Inma Flores

Entrevista a Alberto Ojeda: “El éxito organizativo del Mundial de España es un hito de la renovación y modernización del país”

El periodista publica 'Cuero contra plomo. Fútbol y sangre en el verano del 82', donde compara la realidad de España e Italia tras los duros años del plomo.
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El Mundial de 1982 fue un escaparate para su organizador, España, especialmente tras las décadas de oscuridad en que había estado sumido el país durante el franquismo. Fue precisamente en la dictadura cuando el país fue designado como sede, pero pocos imaginaban que, llegado el momento, el organizador lo haría liberado del régimen nacional-católico. Pero aún quedaban resabios caudillistas. El éxito de la organización del mayor evento futbolístico en el planeta fue un símbolo de ese final de la Transición a la democracia que experimentaba un país con ansias de subirse al tren de la modernidad.

Así lo defiende el periodista cultural Alberto Ojeda, que ha escrito el muy documentado e interesante libro Cuero contra plomo. Fútbol y sangre en el verano del 82 (Altamarea, 2022) donde este italófilo viaja a la cita mundialista de la que se cumplen cuatro décadas y a sus años previos para comparar la realidad en que estaban sumidas el país organizador y el campeón de la cita. La victoria en el Santiago Bernabéu de Italia fue también una manera de concluir los cruentos anni di piombo y, para España, la constatación de que, al fin, todo estaba cambiando. Pero no fue fácil: había muchos retos, y el terrorismo de ETA era el mayor de los desafíos con sus continuos atentados. Letras Libres charla con Ojeda sobre lo ocurrido en el césped y, sobre todo, fuera del verde, sobre los desafíos que tuvo que afrontar el anfitrión y los paralelismos entre la situación a uno y otro lado del Mediterráneo. 

El telón de fondo del Mundial de 1982 le sirve para unir los destinos del organizador y del vencedor, España e Italia. Son los dos países europeos a los que más afecta el terrorismo en los años setenta y ochenta, los duros años del plomo. Visto cuarenta años después, ¿ha encontrado tantos paralelismos en la situación de los dos países?

Cuando me puse a investigar tenía en mente ya muchos paralelismos, dada mi querencia por la historia italiana de los años del plomo, pero cuando lo hice en profundidad afloraron aún más. Muchos son relevantes, como la oleada de neofascistas italianos que se refugiaron en la España de las postrimerías del franquismo y los primeros años de la democracia, que estaban aquí muy cómodos y, seguramente, protegidos por altas esferas. Por ejemplo, en Madrid tenían su punto de encuentro en una pizzería llamada L’Appuntamento, cerca de Gran Vía. Carlo Cicuttini era el epítome de esta caterva de fascistas que venían con las manos manchadas de sangre tras huir de Italia. Este se llegó a casar con una española, hija de un militar de rango más o menos alto, y estaba muy asentado aquí. Otro paralelismo puede estar entre los grupos terroristas que operaban en ambos países. También me resultó curioso cómo ETA atenta contra Carrero Blanco, aprovechando su costumbre de ir a misa, en calle Serrano, igual que Aldo Moro tenía los patrones fijos de movimiento todas las mañanas, justamente también porque iba a misa antes de afrontar sus quehaceres políticos diarios. La costumbre fue aprovechada por ETA y, en el caso de Moro, por las Brigadas Rojas para secuestrarlo. También se puede advertir otro paralelismo de interés entre su compromesso storico y nuestra Transición. Dos esfuerzos por parte de rivales ideológicos de consolidar puentes a fin de evitar que las soluciones autoritarias se acabaran imponiendo. De hecho, ambos procesos tuvieron similares enemigos, aquí y allí. Y son muchos más. Existen paralelismos muy jugosos y son los que he ido desarrollando en el libro.

En Cuero contra plomo refiere el libro Las raíces históricas del terrorismo revolucionario, de Ignacio Sánchez-Cuenca, donde desarrolla su idea de que la mayor radicalidad de los grupos terroristas de extrema izquierda en España e Italia en los setenta se debe al periodo convulso de entreguerras que vivieron ambos países, donde Mussolini y Franco, respectivamente, vinieron a abortar los esfuerzos por asentar sistemas democráticos. Tras sus investigaciones, ¿qué le parece esta teoría?

