Está de verlo y no creerlo. El Premio Cervantes 2024, a dos días de recibir el máximo galardón de las letras española, está en cama, empijamado en su piso del barrio de Argüelles, reposando el mayor tiempo posible para robarle algo de fuerzas a estas horas previas a su encuentro con los reyes de España en el Paraninfo de la Universidad de Alcalá de Henares, el miércoles 23 de abril. A unas horas, a la vuelta de la esquina.
Don Álvaro Pombo (85 años) quiere estar lo más fuerte posible de cuerpo y músculos porque, si de ánimos se tratara, habría que verle el brío de espíritu en su habla y sonrisa. Y de no creerle esa manera lúdica, lúcida e ironía muy suya, de él, de sí mismo:
“Yo voy a ir, pero no voy a estar de figura importante. Voy a estar sentado en segundo plano en representación de mí mismo”, dice con esa sonrisa algo socarrona. Y remata: “No en primerísimo plano porque yo soy regular, ¿sabes?”
Previsor que es, disciplinado como el que más, caballeroso, magnánimo y generoso como siempre, don Álvaro le ha pedido a su biógrafo y tan santanderino y montañés como él mismo, el escritor Mario Crespo López, que sea quien pase al frente, tome el micrófono y lea, en su representación y salvoconducto, el discurso de aceptación del Premio Miguel de Cervantes: “Es que no estoy en este momento superfuerte, que diríamos”, apostilla. De hecho, Mario Crespo lo ha visitado en estos últimos días para ir afinando los detalles finales del discurso que se sumará a los celebrados mensajes de aceptación emitidos por los galardonados del Cervantes.
Marieta, su prima, ha discurrido que Álvaro Pombo suele interpretar, como en un ensayo teatral, a los personajes de sus propias novelas en tanto hace apuntes, dicta o medita sus diálogos y monólogos. Quizá, uno de los métodos de trabajo más aleccionadores que nos viene de uno de los mayores escritores de nuestros días, capaz de adentrarse hasta la médula como ninguno otro en la psiquis de las personas con todo y las dubitantes, perplejas y vacilantes dudas morales, religiosas y, por supuesto, existenciales. De modo que no ha de ser difícil imaginar a don Álvaro y su biógrafo Mario Crespo revisando tonos, énfasis y acentos que habrán de escucharse al leerse el discurso en el Paraninfo universitario. Al fin montañeses, santanderinos como son y como ellos mismos: a su mecanismo.
Y de hecho, uno de los temas centrales del discurso es lo que el mismo Pombo ya ha anticipado a los medios: la fragilidad. “Yo tengo esa idea de la fragilidad de la existencia”, adelanta, “como algo que le interesaría muchísimo a Cervantes hoy en día. Porque él vivió una época heroica. Pero una época que era a la vez también muy frágil. Y era frágil porque el imperio era frágil”.
Igual aprovechará quizá para algún mensaje provocador como suele hacerlo, pienso en las resonancias que generó en su día su novela Contra natura por sus provocativos pasajes…
Sí, bueno, fue muy provocador. Pero lo más provocador de las novelas, a mí me parece, es el hecho de que la gente las lea y se sientan lanzados a escribir por sí mismos. Es como si tuvieran ahí un destino. Las novelas te provocan a escribir.
Eso es propio de un provocador.
No sé si me identifico del todo como un provocador… o con un monje.
O como El exclaustrado, una de sus novelas más recientes.
Sí, como un exclaustrado ahora. Pero me parece que he sido más provocador de joven.
Y ahora, ¿los 85 años qué le representan?
Bueno, considero que los 85, salvadas todas las enfermedades y lastres que tengo, es una buena edad para terminar una obra. Calculando que me queden cinco años más, serán 90 años. Obviamente me quedan cinco o cuatro libros interesantes que escribir. Lo que quiero decir es que no estoy cansado de escribir o aburrido. Lo que tengo es que no estoy fuerte y rebosante, como estuve.
