La detonación de la crisis de la economía mundial a partir del 2008 por el colapso de la banca estadounidense, puso en el centro del debate mundial las muy sofisticadas operaciones de la banca con productos financieros derivados y su papel en la vida económica contemporánea. Ya en el contexto de la invasión de Irak por Estados Unidos, Warren Buffet afirmaba que los excesos y opacidades de las operaciones de las instituciones financieras con dichos productos constituían la verdadera “arma secreta que destruiría al capitalismo”. La profecía parecía estar a punto de cumplirse cuando aquella crisis bancaria estadounidense amenazó con extenderse como una crisis sistémica debido al bloqueo de la liquidez en la economía, y con ello a un colapso de la economía global. Fue la muy heterodoxa reacción de la Reserva Federal de los Estados Unidos con su intervención en los mercados de bonos (quantitative easing) lo que evitó que ello ocurriera, aunque con esto no se eliminaron las amenazas generadas con la crisis.
Estos hechos no representan una simple crisis coyuntural, sino constituyen el cierre de un largo ciclo de revoluciones en la banca a nivel mundial, del que forma parte la historia de la banca en México. Durante este ciclo se han registrado transformaciones sustanciales en la actividad bancaria y su relación con la actividad de las economías.
Tradicionalmente la gestión de la moneda, las finanzas y el crédito han sido esenciales para los individuos y las empresas en las economías de mercado. Los bancos son empresas de negocios que brindan cuatros servicios básicos: depósitos y provisión de medios de pago; cuentas de ahorro financiero; financiamiento y crédito. Estas han sido las funciones centrales por las cuales los bancos son considerados actores económicos al servicio de la actividad económica. Como se señaló, estas instituciones son entidades de negocios, que obtienen sus beneficios por la diferencia entre los intereses que pagan por los ahorros y los que cobran por los créditos. Sin embargo, con sus actividades los bancos también proveen medios de pago a la economía, por lo que constituyen un tipo particular de empresa capitalista. Por ello deben estar regulados por un Banco Central para asegurar el equilibrio entre los objetivos de los negocios bancarios y la disponibilidad de liquidez en la economía, con el fin de evitar una crisis.
Sin embargo, desde la década de los setenta y en la marco de la crisis internacional por el petróleo, se inició en los países desarrollados una gran revolución en el sector con las llamadas innovaciones financieras. En lo fundamental, con estas se buscaba resolver por una parte los fenómenos de inestabilidad financiera y por otra los efectos negativos sobre los negocios bancarios por los costos de la regulación por parte de los bancos centrales sobre esas instituciones. Lo primero impulsó la desregulación bancaria, nuevos modos de cobertura de riesgo a través de los productos financieros derivados, y la liberalización de las tasa de interés. Lo segundo significó que, junto con sus negocios por intereses, los bancos desarrollaran negocios por comisiones y que colocaran sus carteras de créditos en las bolsas de valores a través de emisión de bonos.
Como consecuencia, el interés de negocios de los bancos se fue distanciando crecientemente de los servicios a la producción para centrase en las operaciones puramente financieras, de fuerte contenido especulativo. Todo ello dio origen a una expansión especulativa de los activos financieros muy encima de lo requerido por la actividad económica, creando una burbuja especulativa en diversos campos a nivel mundial, lo que finalmente estalló con la crisis del 2008.
La evolución histórica de la banca en México desde mediados del siglo XX ha estado determinada por la dinámica de los fenómenos en la economía nacional, aunque también interactúa con las transformaciones en la banca y los sistemas financieros a nivel internacional.
Consolidado el orden institucional en México, bajo el llamado “Desarrollo Estabilizador” se conformó un sistema bancario mixto regulado por el Banco de México. Particularmente en el segmento privado, con Banamex, Bancomer y Serfin se creó una estructura bancaria altamente concentrada que habría de mantenerse prácticamente hasta la actualidad. Junto con ello operaban un conjunto de bancos de desarrollo que actuaban como instrumentos relevantes para el impulso de los programas de gobierno bajo un esquema de proteccionismo e industrialización. Dos rasgos distintivos de este período fueron que la banca privada operaba con base en un cerrado proteccionismo ya que no se permitía la operación de bancos extranjeros, al tiempo que estas instituciones realizaban sus negocios en un sistema de crédito administrado por el Banco de México.