Me resulta interesante. Viene a decir que, en el periodo de entreguerras, en los países donde germinaron movimientos radicales de extrema derecha y tuvieron mucho peso, luego, en los setenta es donde más violencia de grupos revolucionarios de corte de extrema izquierda hubo. Esos movimientos fascistas generaron en ese periodo entre las guerras una gran fractura social y una polarización y encono entre los ciudadanos que lleva muchos años curarse. En el libro Las raíces históricas del terrorismo revolucionario el autor acredita esa violencia de los grupos revolucionarios en los setenta, estadísticamente, de una manera concienzuda y con profusión de datos. Se ve con la RAF, en Alemania, pero también con Brigadas Rojas o el Grapo. Estos tres son grupos terroristas hermanados, de alguna manera, cuyas motivaciones son muy similares. Además, en España también teníamos el terrorismo nacionalista sanguinario de ETA, que también posee algo de estos movimientos, pues también hay un marxismo en su génesis, aunque, sobre todo, nacionalismo, pese a lo difícilmente encajable de ambas ideologías. De ahí, también, las innumerables escisiones que había en el seno del grupo terrorista etarra.

Hablemos de la Little Italy fascista en España, ese refugio para los ultraderechistas italianos en busca y captura. ¿Cuánto duró esa impunidad y por qué España era el refugio perfecto durante la Transición?

Estos terroristas empezaron a llegar a principios de los setenta. Sirve como refugio porque se corría la voz de que España era un buen sitio donde ponerse a socaire de la administración de justicia italiana y, efectivamente, les funcionó la operación. Desde España se rechazaban sistemáticamente las órdenes de extradición que se mandaban desde Italia. Además, parece que aquí tuvieron muy buenos padrinos, y muchos de ellos se fueron enrolando en movimientos de extrema derecha como Falange, Fuerza Nueva, el Batallón Vasco Español o todos estos grupúsculos de extrema derecha que no paraban de intentar hacer descarrilar el proceso de transición hacia la democracia. Por ejemplo, se cuenta que cuando iba a ser detenido Carlo Cicuttini en Madrid, fue avisado por un alto cargo de la Policía de que iban a ir a por él, poniéndolo en alerta. Fueron decenas los neofascistas con antecedentes penales que se refugiaron aquí. Tenían su pizzería como lugar de encuentro, hasta su propio canal de radio. 

¿Fue España un santuario tan importante para los huidos fascistas italianos como lo era Francia para los etarras?

Sí, es un paralelismo que también trazo en el libro. Me recordaba mucho lo que se vivió con consternación aquí en España, cuando intentábamos echarle el guante a los etarras que se refugiaban, sobre todo, en el País Vasco francés y estaban blindados por la justicia francesa. Algo que se no se comprendía desde España, pero parece que desde Francia no se creían aún que nuestra democracia iba en serio. Les costó mucho empezar a colaborar con España, poco a poco Felipe González empezó a convencer a François Mitterrand de que tenía que colaborar, pues si no, no habría manera de acabar policialmente con ETA. 

Uno de los perfiles más interesantes que rescata es el de Carlo Cicuttini, así como la posibilidad de que este hubiese sido otro de los pistoleros de la matanza de los abogados laboralistas de Atocha. No obstante, parece llegar a la misma conclusión que Javier Padilla en A finales de enero: que no estuvo allí. ¿Qué importancia tiene esta figura en los años del plomo, tanto en España como en Italia?, ¿es la más representativa?

Sí, es la más representativa porque él permanece más tiempo que los demás en España y arraigó más que sus compañeros de andanzas criminales. Buena parte de los neofascistas se marcharon a América Latina, donde había dictaduras que también les acogían, como la Chile de Pinochet. Pero él se casó aquí, y permaneció hasta bien avanzada la década de los ochenta, y solo consiguieron echarle el guante gracias a una triquiñuela de la policía italiana, que lo sacó de España gracias a una falsa oferta de trabajo en Francia. Él se desplazó al país galo y allí fue detenido. La justicia francesa parece que sí que estaba por la labor, paradójicamente, ya que no estaba dispuesta con España a entregar etarras pero sí con Italia con los fascistas. Cicuttini murió en prisión, al final consiguieron encerrarlo. Sobre su presencia en la matanza de Atocha, Javier Padilla lo pone en cuestión y da sus argumentos. Yo hablé con el último superviviente de aquella matanza, y él me dijo que dudaba mucho que hubiese un tercer tirador y que este hubiese sido Cicuttini. Sí consta en un documento de un organismo del gobierno italiano que estuvo en Madrid en ese atentado, y luego otro compañero neofascista italiano, en un interrogatorio, dijo que sí había estado, pero lo cierto es que eso no está probado, y el único superviviente que puede decir algo al respecto a mí me dijo que lo dudaba mucho, aunque no lo desmiente categóricamente porque él, fruto de los disparos, cayó al principio y perdió el conocimiento. 

