“Quería romper el tiempo y el espacio y conservar la estructura del abecedario”, dice Yuri Andrujovich en el museo Thyssen en Madrid. Andrujovich, uno de los autores ucranianos más importantes, presenta en España –el pasado viernes 17 de febrero en el Thyssen, el miércoles 22 en el CCCB de Barcelona– su libro Pequeña enciclopedia de lugares íntimos, publicado en Acantilado, como todos sus libros, y traducido por Oksana Gollyar y Fredereci Gerrero-Solé. Habla de treinta y nueve ciudades: hay anécdotas, descripciones de las ciudades, un envidiable sentido del humor, aventuras delirantes, transformaciones políticas, una mirada nada tópica sobre el paso de la historia. “Este libro trata sobre ciudades que se han convertido en algo más que ciudades, se han convertido en lugares capitales, en zonas erógenas e íntimas”, escribe.
El libro, que lleva el subtítulo de “Breviario personal de geopoética y cosmopolítica”, tiene algo de autobiografía. “Sí, pero disimulada, hay cambios en los tiempos y el orden alfabético sustituye al cronológico”, dice. A veces son distintas épocas en un mismo lugar: sus visitas a Berlín, por ejemplo, o a Kiev. “Solamente, en un momento, iban Moscú y luego Múnich. Lo demás era aleatorio, pero no totalmente aleatorio.”
Una de las fuentes de inspiración era el Abecedario de Czeslaw Milosz. Otro aspecto importante era su fascinación por los mapas. Para él,“son como un cuadro, se dividen en determinados colores y dentro de esos colores hay unas imágenes, todo está vinculado. Con esta breve enciclopedia no termina mi gusto por los mapas: el factor cartográfico es un elemento importante en las obras que estoy escribiendo hoy mismo”.
Andrujóvich viene de la vanguardia. Tuvo un grupo de poesía y performance llamado Bu-Ba-Bu, con Viktor Neborak y Oleksandr Irvanets (a partir de la primera sílaba de las palabras ucranianas para bufonería, farsa y burlesco). Dejó la poesía –“es criminal escribir poesía después de los treinta años”, declaró, aunque volvió a escribirla más tarde–, pero en novelas como Recreaciones, Moscoviada, Perverzión o Doce anillos, hay un espíritu lúdico y gamberro. A veces puede ser melancólico o sombrío, pero casi siempre tiene algo ligero y humorístico, carnavalesco. Defiende la libertad de pensamiento y la libertad formal. “Lo importante es la libertad y, a decir verdad, todo lo que encontramos en estas páginas está dedicado a ella.” “La idea es invitar al lector a leer el libro con libertad. Está destinado a la libertad, a la libertad de elección.”
En esta Pequeña enciclopedia… combina la experiencia personal, lo que ha vivido, con la historia y la cultura. Por ejemplo, cuando escribe sobre Drohóbych y el escritor y dibujante judío polaco Bruno Schulz (1892-1942), que nació y murió en esa ciudad del oeste de Ucrania. Schulz había abandonado el judaísmo para casarse con una católica. “Se puede afirmar que, con sus disparos contra Schulz, el oficial de las SS Karl Günter devolvió a Schulz a la sinagoga”, escribe Andrujóvich. Schulz se desplomó en un cruce y su cuerpo quedó abandonado días y noches, enfriándose y endureciéndose, antes de ser arrojado a una fosa común. “Es una ciudad comarcal del Occidente de Ucrania. No podría escribir sobre ese lugar sin él. Para mí lo define. Siempre que estoy allí me parece que está presente la figura de Schulz. La parte antigua de la ciudad se conservó de tal manera que parece que en cada momento, detrás de cada puerta, puede aparecer por ahí la figura de Bruno Schulz”, dice.
La voz dedicada a Kiev explica muchas cosas de la transformación del país, de la revolución naranja, de una relación ambivalente con la propia ciudad. “Hay un factor íntimo”, dice. “Los mismos ucranianos no lo entendían. Pensaban que lo íntimo era lo erótico, lo sexual. Pero yo pretendía mostrar la intimidad en un sentido más amplio.” La relación con Kiev es episódica y muchas veces problemática: No me gusta Kiev, explica que arrancaba un viejo ensayo suyo. “Los hoteles de Kiev son una mezcla particular de mala gestión soviética y de la abusiva libertad de precios postosviética.” La relación con Lviv es más constante, vivió varios años allí. “Era cuando era estudiante. Y es otro sentido de la intimidad, en este caso más sexual, porque coincidió con la época más adecuada para eso. Y Lviv siempre tiene ese matiz para mí”, dice.“La fantasía no puede vivir sin erotismo, y el erotismo, sin pornografía. ¡Qué clase de idiotez es trazar una frontera y separar la una de la otra!”, escribe en el libro. Aparecen Járkov, Varsovia, Detroit, Nueva York, Bucharest, Bayreuth, Grath, Moscú, Essen. Hay una historia alocada en Guadalajara, México. “Durante mucho tiempo la letra “g” [ґ] estuvo prohibida en Ucrania. A finales de los años 80 volvió como letra aparte del abecedario. Era la única ciudad de América Latina de la que podía escribir y además tenía esa letra olvidada y repuesta.”
