Subjetividad radical para mí pero no para ti. Es un emblema de las confusiones morales de la Revolución Woke que se considere evidente que el género de una persona está determinado exclusivamente por los imperativos de su propia subjetividad, pero que la raza es un hecho inmutable en cuya determinación la subjetividad no tiene nada que ver. Por lo tanto, la afirmación fundamental de la política de identidad de género de que, por ejemplo, uno nunca se ha sentido como un hombre sino siempre como una mujer y por lo tanto es una mujer y punto, es algo que se espera que las personas decentes traten como una simple cuestión de hecho, e intachable como tal en el contexto trans. Pero decir que uno nunca se ha sentido blanco, sino que siempre se ha sentido negro, nativo americano, etc., es cometer una forma de fraude moral e infligir un gran trauma psicológico y, en muchos casos, un daño material a los negros o a los nativos americanos, y como tal debería ser siempre denunciado y repudiado, como algo evidente de la autoridad de lo subjetivo con respecto al género.
El hecho de que esto tenga lugar en una época en la que el mestizaje racial se ha convertido en algo habitual se trata como una completa irrelevancia. Y sin embargo, en un máximo de dos generaciones más, la composición racial de Estados Unidos será irreconocible, pero no, como quieren los progresistas, debido al “oscurecimiento” de América, sino más bien porque la tesis del “oscurecimiento” se basa en un binario blanco/no blanco que estará totalmente alejado de la realidad a medida que surjan nuevas razas, ya sean plurales o quizás incluso singulares en el sentido que el gran intelectual nacionalista mexicano José Vasconcelos tenía en mente hace un siglo cuando escribió sobre “la Raza Cósmica”, aunque en este caso al norte del Río Grande y no al sur de él.
Publicado originalmente en el Substack del autor.
David Rieff es escritor. En 2022 Debate reeditó su libro 'Un mar de muerte: recuerdos de un hijo'.