Déjeme retomar esta imagen de recapitulación y preguntarle: ¿en estos años qué ganó para sí?
Yo creo que lo que he ganado, aparte de unos cuantos amigos de vida, gané la excelsitud, la gloria de escribir. Escribir es excelso. Escribir es estupendo.
¿Qué debemos saber de Álvaro Pombo?
Pues debemos saber que escribir le cuesta trabajo. Pero cuando ya está en ello, es un escritor rápido.
¿La frase más Pombo de todos los tiempos?
Una voz infantil que dice “Aña, hice caca”. Y la respuesta de la nurse que le dice: “Nene, de nobis ipsis silemus”, que quiere decir callemos acerca de nosotros mismos. “De nobis ipsis silemus”, que es la misma frase o exergo con el que empieza la Crítica de la razón pura de Immanuel Kant.
La palabra más esperanzadora.
Se puede decir: “el trabajo”.
La más querida.
Como mucha gente: “amor”. Amamos el amor. Lo que no sé si sea la peor palabra para el mundo.
La palabra jamás entendida.
Dios… o puede ser la menos entendida.
La más absurda.
Hay que buscarla en Sartre. Es el maestro del absurdo.
Escribir.
Bueno, escribir es una vocación. Porque, qué haría si no escribiese.
Álvaro Pombo ha soltado una mueca algo maliciosa acompañada de un ligero levantamiento de hombros. Ya ha soltado algunas risotadas, varias muecas que son a un tiempo sarcásticas, cáusticas pero mayoritariamente generosas. Ha captado la invitación de llevarlo a responder una suerte de palabras sueltas, asociación de ideas, referencias crípticas, y las ha tomado al vuelo. Ha consentido como quien se ajusta de esgrimista en duelo de estoques y espadas. Y mira y sostiene la mirada de frente: qué le va estar uno retando. Y viene ese mueca mordaz, algo misteriosa. Vuelve a sonreír, con propiedad, con magnanimidad:
Hasta ahora, el texto mejor acabado…
Es complicado eso. Yo prefiero mucho mis poemas. ¿Pero la novela más lograda? A ver, en conjunto las novelas nunca son del todo logradas, siempre te quedan coletas.
Pero que sea Santander, 1936. Es una novela que yo la consideraría más lograda, más elocuente, también porque reúne más cantidad de vida real. La vida real de los Pombo, de Cayo Pombo Ybarra, que era mi abuelo paterno; también sale Marieta, mi prima. Es el mundo santanderino de los años treinta. Y también de la guerra civil, que fue terrible en Santander, los trece meses de guerra civil. Sí, en ese sentido, es una novela realista.
El poeta que más ha declamado.
El poeta que yo he declamado toda mi vida ha sido Rilke. En la traducción de Rainer Maria Rilke que hizo José María Valverde, a quien aprovecho para citar aquí, es una traducción magnífica que me ha valido toda la vida para recordar de memoria a Rilke. Un poeta muy importante para mí fue José María Valverde y su grupo de poetas, por ejemplo, Luis Felipe Vivanco, todos aquellos poetas, digamos, de posguerra.
El escritor que más ha parafraseado.
Sartre. Soy muy sartriano yo. Era muy inteligente, inteligente como un demonio, como un conejo.
La novela que más envidió.
Doktor Faustus de Thomas Mann. A pelearse con La montaña mágica. Cuál preferiría de las dos, no lo sé. Me he identificado muchas veces con Hans Castorp, con la pasión endiablada por el arte, por la música, en su caso. Por la literatura, en el mío.
El cuadro que más ha visitado.
Conozco bien el Tate Modern de Londres, donde solía ir los sábados. Conozco muy bien el realismo impresionista inglés. También me gustan mucho los cuadros de barcos como los que ves aquí, por ejemplo.
El color que más ha vestido.
El oscuro.
La timidez que nunca quebró.