Relata la dominación soviética –por ejemplo, cuando cuenta su servicio militar en los ochenta, pero también en cuestiones como los nombres de los países– y la posterior transformación del país, con periodos de frustración y esperanza democrática. “Lo empecé a escribir en 2005 y terminé en 2011. Es un periodo largo.” Está lleno de apuntes laterales ingeniosos, iluminadores.
“En Ucrania”, escribe cuando habla de Bucarest, “tenemos por costumbre pensar y hablar mal sobre Rumanía. Supongo que es mutuo. Además, supongo que la causa principal de esta antipatía mutua radica en nuestro extraordinario parecido. Sufrimos los mismos males con los mismos síntomas. No me consta que haya nadie tan pobre, tan semejante y tan cercano a nosotros más allá de nuestra frontera occidental, en cuanto a infantilismo, oligofrenia y cleptomanía se refiere, así como en lo referente a esa arrogancia nacional basada en una serie extremadamente dudosa de mitos y leyenda a los que oficialmente llamamos ‘historia nacional’. Evidentemente, hay mucha más mierda como esta más allá de nuestra frontera oriental, pero más allá de la occidental Rumanía se lleva la palma.
En definitiva, el poco amor que existe entre rumanos y ucranianos se explica porque somos tal para cual”.
Aparece Mi Europa, un hermoso ensayo que escribió junto al autor polaco Andrzjez Stasiuk y se publicó en 2005. Le gusta que cada libro tenga vínculos con el anterior. El fragmento de Stasiuk que Andrujovich cita en Pequeña enciclopedia… dice: “Es precisamente en Kiev donde se libra la batalla por los valores europeos fundamentales, que son percibidos en Occidente como algo obvio, obtenido de una vez para siempre.”
Su novela más reciente, Radio Nič, salió en Ucrania en 2021. “El protagonista es un pianista que toca en una banda de música, no le va muy bien, empieza a tocar solo y se decide a participar en una revolución tipo Maidán. Se convierte en un pianista clave en la sublevación y es celebrado por las autoridades”, cuenta. En la Feria del Libro de Fráncfort se presentó su traducción al alemán. Habrá una traducción al polaco: Acantilado la sacará en español.
Andrujóvich ha hablado y escrito en medios internacionales sobre la guerra en su país. “No se sabe lo que va a suceder”, dice. “Pero estoy convencido de que Ucrania va a resistir y va a ganar. Hay algo muy importante. En esta guerra Rusia combate por el pasado y Ucrania combate por el futuro. El antagonismo, la imposibilidad de llegar a un acuerdo, consiste en eso. Si Rusia ocupa una ciudad en Ucrania devuelve los nombres soviéticos a las calles. Están cancelando programas escolares ucranianos y poniendo programas que vienen de la Unión Soviética. Siempre hablan de la reconstrucción del pasado. Pero nosotros, los ucranianos, tenemos nuestro proyecto de futuro, de una Ucrania que forme parte de la Unión Europea.”
¿Cuál es el papel del escritor en esta situación? “El papel del escritor es importante, porque el agresor también quiere borrar la autenticidad del pueblo. Lo demuestra renombrando calles, sacando de las bibliotecas los libros ucranianos y quemándolos. Eso significa que para ellos un libro es un arma de su enemigo. Hay que destruirlo como arma.”
“Cuando veo el Kremlin, no pienso que es una preciosa arquitectura renacentista de maestros italianos, sino que pienso en primer lugar: este es el centro del mal en el mundo, donde todo el tiempo, día y noche, se generan planes acerca de cómo se puede reducir mi libertad”, me dijo en 2012. Le recuerdo la frase y le pregunto por la actitud de Occidente: fue “totalmente errónea durante mucho tiempo”. “Puedo decir los nombres de los políticos responsables de esta guerra”, añade. “El presidente George W. Bush y el presidente Barack Obama. Los cancilleres Schroeder y Merkel. También Sarkozy. Los políticos de esa época eran demasiado viejos para entender lo que iba a pasar, cómo iba a actuar Rusia. Consideraban equivocadamente que gracias al comercio con Rusia todo acabaría mejorando. En 2008 no quisieron parar a Putin en Georgia, en 2014 no quisieron pararlo en Crimea y hoy en día tenemos una gran guerra que es un problema global.”
Daniel Gascón (Zaragoza, 1981) es escritor y editor de Letras Libres. Su libro más reciente es 'El padre de tus hijos' (Literatura Random House, 2023).