativa con tintes de novela negra (โ€œnovela negra de ideasโ€, podrรญamos arriesgar). Y sobre todo a รฉl ha consagrado un libro preciso y precioso, entre la crรณnica periodรญstica y el ensayo filosรณfico, entre el relato generacional y el telegrama lรญrico, que acaba de reeditarse con textos aรฑadidos: Mayo del 68. Fin de fiesta.

En este libro asistimos al relato pormenorizado de aquellos dรญas de primavera, con nombres y apellidos, con fechas y horas (y hasta casi minutero y segundero), con emociones y consignas y sueรฑos y conversaciones y todo tipo de personajes y detalles concretos, vivรญsimos. La sensaciรณn al leerlo es como si un reportero โ€“filosรณfico y poรฉtico al tiempoโ€“ nos estuviese enviando cables informativos en directo desde la trinchera. Emulando las evocaciones histรณrico-periodรญstico-literarias de Azorรญn respecto de los clรกsicos de nuestras letras, Albiac ha sabido conjugar con maestrรญa descripciรณn, acciรณn, diรกlogos, citas, documentos, hechos e ideas en una trama fragmentada que es como la propia vida: una historia shakespeariana llena de ruido y furia, contada por un narrador omnisciente que no cree en la redenciรณn del sentido, las finalidades o el progreso. Porque para Albiac el 68 significa sobre todo eso: la quiebra del sentido, de un deseo acumulado durante mรกs de un siglo โ€“desde las revoluciones de 1848โ€“ que se transmutรณ en realidad escรฉnica en las calles parisinas, destilando โ€œun placer que solo vive de la ausencia y de la profecรญa falsa de futuroโ€, y que morirรญa definitivamente con la caรญda del Muro en 1989.

El 68 es un poderoso imaginario que construyรณ a toda una generaciรณn, que le proporcionรณ su identidad ilusoria y le sirviรณ de coartada perfecta para vivir de las rentas (al menos a aquellos supervivientes que no sucumbieron a los sucesivos paraรญsos artificiales de la heroรญna, las comunas hippies o las sectas New Age). Una generaciรณn que quiso convertir su derrota sin paliativos en un monumento gigantesco, un mausoleo de nostalgia por lo que pudo haber sido y no fue, hรญbrido de proyecciones lacanianas y leninistas, delirio colectivo teรฑido de psicodelia libertaria, ingenuos ideales y cรกndidas consignas, el รบltimo asalto a los cielos de una religiosidad polรญtica condenada al descalabro definitivo, a la extinciรณn absoluta, a la melancolรญa perpetua. Y todo, tal vez, por darse un poco de importancia.

 

Desentraรฑando el mito: una Nouvelle Vague del pensamiento

 

Para alguien como yo, nacido en 1977, que nunca ha puesto sus esperanzas en la polรญtica (y mucho menos en la Revoluciรณn, esa cara oculta del Terror), que cree aburridamente en las libertades individuales frente a las prรกcticas totalitarias y que mรกs bien considera que el denostado moderantismo deberรญa ser tenido por un valor polรญtico โ€“frente a los celebrados extremismos y radicalismos activistas, tan fotogรฉnicos ellosโ€“, tratar de analizar con mirada asรฉptica en este cincuenta aniversario los tan traรญdos y llevados eventos parisinos de Mayo del 68 resulta una tarea complicada.

Ante tanta parafernalia y mitificaciรณn celebratoria โ€“pelรญculas, artรญculos, reportajes, documentales, memoriasโ€“, lo primero que le pide el cuerpo a uno, por reacciรณn, es protestar diciendo: โ€œPero, hombre, basta ya de tanta hinchazรณn y tanta tonterรญa, si en realidad eran cuatro pijos inofensivos, unos niรฑos de papรก โ€“el elitismo intelectual de la ร‰cole Normaleโ€“ con estudiadas poses existencialistas de tedio, jersรฉis de cuello vuelto y gafas de pasta negra, que querรญan entretenerse jugando a cambiar el mundo y a inmortalizarse frente las cรกmaras โ€˜haciendo Historiaโ€™ y que lo รบnico que consiguieron hacer con รฉxito es, a lo sumo, un selfie colectivo para alimentar su posterior bulimia nostรกlgicaโ€. Pero ese desahogo serรญa injusto, seguramente, ademรกs de jugar con la ventaja de la perspectiva del tiempo pasado, de saber lo que ocurriรณ despuรฉs. Por muy distantes que nos sintamos de aquellas ilusiones y desilusiones, de aquellos sueรฑos y sus consiguientes batacazos, deberรญamos saber acercarnos con ecuanimidad y respeto a sus protagonistas, intentar ponernos en su piel, contextualizar los hechos y tratar de entenderlos con la humildad del observador imparcial. Desmitificar conlleva analizar con rigor y de manera desapasionada, no ceder a la tentaciรณn de dar la vuelta a la tortilla en el balancรญn de los afectos. Intentรฉmoslo.

