Vengo con Andrés: una revolución en toda regla

El documental "Period. End of sentence", premiado con un Óscar, es una muestra de cómo se están empezando a dejar atrás los tabúes, el silencio y la vergüenza que rodean a la menstruación.
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Una mañana, cuando iba en sexto de primaria, llamaron a las niñas de mi salón al auditorio para una “actividad especial”. Mientras los niños se quedaban en clase haciendo no sé qué cosas propias de su sexo (¿jugar luchitas? ¿comerse los mocos? ¿aventarse bolitas de papel con baba?) nosotras nos sentamos a ver una película anticuada, oscura y secreta sobre la menstruación. Cuando volvimos al salón nos sentíamos como bichos raros: diferentes, incapaces para siempre de alcanzar en carreritas a los niños porque teníamos que esconder un paquete de toallas sanitarias debajo de la falda del uniforme. Prepararnos para la sangre que vendría.

A partir del día que te baja por primera vez, cada 28 días la vida se convierte en un esfuerzo por ocultar lo que pasa en tu cuerpo: estás de malas, te duele todo, hueles raro. Te hinchas. Y aunque a ti no te importe demasiado, el mundo insiste en recordarte que debes esconderlo: los tiempos han cambiado, por suerte, pero cuando yo era adolescente las farmacias te daban las toallas sanitarias envueltas en papel estraza y en vez de decir que te estaba bajando decías que estabas “en tus días” o que venías con Andrés. Todo por no decir la palabra prohibida: menstruación.

Esta vergüenza es el punto de partida de Period. End of sentence (Una revolución en toda regla), un breve documental producido por Netflix y dirigido por Rayka Zehtabchi que narra el proceso de aprendizaje de un grupo de mujeres en Hapur, cerca de Nueva Delhi, que se da a la tarea de fabricar toallas sanitarias de bajo costo, hechas con materiales reciclados con una máquina brindada por The Pad Project, una organización que combate la pobreza menstrual en países en desarrollo.

¿No hay necesidades más urgentes que atender? Podría preguntarse algún despistado. ¿Cuál es la importancia de tener acceso a toallas sanitarias baratas y limpias? En países como la India, donde el 50% de las niñas desconocía qué era menstruación cuando les bajó por primera vez y casi un tercio de ellas faltan a la escuela cuando están reglando, este tipo de productos hacen toda la diferencia del mundo. Y no es el único país donde se presentan cifras así: en Nepal existe una práctica conocida como chaupadi, miles de mujeres y niñas son expulsadas al campo o a los cobertizos de los animales cada mes; en Japón todavía existen chefs que consideran que el ciclo menstrual genera un desequilibrio en el sentido del gusto de las mujeres (por eso las mujeres no pueden ser chefs de sushi); en muchas zonas de Afganistán se cree que lavarse la zona vaginal durante la menstruación puede causar infertilidad, lo cual genera importantes problemas de salud reproductiva.

En este contexto, Period. End of sentence narra cómo las mujeres se organizan para producir toallas e intentar venderlas, primero en tiendas establecidas y luego de puerta en puerta. El beneficio de este tipo de venta termina, por supuesto siendo doble: las mujeres acceden a las toallas, sí, pero el intercambio rebasa por mucho a lo comercial al abrir espacios de confianza entre mujeres que dialogan sobre el tema, comparten experiencias y terminan de a poco con un tabú cuyos daños apenas han empezado a explorarse.

En su discurso de agradecimiento por el Óscar, Zehtabchi dijo que no podía creer que un documental sobre menstruación hubiera ganado un premio así. Pero pensándolo bien, Period. End of sentence no trata exactamente sobre menstruación, sino sobre el poder que puede significar para un grupo de mujeres tener el control de un medio de producción que, si bien pequeño, usan para atender una de sus necesidades más inmediatas. También se trata de la equidad y de cómo a veces la búsqueda de oportunidades ­–económicas, educativas, sanitarias– pasa por romper el silencio sobre los estigmas más interiorizados de nuestra cultura.

Esta tendencia viene en parte de Reino Unido, donde el debate político se abrió cuando cientos de mujeres salieron a la calle con pancartas y compresas simuladas para exigir la eliminación del tampon tax, los impuestos en productos de higiene menstrual. El argumento es simple: las toallas y tampones, lejos de ser un lujo, son productos que las mujeres necesitan por motivos biológicos y de los cuales no pueden prescindir. Se trata de un gravamen injusto y discriminatorio cuya eliminación no implica un beneficio para las mujeres, sino la corrección de una injusticia histórica (si las niñas pudieran decidir si quieren sangrar una vez al mes durante más o menos 35 años, seguramente optarían por no hacerlo).

Visto así, el triunfo de Period. End of sentence, más que un milagro, es una muestra de cómo se están empezando a dejar atrás los tabúes, el silencio y la vergüenza que rodean a la menstruación. Premios y vestidos largos aparte, es algo que hay que celebrar.

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(Ciudad de México, 1984). Estudió Ciencia Política en el ITAM y Filosofía en la New School for Social Research, en Nueva York. Es cofundadora de Ediciones Antílope y autora de los libros Las noches son así (Broken English, 2018), Alberca vacía (Argonáutica, 2019) y Una ballena es un país (Almadía, 2019).


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