¡Eso está claro!
El amor jamás olvidado.
¡Ya qué más da! Son tantas personas. Hubo una persona que fue un maestro mío cuando tenía 17 años, José María Cagigal, un jesuita. Fue una persona importantísima para mí. No sé si es amor la palabra adecuada, pero sí entusiasmo y aprendizaje. Que es de algún modo un amor platónico también.
El cielo que admiró.
Este, el cielo de Madrid. Yo vengo de Santander. Y a mí me parecía Santander y la luz de Santander lo más, como dicen aquí. Pero luego me he ido y ya llevo muchos años viviendo aquí, con esa terraza en este quinto piso y he acabado siendo un fan de Madrid. De la luz de Madrid, de los cielos y el secano, por así decirlo. También es que yo me considero un poco marinero en tierra de secano.
¿Dios?
El imborrable para decirlo con una palabra.
¿Existe?
Pues igual, ¿existe lo imborrable? ¿Tú crees que existe lo que no podemos apartar de nosotros? Pero sí, seguro que existe.
Rodeado de ángeles.
¡No sé, eso no lo creo!
¿Púberes?
Yo ahí no entro. Dios está rodeado de nosotros. Totalmente, de púberes y también viejos, pellejos. Y mujeres, viejas y estupendas y jóvenes.
No sé de cierto, pero quienes se han acercado a la lectura del poemario Protocolos (1973) o a las novelas El héroe de las mansardas de Mansard (1983), Los delitos insignificantes (1986), El metro de platino iridiado (1990), La cuadratura del círculo (1999), El cielo raso (2001), Una ventana al norte (2004), Contra natura (2005), Santander, 1936 (2023)… o a cualquier de sus obras, pronto habrán de toparse con un portento de escritor y quizá querrán, cuando tengan el privilegio de tenerlo de frente, hacerlo más propio, como seguirlo leyendo, humanizarlo. Tal como este prodigio de hacedor de letras nos lo ha enseñado…
Vuelvo, ¿el dolor más profundo?
Un dolor profundo para mí fue la muerte de un gato que tenía. Un gato negro.
Sus muertos, ¿quizá sea una pregunta muy mexicana?
¡Sí que es mexicana, pero me va mucho! Porque los muertos son una parte de mi vida. Quiero decir, por ejemplo, en esta novela que recomiendo de Santander, 1936, hablo sobre el tío Álvaro, era el hermano de mi padre. Un falangistón, un falangista de primera hora o falangistita, porque tenía 19 años y murió en la primera línea de fuego. Lo detuvieron y lo llevaron al barco Alfonso Pérez de Santander. Fue una muerte importante en mi vida.
¿La amistad que nunca murió?
Cagigal fue una amistad que nunca murió. Pero también mi amigo José Antonio Marina, por ejemplo, que fuimos compañeros de colegio y hasta la fecha somos amigos. Yo creo que es, quizá, mi relación afectiva más importante.
El amante mejor guardado.
No hay amante mejor guardado. ¡Si hubiera uno, lo tendría usao, lo tendría amao!
Volvamos, ¿Santander, 1936?
Yo no había nacido.
¿República?
Ah, la República. En Santander se debate el asunto bastante en frío. Porque claro, el abuelo Cayo era un republicano, era un azañista. Y su hijo Álvaro era un falangista. Y se querían mucho.
La palabra que sigue es monarquía.
Y bueno, si por monarquía entendemos la monarquía de don Felipe y doña Letizia que han sido estos últimos diez años, ¡hombre, ha sido una monarquía noble y buena!
¿Cuál es la España ideal?
En este momento, tenemos una España ideal dentro de lo que pueden ser ideales las cosas de la vida. Una España con un jefe de Estado serio y prudente, con una mujer que viene del periodismo y de la realidad, que eso cuenta mucho. Es una auténtica reina que hace el papel magnífico. Entre otras cosas, porque sabe lo que es vivir en España. Conoce la sociedad española bien y eso ayuda.