La crisis internacional de los setenta por el aumento de los precios del petróleo, tuvo un efecto extraordinario en México, y en particular en los negocios de la banca privada. La extraordinaria disponibilidad de recursos externos por ingresos del petróleo por parte del estado a través de PEMEX cambió radicalmente las condiciones de operación de la economía nacional. De una parte, diversos programas gubernamentales intentaron aplicar esos recursos extraordinarios para impulsar la industrialización bajo el modelo del proteccionismo. Pero junto con ello, se desató un intenso proceso de “captura” de la renta petrolera a través del sistema financiero, por parte de tres grandes actores: el sector público para financiar programas gubernamentales; la gran banca trasnacional que ofrecía al gobierno créditos prácticamente sin límite, con cargo a la factura petrolera externa y finalmente los grandes bancos privados, que ante los límites de Banxico para que extendieran el crédito, optaron por hacer acuerdos con bancos transnacionales para impulsar las inversiones de mexicanos en el exterior ofreciendo mejor rentabilidad, pero creando con ello la disponibilidad de fondos para ofrecer financiamiento en dólares al gobierno mexicano a tasa internacionales.
Como es sabido este ciclo cerró con la crisis de 1982, la que significó la quiebra del sistema bancario privado y la nacionalización de estas instituciones por parte del gobierno. Esto se acompañó con un largo estancamiento de la economía nacional hasta el final de la década, bajo la presión generada por el pago de la deuda externa. Para estos fines, el gobierno expandió la emisión de bonos de deuda interna, lo que llevó a una acelerada expansión del mercado de bonos en la bolsa de valores y la creación de una burbuja especulativa, que concluyó con la crisis de 1987. En esta dinámica tuvieron un rápido crecimiento un conjunto de agentes bursátiles que luego se convertirían en los propietarios de los principales bancos al reprivatizarse la banca a comienzo de la década de los noventa, en el marco de un conjunto de reformas que llevaron a la apertura de la economía y la desregulación interna.
Esta reprivatización bancaria fue limitada a inversionistas nacionales, los que operaron siguiendo las modalidades internacionales de negocios, cosa que modificó radicalmente las actividades de estas instituciones en el país. El alcance de estos cambios se simbolizaron en las declaraciones del señor Agustín Legorreta, antiguo propietario de Banamex y comprador de un de los bancos privatizados, quién declaró que ya no entendía el modo en que se hacían los negocios bancarios en la actualidad. El corto ciclo de banca privada (1990-1995) terminó en una gran crisis en la que se combinaron fenómenos de inestabilidad cambiaria con el estallido de una burbuja crediticia generada por la acelerada expansión de los créditos hipotecarios por parte de los bancos. Esto fue enfrentado por el gobierno a través de un programa de rescate de los bancos para evitar su quiebra mediante la sustitución de la cartera insolvente por los llamados “Pagaré Fobaproa”. Bajo estas condiciones los bancos recuperan su rentabilidad con cargo a la deuda pública, pero al mismo tiempo el gobierno ve crecer sus costos financieros con cargo a este Pagaré.
Para comienzo de los dos mil, se realiza una acelerada venta de los bancos, predominantemente bancos extranjeros, con lo que se conforma una nueva estructura de propiedad de la banca fuertemente internacionalizada, pero manteniendo la concentración existente desde los cincuenta del siglo pasado. A poco de andar esta nueva estructura bancaria, se comprueba que los nuevos propietarios centran sus negocios en los ingresos obtenidos por el Pagaré Fobaproa y el cobro de comisiones, al tiempo que se registra una extraordinaria contracción del crédito ofrecido por ellos a los agentes económicos. El gobierno respondió a esto modificando las condiciones para la apertura de bancos a través de la segmentación del mercado, lo que dio lugar al surgimiento de un numeroso conjunto de los llamados “bancos de nicho”, que concentraron sus negocios en el financiamiento al consumo.
Para reactivar el crédito a las empresas el gobierno implementó a través del Fondo Pyme y Nafin el programa de “crédito PYME” basado en un sistema de garantías públicas para los créditos que los bancos privados dieran a dicho actor, y lograron una ampliación significativa de esos financiamientos. Actualmente la banca en México atraviesa por un nuevo período de cambios ante las recientes reformas financieras y su principal desafío continúa siendo apoyar las actividades productivas en el marco de las estrategias gubernamentales para recuperar el crecimiento económico mediante el cambio estructural.
Profesor Distinguido UAM. Experto en Empresas, Finanzas e Innovación. Consultor de Cepal OEA, BID. Coordina la Red Internacional de Universidades Vinculación