En primer lugar, para no aรฑadir mรกs leรฑa al confusionismo reinante, conviene no mezclar escenarios: poco tiene que ver el 68 de Parรญs con el de Praga, o este con el de Frankfurt, o este con el de San Francisco, o este con el de Madrid (si lo hubiere, que serรญa mรกs bien un 69). Cada uno tenรญa su idiosincrasia y sus motivaciones polรญticas, en ocasiones antagรณnicas. Aquรญ estamos hablando de Parรญs, รบnicamente. Ni el asesinato de Martin Luther King o las protestas contra la guerra de Vietnam, ni el arte pop o los Rolling Stones, ni los Beatles o Andy Warhol, ni Allen Ginsberg o las minifaldas o el antiimperialismo tienen incidencia directa aquรญ. Sรญ se han analizado, en cambio, algunos aspectos sociales o de costumbres que se mostraban comunes a los distintos paรญses, al menos en el sector occidental: la ruptura generacional, la liberaciรณn sexual de la mujer, la contracultura, el amor libre, la crรญtica foucaultiana a las instituciones, la impugnaciรณn del trabajo como esclavitud sin sentido, la dinamitaciรณn del concepto de familia o el uso generalizado de la pรญldora (unos aรฑos mรกs tarde llegarรญa la legalizaciรณn del divorcio y del aborto). Segรบn los intereses y gustos de quien estรฉ tratando de inflar la burbuja hermenรฉutica parisina, se subrayarรก la importancia del ataque a las convenciones burguesas, la eliminaciรณn de las jerarquรญas, el descubrimiento de la discusiรณn pรบblica en el รกmbito asambleario, el traspaso de la violencia al dominio de lo simbรณlico o la democratizaciรณn de la sociedad postindustrial de masas. Sirve para casi todo.

Por tanto, nos encontramos ante un batiburrillo de ideas difรญcilmente practicable, que es lo que ocurre cuando un sintagma, signo o imagen se recubre de tantos significados superpuestos. Las numerosas pintadas anรณnimas que aparecieron aquellos dรญas en las calles parisinas, unas mรกs lรบcidas que otras, son un buen sรญntoma de esta sobreproducciรณn anรกrquica de mensajes: โ€œla imaginaciรณn al poderโ€, โ€œla barricada cierra la calle pero abre el caminoโ€, โ€œdecreto el estado de felicidad permanenteโ€, โ€œvivir contra sobrevivirโ€, โ€œla Revoluciรณn debe hacerse en los hombres antes de realizarse en las cosasโ€, โ€œla emancipaciรณn del hombre serรก total o no serรกโ€, โ€œolvรญdense de todo lo que han aprendido, comiencen a soรฑarโ€, โ€œabramos las puertas de los manicomios, de las prisiones y de las Facultadesโ€, โ€œnuestra esperanza solo puede venir de los sin esperanzaโ€, โ€œel derecho de vivir no se mendiga, se tomaโ€, โ€œcivismo rima con Fascismoโ€, โ€œcontempla tu trabajo: la nada y la tortura forman parte de รฉlโ€, โ€œno me liberen, yo me encargo de esoโ€, โ€œabajo el realismo socialista, viva el surrealismoโ€, โ€œvan a terminar todos reventando de confortโ€, โ€œlas armas de la crรญtica pasan por la crรญtica de las armasโ€, etc.

