Comencรฉ a correr en los aรฑos setenta en Monterrey. El trรกfico era mรกs amable, pero no los conductores o pasajeros de autos, que ante la todavรญa novedad de ver a alguien corriendo se veรญan tentados de soltar algรบn denuesto o arrojar una lata de refresco. Las chicas decรญan algo sobre mis piernas, pero a los hombres no nos incomodan las lisuras. Aรบn no existรญa el Walkman, asรญ es que nadie escuchaba mรบsica mientras corrรญa.
Cuando galopaba largas distancias, preparรกndome para un maratรณn, entraba en contacto con aspectos cardinales de la condiciรณn humana: el entusiasmo, el individualismo, la soberbia, el dolor, el cansancio, el heroรญsmo, la juventud, la inmortalidad, el desaliento, la fuerza de voluntad, la libertad y la soledad.
Hasta parece que Lope de Vega corrรญa cuando escribiรณ:
A mis soledades voy
de mis soledades vengo
porque para andar conmigo
me bastan mis pensamientos.
Asรญ como los filรณsofos tienen en Heidelberg su Philosophenweg y tal como Immanuel Kant siempre necesitรณ de sus caminatas para pensar, quien tenga alma de escritor o poeta podrรก suponer que en cualquier sitio que elija para correr ha de existir un Dichterweg. Siempre he hablado de lo normal: que me hice escritor leyendo; pero debo decir que tambiรฉn corriendo. Tengo deuda con Cervantes y con Lasse Virรฉn.
En algรบn momento me enterรฉ que Alan Sillitoe habรญa escrito una historia titulada The loneliness of the long-distance runner, pero dejรฉ pasar aรฑos antes de leerla, pues supuse que el tรญtulo era mรกs sugerente que la narraciรณn. Trata de un chico al que ponen a correr en el reformatorio. รl dice: โEl asunto de correr largas distancias es lo mejor, porque me hace pensar tan bien, que aprendo cosas aรบn mejor que cuando estoy solo en camaโ. Luego agrega: โEs un privilegio, ser un corredor de fondo, solo, apartado del mundo sin un alma que te ponga de mal humor o te diga quรฉ hacerโฆ A veces pienso que nunca he sido tan libre como en ese par de horas en las que troto por el senderoโ. Vale la pena leer esta historia, aunque no llegue a alcanzar el nivel artรญstico y espiritual que sugiere el tรญtulo.
Tambiรฉn recomendable es Lovelock, de James McNeish. La historia del neozelandรฉs ganador de la medalla de oro en Berlรญn, su relaciรณn con Otto Peltzer, el corredor que Hitler encarcelรณ por ser homosexual, y su hartazgo por romper marcas mundiales cuando lo que รฉl deseaba era convertir una carrera en una obra maestra. Jack Lovelock, con su eterna cara de mocoso inglรฉs, acabรณ muerto bajo las ruedas del metro de Nueva York, quiรฉn sabe si accidental o voluntariamente.
Alguna vez escribรญ una novela sobre un maratonista que corre en solitario, estableciendo su lรญnea de salida en la catedral de Monterrey, arrancando al mismo tiempo que los competidores olรญmpicos de 1924, para medirse contra ellos. Muy conmovido quedรฉ cuando ese aรฑo los organizadores del Maratรณn de Monterrey decidieron marcar la salida en la propia catedral de Monterrey para homenajear al modesto maratonista de ficciรณn.
En el 2003 estuve viviendo en Berlรญn. En una pista frente la Auguste-Viktoria-Strasse me inventรฉ una celebraciรณn: mi cumplemaratรณn. Para los que aรบn estรฉn a tiempo de hacerlo, les dirรฉ en quรฉ consiste: en correr la distancia de un maratรณn el dรญa en que se cumplen 42 aรฑos y 195 dรญas. En la meta puede esperar una botella de champaรฑa.
Ahora que vine a vivir a las montaรฑas estoy recuperando el gusto por correr, ganando poco a poco distancia y velocidad. Me siento bien, pero no voy a caer en ese lugar comรบn y absurdo de decir que me siento como si tuviera veinte aรฑos, porque solo un veinteaรฑero puede sentirse asรญ, aunque no todos. Por eso Chรฉjov parafraseรณ a Pushkin: โBendito el que fue joven en su juventudโ.
Me sobreviven aspectos de la condiciรณn humana que experimentaba corriendo cuando joven; pero al frisar los sesenta, se suma el presentimiento de la muerte, la finitud, las ilusiones perdidas, las oportunidades perdidas, el paso del tiempo que ya no se mira en el cronรณmetro sino en el calendario, los que ya se fueron, la nada, y esa frontera del esfuerzo que dice โprohibido pasarโ, a menos que quiera tener como lugar de fallecimiento un camino de terracerรญa en la sierra de Guadarrama junto a un pueblo llamado Peguerinos.
Mientras tanto, con la respiraciรณn entrecortada y las piernas sumidas en nostalgia, vuelvo a saber que la soledad del corredor de fondo es la mรกs bella de las soledades.
Quien lo probรณ, lo sabe.
(Monterrey, 1961) es escritor. Fue ganador del Premio Xavier Villaurrutia de Escritores para Escritores 2017 por su novela Olegaroy.