De acuerdo con la Organización Panamericana de la Salud (OPS) un gasto público en salud de 6% del PIB es una “referencia útil y una condición necesaria –aunque no suficiente– para reducir las inequidades”. Por ello, hace un par de años los países miembros de dicho organismo firmaron la “Estrategia para el acceso universal a salud y cobertura universal de salud” y se comprometieron a, ahora sí, “intentar” aumentar el gasto público en salud hasta alcanzar ese 6% deseable. (El año pasado, el gasto público en salud en México fue de solo 2.79% del PIB.)
¿Cómo planeaban hacer eso? Creciendo económicamente. ¡Pero justo ahí está el (t)error! Es un mito genial aquello de que si el PIB de un país crece, también lo hará la recaudación del Estado, y si se mantiene la distribución del presupuesto, aumentarán en consecuencia los recursos que se destinan a ciertas áreas.
Autores como Manuel Muñiz, de la IE School of International Relations, han señalado que “los actuales arreglos económicos solo pueden producir crecimiento a nivel agregado, al tiempo que reducen los niveles de vida de la mayoría de las personas [y que] la reducción de la desigualdad económica requerirá reformas de la educación y los impuestos”. En 2012, Social Watch: Poverty Eradication and Gender Justice escribía sobre el caso panameño: “La economía del país ha crecido en los últimos años, y en 2010 alcanzó un pico de 7% de crecimiento anual, [pero] el crecimiento de la economía de Panamá está basado en modelos de desarrollo no sustentable que fijan su atención en indicadores económicos y desdeñan los problemas sociales y medioambientales más acuciantes”.
Por su parte, el estudio “Espacio fiscal para salud en las Américas: ¿es suficiente el crecimiento económico?”, publicado hace unas semanas, calculó si todos los países de la región pueden o no alcanzar la meta del 6% de gasto público en salud solo con crecimiento económico.
Estos fueron los resultados:
México, de lograrlo, ¡lo haría en el año 2056! Y Argentina, Belice, Jamaica y Venezuela, entre otros, nunca lo lograrán.
El crecimiento económico por sí mismo no basta para mejorar la inversión en salud, reducir la disparidad de género[1], ni para ser más sustentables (de hecho, el crecimiento económico está causando problemas ambientales que van desde el cambio climático hasta la pérdida de biodiversidad). Si la meta es reducir las inequidades sociales, económicas y ambientales, el crecimiento económico no será nuestra bala de plata. Hay que pensar en una serie de estrategias que pasen por mayor recaudación tributaria, impuestos específicos y mayor eficiencia en el gasto público. Y lo que es quizá más importante: en lugar de preguntarnos cuánto queremos que crezca nuestro PIB, habría que preguntarnos cómo imaginamos a nuestro país en términos de salud, educación, medioambiente, desarrollo y justicia social, y echar mano de todas las estrategias posibles para lograrlo.
[1] Ya comentamos acá que de acuerdo con The Global Gender Gap Report 2017, de continuar con el ritmo de “avances”, cerrar a nivel global la brecha económica de género nos tomará ¡217 años!
Es politóloga, periodista y editora. Todas las opiniones son a título personal.