A nivel estรฉtico y social, conviene no olvidar la relevancia del movimiento situacionista en esta cruzada contra los corsรฉs de la educaciรณn recibida, la represiรณn sexual, el horario de trabajo y la lรณgica tediosa de la sociedad capitalista, y en favor de un cambio profundo de las condiciones de la vida cotidiana: una exaltaciรณn vanguardista del juego, la libertad, la diversiรณn y la imaginaciรณn. Si el objetivo de Guy Debord y compaรฑรญa consistรญa en la construcciรณn de situaciones โ€œpara la organizaciรณn colectiva de un ambiente unitario y de un juego de acontecimientosโ€, el Mayo del 68 puede ser interpretado como un gran happening o instalaciรณn conceptual en que la masa de estudiantes representa una obra artรญstica de tres dรญas para poder escribir y reescribir en aรฑos posteriores los volรบmenes explicativos. Muy a tono con los usos y tendencias del arte contemporรกneo.

A nivel polรญtico, en cambio, la confusiรณn era manifiesta: estudiantes y obreros podรญan compartir pancartas y consignas pero diferรญan profundamente en los fines y hasta en los medios. Por eso todo acabรณ en unos pocos dรญas sin pena ni gloria, pese a la aureola sostenida. El cineasta checo Milos Forman, que andaba aquellos dรญas por Parรญs, no salรญa de su perplejidad al ver cรณmo los manifestantes agitaban la misma bandera roja que para รฉl simbolizaba el infierno dictatorial contra el que se habรญan levantado los estudiantes de Praga. En el teatro del Odeรณn se cantaban las bondades del maoรญsmo libertario, lo que era literalmente un cuento chino. La โ€œgran revoluciรณn cultural proletariaโ€ serรญa el siguiente espejismo delirante en la agenda de la rebeliรณn permanente.

Cuando en 2007 Sarkozy proclamรณ en un mitin la necesidad de enterrar de una vez por todas la mentalidad de Mayo del 68 (โ€œdenigran la identidad nacional y atizan el odio a la familia, a la sociedad, a la naciรณn, a la Repรบblicaโ€), el filรณsofo Andrรฉ Glucksmann โ€“que estaba allรญ pidiendo precisamente el voto para Sarkozyโ€“ decidiรณ escribir un libro con su hijo Raphaรซl para tratar de explicar las claves del evento parisino. El tรญtulo original, Mayo del 68 explicado a Nicolas Sarkozy, expresa mucho mejor las intenciones y el contexto del libro que su versiรณn espaรฑola. En รฉl Glucksmann reivindica el 68 como un grito insurreccional frente a la tiranรญa del poder y la maquinaria burocrรกtica del Partido Comunista. Curiosamente, su defensa del 68 desemboca en la exaltaciรณn de las ideas liberales, lo que resultarรญa escandaloso a ojos de muchos sesentaiochistas.

Desde una perspectiva spinoziana, sub specie aeternitatis, Albiac entiende el 68 como el cierre de una รฉpoca, el momento del naufragio irrevocable, un punto sin retorno: la desacralizaciรณn del Partido Comunista, anticipo de la caรญda del Muro de Berlรญn y clausura definitiva del sueรฑo revolucionario de las masas proletarias, que escondรญa una prolongada pesadilla planetaria de purgas, gulags, exterminiosโ€ฆ โ€œDel comunismo, que fuera fe estrictamente religiosa en los aรฑos de entreguerras, no quedaba ya, a final de los sesenta, mรกs que un despotismo vacรญo y al borde mismo de la ruina: la URSS y su andrajoso imperio de paรญses con las armas en la nuca. Mรกs la plรฉyade parasitaria de los tan confortables y tan cรณmplices partidos comunistas europeosโ€. El paisaje nocturno de las barricadas se entrega a cuerpo entero al simbolismo: โ€œEl adoquรญn es el presente de una felicidad que nada planifica: el absoluto. Religioso. Sagrado, si se prefiere. No hay nada que esperar: no socialismo, sobre todo. No hay nada que temer: no este aburrido pudrirse en la sensata repeticiรณn โ€“pero hay cosas peoresโ€“ al cual llamamos sociedad burguesa. Solo hay la noche alzada en armasโ€.