Una de las primeras películas que se atreve a llevar a ETA al cine es Operación Ogro (1979), dirigida, justamente, por un italiano, Gillo Pontecorvo. Como periodista cultural, ¿qué le parece el filme?

Me parece un buen trabajo. Pontecorvo tiene obras maestras como La batalla de Argel y creo que Operación Ogro, como reconstrucción del atentado que acabó con la vida de Carrero Blanco, tiene mucho interés. Me parece muy meritorio e interesante.

¿Qué otros trabajos culturales, periodísticos o artísticos sobre estos duros años del plomo, a un lado y otro del Mediterráneo, nos recomendaría?

En Italia está la obra de Marco Tullio Giordana Romanzo di una strage, donde se reconstruye todo el enigma de la matanza de Piazza Fontana, aún no esclarecido a fondo. Los hechos se han quedado en una nebulosa, pero sí está claro que era un atentado de raíz nera, fascista. Otra joya del mismo director es La meglio gioventù, una película dividida en dos partes de tres horas cada una, y ahí los años del plomo tienen mucha presencia e importancia en la trama. También recomiendo La notte della Repubblica, del periodista Sergio Tavoli, un programa de televisión que debería mostrarse en las facultades de Periodismo, y donde se entrevista a muchos miembros de las Brigadas Rojas o neofascistas, entre otros. Es un documento muy importante de esa época, y yo lo equiparo a los documentales de la Transición de Victoria Prego, aunque con un formato muy diferente. Y no puedo olvidar El caso Moro, de Leonardo Sciascia. En cuanto a España, fue importante, de cara la escritura del libro, A finales de enero, la reconstrucción de la matanza de Atocha de Javier Padilla. Y, como modelo, Anatomía de un instante, por reconstruir unos hechos históricos con una intención narrativa novelesca, no por ficcionalizar sino por hacer la lectura mucho más atractiva. Muy útil también fue el referido libro de Sánchez-Cuenca. Y para seguir la pista de los neofascistas en España podría citar Operación Gladio, de Benjamín Prado, y La transición sangrienta de Mariano Sánchez-Soler.

En cuanto al Mundial de 1982, ¿se puede decir que su celebración aceleró el proceso de modernización de España?

La imagen que dio el país fue muy buena. Hubo algún capítulo surrealista, como el del jeque de Kuwait que bajó al campo en el campo José Zorrilla de Valladolid e hizo cambiar una decisión de fuera de juego contra su equipo, pero es algo sin importancia, pues el balance del Mundial en términos logísticos de organización y de modernización de infraestructuras fue tremendo y positivo. Se dio una imagen muy buena, mostrando al mundo que teníamos otro talante político. Es uno de esos hitos en la renovación del país hacia una democracia homologada con nuestro entorno europeo.

Parece que el fracaso de la selección española en el terreno de juego ha podido dejar en un segundo plano el buen hacer en términos de organización del Mundial.

Sí, el fracaso futbolístico ha opacado la gesta de la organización del acontecimiento. Si se mira, por ejemplo, los Juegos Olímpicos de Barcelona 1992, se ve cómo cada cierto tiempo se celebran aniversarios y se recuerda con frecuencia, pero el Mundial de 1982 apenas tiene eco mediático. La visión que tenemos del acontecimiento está lastrada por el pinchazo en el terreno de juego. Hasta Kissinger dijo que el Mundial había salido perfecto.

Al final el cuero acaba silenciando al plomo, como concluye en el libro de un modo muy simbólico y potente.

Lo que acredita esta afirmación es que, al día siguiente de la final, la máxima incidencia de la que queda constancia en la prensa era la de los robos de unos “rateros” que habían aprovechado la final y de la existencia de reventa. Esa noticia, que era un faldón mínimo, dejaba claro que podíamos respirar y quedarnos con el recuerdo de un Mundial que para España en el terreno de juego fue un desastre, pero que fue precioso futbolísticamente, con partidos que están entre los mejores de la historia del torneo, como la final entre Italia o Alemania, o el encuentro en que Italia ganó en Sarriá contra pronóstico a Brasil, o la semifinal en la que Alemania remonta un 3-1 a Francia, y que fue épica. Sobre todo, a ello se ha de sumar que en términos organizativos fue un tremendo logro.

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Elios Mendieta es periodista. Es autor de 'Memoria y guerra civil en la obra de Jorge Semprún' (Escolar y Mayo).


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