De qué hablamos cuando hablamos de cultura

A menudo la cultura solo es una coartada y la cursilería de sus supuestos defensores apenas camufla el desdén que sienten por ella.
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Edward Albee se preguntaba en 1962, en un juego con la canción de la versión de Disney de Los tres cerditos, quién teme a Virginia Woolf. Ahora lo sabemos: la concejala de Vox en Valdemorillo, Madrid, que según la compañía Teatro Defondo ha vetado una representación de Orlando. Quizá no sabía que Virginia Woolf decía que España era “el mejor país que hemos visto”, tras visitar diez ciudades “cada vez más extraordinarias y coloridas”: los nacionalistas españoles deberían llevarle flores a la tumba. La frase la escribió en Zaragoza, en una carta donde anotaba las novelas que había leído tras perder la virginidad y se preguntaba por qué la gente armaba tanto jaleo en torno “al matrimonio y la copulación”. A veces parece que la idea clave de Vox sobre la cultura es quitar cosas, como sugirieron con Periferias. Otra parte son los debates sobre la nación española, que transmiten un aroma a pedo de ascensor. Son dos asuntos reactivos, que reflejan dependencia -hacer rabiar a los progres, refutar “la leyenda negra”- y pobreza de ideas. Ha habido una polémica sobre si un posible gobierno del PP mantendría un ministerio de cultura o lo uniría a otro; Feijóo ha anunciado que lo conservará. Le puede dar más visibilidad, pero lo esencial no es el nombre, sino que haya presupuesto, capacidad gestora, voluntad de pluralidad, e ideas y medidas que contribuyan a mejorar la situación del sector. La cultura no es propiedad de una ideología, ni las obras se agotan en la traslación cutre al debate posicional del momento. Personas de izquierda y derecha producen y consumen cultura. Ha habido aciertos y errores en gobiernos de ambos signos. En los gobiernos de Sánchez, tras el cese de Màxim Huerta, hubo un experto como José Guirao, y dos ministros que respondían a equilibrios de partido: Rodríguez Uribes e Iceta. En el pasado ha habido responsables coquetos e ineficientes -lo que yo haría por vosotros, si no fuera por mi partido-; también se ha usado de manera propagandística e intervencionista, en aras de una “diversidad” que resta valor a lo común: en los últimos años son abundantes los premios nacionales en ese sentido. Jaime G. Mora ha publicado en ABC que de las 194 enmiendas a los presupuestos de 2023 que el Ejecutivo pactó con los grupos de la oposición que han sostenido al gobierno de coalición, 62 fueron de cultura y deportes: un 31,96 por ciento del total; 66,9 millones de euros (el presupuesto de la dirección general del libro y fomento de la lectura para 2023 es de 22 millones). ERC, Bildu y PdCat fueron los que más se llevaron (PNV, Teruel Existe y Compromís también sacaron inversiones). A menudo la cultura solo es una coartada y la cursilería de sus supuestos defensores apenas camufla el desdén que sienten por ella. 

Publicado originalmente en El Periódico Aragón.

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Daniel Gascón (Zaragoza, 1981) es escritor y editor de Letras Libres. Su libro más reciente es 'El padre de tus hijos' (Literatura Random House, 2023).


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