Aรบn en los aรฑos ochenta el 68 representaba para nuestro autor, entre otras cosas, โ€œel amor insobornable por las causas perdidas, la consciencia lรบcida de la superioridad estรฉtica de la derrota, la fidelidad salvaje a esa estรฉtica como รบnica รฉtica revolucionariaโ€ de aquellos que saben que no han vivido ni podrรกn vivir el tiempo de la revoluciรณn pero sรญ experimentaron, al menos, โ€œla pasiรณn febril de sus vรญsperasโ€ (Todos los hรฉroes han muerto, 1986). El 68 โ€“arguye entonces Albiacโ€“ le sirviรณ para borrar definitivamente de su cabeza todo residuo de la visiรณn religiosa y finalรญstica de la historia y de la polรญtica: โ€œLa gran teleologรญa prometeica cedรญa su lugar a la paciente e infinita prรกctica cotidiana de la insumisiรณn, a la ruptura misma de las identidades subjetivas en que el poder nos configuraโ€. Desde este punto de vista, rebelarse consistรญa en instalarse en las fronteras mismas del sinsentido, del delirio, de lo lรบdico.

En Diccionario de adioses (2005), uno de los tรญtulos mรกs esplรฉndidos y depurados de la literatura espaรฑola reciente, Albiac explicรณ todo el proceso histรณrico de esa disoluciรณn, pasando revista a sus antecedentes y levantando acta de defunciรณn de sus milicias: โ€œEs tiempo de sabernos naturalezas muertas. Cayรณ el Muro y nos quedamos sin palabras. Dos siglos se cerraban: la era de la revoluciรณn. Lo que nuestra voz decรญa no significa nada ya. Llega el tiempo de decir adiรณs a lo que uno ha sido, sin ceder la รบltima palabra a la muerteโ€. En el 68 la idea de la polรญtica como salvaciรณn se derrumba definitivamente. Fueron las vรญsperas de una revoluciรณn que nunca ocurriรณ, la experiencia de una decepciรณn polรญtica e intelectual, una especie de muerte de lo polรญtico. Despuรฉs, solo la ruina.

Ahora, pasados cincuenta aรฑos del evento, Albiac recuerda el 68 como un tiempo gozoso porque tuvieron la inmensa suerte de no triunfar, de no hacer la revoluciรณn: de este modo barrieron la antigua mugre pero no trajeron nueva inmundicia, como la sordidez absoluta del Este. Los jรณvenes espaรฑoles de entonces, transeรบntes en la clandestinidad, no querรญan ni un segundo mรกs de vida como aquella: tan gris, tan lรบgubre, tan pacata. Desde Madrid pudieron seguir hora a hora todo lo que ocurrรญa en Parรญs y sentรญan que aquella era su gente. ยฟY quรฉ quedรณ al final de todo aquello? โ€œEl tiempo de la revoluciรณn imaginaria dejรณ tan solo las cenizas dispersas de una generaciรณn que se soรฑรณ brillante. Que tal vez lo era. O hubiera podido, tal vez, llegar a serlo. El 68 fue un sueรฑo europeo de dos dรฉcadas. Al despertar, el mundo apareciรณ, como siempre, irreparable. Y la conciencia humana algo mรกs turbia. Pero, al menos, en la desilusiรณn hay un fondo primordial de sabidurรญaโ€.

Por mi parte, no puedo dejar de leer Mayo el 68. Fin de fiesta en tรฉrminos cinematogrรกficos, con imรกgenes en blanco y negro rondando constantemente en mi cabeza, del estilo de Truffaut y Godard. Se mezclan en mi mente, mientras leo sus pรกginas, los fotogramas de Jules et Jim, Al final de la escapada, Parรญs nos pertenece o Cleo de 5 a 7, asรญ como los documentales de Chris Marker y las soporรญferas historias de Duras y Resnais. Y tampoco puedo dejar de interpretarlo, en clave hispรกnica, como la cara B de El desencanto de la familia Panero. Ese mismo tono de melancolรญa generacional, de ruptura derrotada, de final marchito de una รฉpoca.

En cierto modo, es la crรณnica desencantada y nihilista que Beckett o Cioran, vecinos de las manifestaciones, podrรญan haber escrito en riguroso directo.

 

La crรณnica generacional de un radical libre

 

Nadie en su sano juicio pensarรญa que fuera posible la existencia de un hรญbrido entre Azorรญn y Spinoza, pero si a algo ha venido Albiac es a destruir todos los tรณpicos. Ademรกs de ser uno de los mejores escritores que tenemos en Espaรฑa โ€“con un estilo inconfundible, esmerado, minucioso, con una prosa conceptista, envuelta en mรบsica, densa en ideas y de frases cortas, con especial querencia por el hipรฉrbaton y la elipsisโ€“, Gabriel Albiac encarna para nosotros la figura del pensador radical y libre, que va a la raรญz de las cosas y que no tiene miedo de pensarlas hasta el fin, al margen de las modas efรญmeras, lo polรญticamente correcto y las sensibilidades del respetable lanar (esas mismas masas โ€œdemocrรกticasโ€ que empapelaban la puerta de su despacho o le impedรญan dar clase en la Complutense por criticar a Hugo Chรกvez o defender el Estado de Israel).