23 de junio de 1939.
¡Fatídico, un día fatídico! Y yo nací ese día. Y celebro esa fiesta: mi nacimiento, sí.
Montañés.
Claro, claro, soy muy, muy montañés, muy santanderino.
¿El nombre que quiso tener?
Estoy conforme con mi nombre y apellido.
El sabor más entrañable.
Eso es difícil, los callos a la madrileña, la paella, pulpo a la gallega. De los sabores a mí me gusta comer bien. ¡Uy, el sobao es una delicia! Las alubias de Santander, el cocido montañés que me encanta pero que sienta como un tiro.
¿La depresión que siempre vuelve?
Yo creo que se combate con pastillas.
El domingo más triste.
Yo llevo mal la soledad. Los domingos para gente soltera como yo.
¿El mar que nunca tocó?
El Pacífico entero.
El olor de una piel.
El olor de una piel joven.
Los ojos que siempre miró.
Los ojos negros, curiosamente. Mi madre tenía ojos garzos y mi padre ojos claros; yo tengo ojos azules, pero me han fascinado siempre los ojos negros. Es una cosa muy como americana, hispana.
Contra natura.
Es un libro guerrero. Y lo hice adrede guerrero.
Polla.
¿Una polla? Hay dos clases. Es que yo he vivido mucho con gallinas, con pollas y pollitos. Entonces tengo una idea muy gallineril de las palabras de gallinas. Pollas desde luego me recuerda una gallina joven.
Déjeme hacer un paréntesis. Hay una canción en México que dice: “Se llevó mi polla el gavilán pollero / la pollita que más quiero…”
Eso es un corrido, seguro. Y es excelente, como todos los corridos mexicanos: gavilán, gavilán pollero.
¿Mierda?
No sé, mierda es un estudio que tendríamos que hacer partiendo de cosas sartrianas: la experiencia de la náusea, por ejemplo. Va por ahí la cosa…
¿El cuerpo que siempre añoró?
Hombre, añoré una cosa que no he sido: deportista y fuerte. Siempre he añorado los cuerpos fuertes. Pero yo no he sido un cuerpo fuerte. He sido un buen mozo… y aquí estoy, todavía.
La parte del hombre que más le gusta.
La parte del hombre que más me gusta realmente es la cabeza… “Intelijencia, dame el nombre esacto de las cosas” [referencia al poema de Juan Ramón Jiménez].
La parte de la mujer que más le encanta.
El habla. A mí me gusta oír hablar a las mujeres. He vivido con mi madre y sus hermanas y eran mujeres muy habladoras. Tengo una idea de la mujer dialogal y discursiva y peleona, incluso.
Donde las mujeres.
Ese es un ejemplo muy bueno del tipo, cuando me pregunten sobre la mujer, que realmente tengo que referirme a ese libro, Donde las mujeres.
Una ventana al norte.
Bueno, esa es la novela de México. Tiene dos lados. Un lado de Santander, que va de la conquista de un mexicano con María del Carmen Roiz de la Parra. Y luego el viaje de María del Carmen a México. [Entonces] México está todavía más loco que nosotros, si cabe. Complicado comparar la locura mexicana con la nuestra y la grandeza también de México con la nuestra.
La lleva a los años de la guerra cristera…
La guerra cristera la tengo muy estudiada. Ahí tomé parte en la guerra cristera por los cristeros, aunque los cristeros no tenían del todo la razón.
El odio que alimentó.
No, pues las pretensiones o la falsedad, ese tipo de cosas.
La vida misma.
La vida es divertida, de sobra.
La alegría de vivirla.
Claro, claro, la vida es divertida.
Las razones de vivirla…
Así, únicamente que se presente… y la vivimos.
¿Ser Álvaro Pombo?
Una calamidad. Es más bien una calamidad que una suerte, pero yo he ido convirtiendo un poco en suerte la calamidad. ~