El historiador estadounidense Arthur Schlesinger pensaba que «la fortaleza más grande de la historia en una sociedad libre es su capacidad de autocorrección»; propuso para su país una noción de la historia como antídoto contra la insensatez: «Somos la potencia militar dominante: la conciencia de la historia es una necesidad moral para una nación que posee un poder tan arrogante. El conocimiento propio es el preludio indispensable del autocontrol, para los individuos y los países». Desde estas aproximaciones a la definición del concepto histórico —en su sentido más amplio, de las humanidades— se puede entender Lapham’s Quarterly como una revista para apreciar la importancia de la historia en el presente.
Lapham’s Quarterly es una revista de historia, literatura e ideas que desarrolla un tema a través de la edición de textos de los últimos cuatro mil años. Es editada en Nueva York por Lewis Lapham desde 2008. Cada edición trimestral aborda un tema universal —guerra, naturaleza, futuro—, trayendo al presente la sabiduría del pasado y dando contexto a nuestra lectura del mundo. Un ejemplar promedio, de 220 páginas, contiene diez ensayos recientes y extractos de ochenta autores clásicos que van de Homero a Dostoyevsky, de Tanizaki a Paz —creando, de paso, un canon universal de facto, en donde todos los «colaboradores» se tratan como contemporáneos entre sí. A través de esas voces históricas que con la edición se actualizan, la revista se convierte en una defensa «contra el estado general de amnesia. […] Representa la creencia que la historia es la raíz de toda educación», dice Lapham, al explicar sus motivos para hacer una revista así.
En entrevistas, Lapham cita siempre el epigrama de Cicerón: «La ignorancia de lo que sucedió antes de que naciéramos nos convierte en niños eternos». Con este ejercicio editorial, Lapham nos hace ver que todas las épocas han sido épocas de ansiedad, que a través de la historia podemos comprender que esto ya ha pasado antes y lo superaremos y que el registro histórico es la herencia más valiosa de la humanidad: «Si queremos encontrar respuestas, o al menos hipótesis, a las circunstancias que se nos presentan en el siglo xxi, tenemos grandes posibilidades de descubrirlas flotando en algún lugar de nuestro archivo histórico».
Para cada edición, Lapham selecciona un tema universal prominente en los medios. A través de un consejo editorial, que incluye a algunos de los historiadores más distinguidos de Estados Unidos, construye una visión alrededor de él con textos relevantes que abarcan todos los géneros: en la edición dedicada al tiempo, por ejemplo, Sor Juana Inés de la Cruz y Susan Sontag «discuten», lado a lado, sobre el valor de la imagen. Se entiende el texto en su sentido más amplio, pues incluye reproducciones artísticas y arqueológicas, que son también registros históricos. Aunque pueden funcionar de manera autónoma, los extractos forman un todo coherente a través de un diseño editorial preciso, a dos columnas, que entrelaza las voces en el tiempo y el espacio —efecto imposible de replicar en el sitio web. Ahí justamente, en esa intersección entre pasado y presente, se encuentra su novedad editorial y su relevancia con la cultura contemporánea, pues se adapta perfectamente a las necesidades de crítica política del momento.
Lapham’s Quarterly pone al alcance de cualquier lector una colección de extractos que da la sensación de haberse destilado de un universo inagotable. Se logra un ritmo orgánico con textos de cientos o miles de años recién desenterrados, muchos de ellos de bibliotecas inaccesibles. La forma podría ser su principal revelación. El collage, los fragmentos, los objetos encontrados reunidos por el editor nos recuerdan lo que decía Eco cuando comparaba la «poética de la enumeración» con su opuesto: «la poética del catálogo es una característica de los tiempos de duda respecto a la forma y naturaleza del mundo, en oposición a la poética de la forma acabada, típica de los momentos de certeza sobre nuestra identidad». Aparece un paralelismo con el proyecto de Benjamin, El libro de los pasajes, cuya gran innovación, dice Coetzee, es su forma: funciona bajo el principio del montaje, yuxtaponiendo fragmentos de textos del pasado y del presente, con la esperanza de que hagan ignición y se iluminen mutuamente. Al respecto, Lapham comenta: «La revista es un instrumento educativo, y aquí cito a Plutarco cuando dice que la mente no es un recipiente que hay que llenar sino un fuego que hay que encender. La revista es un juego con fósforos».
En diez años, Lapham’s ha publicado mil setecientos autores clásicos: «Alguien se encuentra con uno de los textos, lo lee y se impresiona; así pasa de un pequeño extracto en la revista a una obra completa. Se trata de facilitar, generar posibilidades», apunta Lapham. Hasta hoy se han publicado 42 ediciones —con temas como juventud, revoluciones, música, extranjeros, familia, la casa, la ciudad— y dos ediciones especiales —la última con el tema fake news. En diez años, de 2008 a 2018, la circulación de Lapham’s se ha triplicado y los suscriptores se han multiplicado por diez. En 2014 era la revista con el crecimiento más rápido de Estados Unidos —muy sorprendente para una revista sin anuncios publicitarios. El tiraje del primer número fue de 23,000 ejemplares; hoy ronda los 60,000, la mitad de los cuales son suscripciones. La librería Barnes & Noble, la más grande del país, ha sido clave en su difusión, ya que la exhibe al frente de la sección de «Eventos actuales» (al lado de publicaciones como The New Yorker, Harper’s, Monocle y Time), y no abajo, en el fondo, con las revistas académicas o literarias.
Los medios masivos proporcionan información para leer y entender el mundo. Lo hacen con 99 por ciento de noticia y uno por ciento de contexto. Lapham’s también «informa», pero lo hace de manera opuesta: con uno por ciento de noticia y 99 por ciento de contexto —que llega a convertirse en argumento. Ahí yace la importancia de una revista «histórica» en el momento actual. En la introducción a la obra de McLuhan Comprender los medios de comunicación, Lapham afirma que la lectura del mundo contemporáneo a través de los medios genera un analfabetismo político: «Al igual que los viejos sistemas paganos de creencias, los medios masivos otorgan prioridad a lo personal sobre lo impersonal, a los nombres sobre las cosas, al actor sobre el acto. […] Nos regresan al fuego vacilante de las cavernas del neolítico. […] En lugar de una vida política vigorosa tenemos un espectáculo frenético, en el que los medios imponen los términos del combate ritual». En el centro de este conflicto está el concepto mercantil de noticia, que, desprovista de todo contexto, genera una lectura desviada de la realidad y, en consecuencia, un estado de insensatez colectiva, que hace que opinión, pensamiento y verdad se confundan. La solución sería, según el editor, la adquisición del conocimiento de manera transversal, no departamental —arte y filosofía incluidos.
(Guanajuato, 1976) es editor en Gris Tormenta, una editorial de ensayo literario y memoria.