De cara a la opiniรณn pรบblica, Albiac parece representar precisamente todo lo contrario de ese moderantismo que yo elogiaba antes. Sin embargo, lo cierto es que combina sus ideas radicales โ€“con mutaciones extremas a lo largo del tiempo, aunque no por ello menos coherentesโ€“ con unas maneras de perfecto caballero que hacen de รฉl un ciudadano singular: amable, culto, educado, respetuoso, cรญvico. Nada que ver con el histrionismo de los anarquistas de salรณn (o de platรณ televisivo) o la mezquindad de los comisarios polรญticos que cuchichean o merodean por las espaldas, desde las sombras, con un puรฑal en la mano. Solo nos parece, tal vez, demasiado afrancesado (nadie es perfecto).

Como reflejaba el subtรญtulo de la primera ediciรณn de 1998, Mayo del 68 fue una โ€œeducaciรณn sentimentalโ€ para toda una generaciรณn de jรณvenes espaรฑoles que asistรญa con impaciencia a la agonรญa final del franquismo. Igual que hubo unos aรฑos en que ser comunista en Espaรฑa significaba bรกsicamente ser antifranquista, tambiรฉn hubo un tiempo en que haberse paseado por los adoquines del Mayo parisino dotaba a su flanรชur de un halo mรกgico, intachable. Lo peor son todos aquellos que quisieron lavar sus biografรญas de la noche a la maรฑana y dieron carta de naturaleza a la mentira, a la ficciรณn histรณrica, para poder posar sonrientes en el fotomatรณn democrรกtico.

En รบltimo tรฉrmino para Albiac el 68 desembocaba en un placer sin futuro, sin sentido, sin sujeto. Por eso considera que no se puede hablar del 68 en primera persona, en โ€œyoโ€, y se ha visto obligado a dejarse escribir por estas pรกginas corales, fruto de un autor colectivo que se subordina a los textos y contextos. Se compone asรญ un collage de fragmentos polifรณnicos, como explica el autor en el prรณlogo: โ€œNo gestiona este texto un yo narrador. Narran otros. Voces ilustres o anรณnimas. Sartre o Geismar, Malraux o Cohn-Bendit, De Gaulle, los Doors, Althusser, Goldman, Jefferson Airplane, Virgilio, Krivine o vaya usted a saber quรฉ ignoto garabateador โ€“plagiario sin el menor inconveniente, las mรกs de las vecesโ€“ de consignas y aforismos en paredes y pizarras. Ni unos ni otros tienen ya entidad individuable. Son textos. Sobre papel o muro. Como tales nos conciernen. En esa medida solo los llamamos nuestros. A la manera de un collageโ€.

Podrรญa seรฑalarse, en cualquier caso, cierta vanidad o presunciรณn inscrita en el concepto de generaciรณn, cuando el โ€œnosotrosโ€ resulta aรบn mรกs egocรฉntrico que el โ€œyoโ€. Algunas consideraciones en este sentido producen estupor: โ€œร‰ramos bibliotecas andantes. Los del 68. Nunca, en el siglo XX, hubo generaciรณn que devorase asรญ los libros. Con el ansia fundamental de una misiรณn sagrada: en los libros estaba la clave del inminente trastueque del mundo. [โ€ฆ] Habรญa que saberlo todo. Para poder, al fin, hacerlo todo. Todo. No ha habido generaciรณn mรกs hambrienta de sabidurรญa que aquella de los que, con menos de veinte aรฑos entonces, nos sabรญamos destinados a resolver el majestuoso teorema de un mundo liberado, al fin, de estupideces y opresionesโ€. ยฟDe verdad se lo creรญan?

Al igual que el concepto de โ€œdistopรญaโ€ refiere, segรบn la definiciรณn del DRAE, a โ€œuna representaciรณn ficticia de una sociedad futura de caracterรญsticas negativas causantes de la alienaciรณn humanaโ€, quizรก deberรญamos acuรฑar un neologismo para designar esta especie de mito regresivo negativo (โ€œretrodismitoโ€ o โ€œantimitorretroโ€ podrรญan ser dos candidatos) que es el mito del fracaso glorificado. El mito de lo que pudo haber sido y no fue.

Ciertamente, convendrรญa hablar del 68 no en tรฉrminos de โ€œyoโ€ ni de โ€œnosotrosโ€ sino, mรกs freudianamente, en tรฉrminos de โ€œelloโ€ y โ€œsuperyรณโ€, entre la expresiรณn de las pulsiones y deseos que laten al nivel del inconsciente y la asunciรณn interna de las normas morales como proyecciรณn de ideales establecidos en una determinada sociedad o cultura. En este caso, la idolatrรญa de la juventud y el egocentrismo generacional fabrican su fantasรญa sublimada en el altar del fracaso: el hรฉroe subversivo que en su insignificante derrota erige un panteรณn monumental; el revolucionario frustrado como nuevo mesรญas regresivo, sin redenciรณn posible. Ni falta que hace.

 

Fin de fiesta: la lecciรณn de Epicuro

 

Entre la novela negra de ideas, el reportaje distรณpico-nostรกlgico y el telegrama poรฉtico, Mayo del 68. Fin de fiesta es, probablemente, lo mejor que se ha escrito y se escribirรก sobre el famoso acontecimiento parisino. Algรบn crรญtico escรฉptico aรฑadirรญa con malevolencia: nunca evento tan nimio tuvo tan esmerado cronista.

Para Albiac hacer saltar lo establecido sin imponer un nuevo orden, como ocurriรณ en el 68, permitiรณ abrir una grieta de libertad a la que aquella generaciรณn se lanzรณ de cabeza: una vida sin creencias, iglesias ni partidos, sin futuro ni finalidades. El puro lujo: la instalaciรณn en el ahora, en el โ€œesโ€, en el presente continuo. Por eso considera que los sesentaiochistas han llevado una vida festiva, apoteรณsica: han podido entregarse al placer sin sentimiento de culpa y hacer en todo momento lo que les viniera en gana.

En conclusiรณn, quizรก Mayo del 68 no sea sino un producto de diseรฑo mรกs de Parรญs, la ciudad del diseรฑo por antonomasia, la ciudad siempre de los que quisieron ser (la Belle ร‰poque, los maravillosos aรฑos 20, el cine de autor), nunca la ciudad de los que son; como todo lo parisino, y por extensiรณn lo francรฉs, es corolario de esa necesidad imperiosa de dramatizar o amplificar sus gestos hasta el paroxismo. Tal vez el 68 no sea sino un gigantesco happening o instalaciรณn conceptual de las masas estudiantiles, ociosas y enrabietadas, transformado en selfie colectivo para saboreo posterior de las mieles de la nostalgia, como hemos apuntado antes. Acaso el 68 no sea sino un subgรฉnero mรกs de la maldita manรญa revolucionaria โ€“lรฉase totalitariaโ€“ de โ€œhacer Historiaโ€ (o de creer hacer historia, o de decir haber creรญdo haber hecho historia, etc.), de parar los relojes a pedradas e inaugurar un nuevo calendario al gusto de los jรณvenes.

Lejos del cinismo o del ajuste de cuentas, la crรณnica de Albiac se sitรบa en un tono de aรฑoranza por el pasado. Una aรฑoranza que no trasluce apego hacia la polรญtica โ€“esa factorรญa de servidumbres voluntarias, esa maquinaria de subjetividades ficticiasโ€“ sino entusiasmo por la vida, por la amistad, por la juventud. Al fin y al cabo, lealtad por lo que uno fue, o mejor, por lo que quiso ser.

La lecciรณn de Epicuro, tan magnรญficamente traducida a hexรกmetros por Lucrecio, ha sido bien aprendida: la vida como celebraciรณn del placer, del instante, del presente. Sin temores ni esperanzas.

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Ernesto Baltar (1977) es Doctor en Filosofรญa por la Universidad Complutense de Madrid. Licenciado en Filosofรญa y en Teorรญa de la Literatura y Literatura Comparada, ha trabajado como profesor de filosofรญa, editor y traductor freelance.


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