El capital como concepto histórico

A medida que el capitalismo se vuelve más “capitalista”, el tamaño mismo de lo que se considera capital se expande.
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En una tesis reciente escrita por Mauricio de Rosa, el último capítulo está dedicado a la discusión de lo que es el capital en los mundos marxista y neoclásico. Mauricio traduce muy cuidadosamente los conceptos de Marx de capital constante y variable a las cuentas nacionales que usamos ahora, y distingue la tasa de ganancia de Marx de la tasa de retorno neoclásica. (Estoy en su comité de tesis y no puedo decir nada más).

Ese capítulo me hizo pensar (de nuevo) en la definición de capital. En el mundo neoclásico, el capital es la suma de valores de los activos productivos y financieros. Como el capital es extremadamente heterogéneo, no podemos expresarlo en términos físicos, sino solo en términos de valor. Esto dio lugar a la controversia de Cambridge, que se ha diluido pero nunca se ha resuelto. En nuestro trabajo habitual sobre la desigualdad de la riqueza, añadimos también el valor de los activos no productivos, como las joyas, los cuadros, etc. Y en el caso de algunos activos que no producen rendimientos en efectivo, pero que son utilizados por sus propietarios (como la vivienda), los añadimos también a su valor estimado.

El concepto de capital de Marx es muy diferente. Pensemos, por ejemplo, en un zapatero que trabaja en su propia tienda. En nuestro trabajo habitual como economistas neoclásicos, estimaríamos el valor (precio) de todas las herramientas que posee y lo incluiríamos en nuestro capital nacional. Sin embargo, para Marx esto no es capital. El capital es “la característica que adquieren los medios de producción cuando se utilizan para contratar mano de obra y generar plusvalía”. Nuestro zapatero no contrata a nadie. Sus máquinas son simplemente los medios de producción, las herramientas físicas. No son capital hasta que amplía su tienda, se hace cargo de su gestión y contrata a trabajadores para que trabajen con las herramientas que posee. En ese momento, las herramientas se convierten en capital. Para la contabilidad nacional, el concepto de capital de Marx excluirá, por tanto, el valor de todas las máquinas y herramientas que sean propiedad de trabajadores-propietarios (como nuestro zapatero) o de empresas cooperativas y de la mayoría de las empresas no constituidas en sociedad. En los países donde el sector de los trabajadores propietarios es relativamente grande, como en América Latina, mucho de lo que hoy se considera “capital” dejaría de serlo. A partir de las encuestas de hogares sabemos que aproximadamente un tercio de los ingresos totales en los países latinoamericanos proviene del sector de los trabajadores propietarios. Podemos entonces aventurar que quizás (un poco menos) un tercio de lo que hoy se considera capital se “perderá”. Como esa parte del capital está menos desigualmente distribuida que el capital “capitalista”, es muy probable que encontremos empíricamente que la concentración del capital à la Marx es significativamente mayor que la estimada actualmente.

Hay otra cuestión más difícil. Marx, como todos los autores clásicos (Quesnay, Smith, Ricardo), considera que los salarios se adelantan antes de que comience el proceso de producción. Esto significa que si nuestro zapatero decide convertirse en capitalista, no solo tendría que poseer las herramientas (lo que ya suponemos que hace), sino suficiente dinero en efectivo para contratar trabajadores. Este supuesto parece mucho más razonable que el supuesto neoclásico (tácito) de que los salarios se pagan al final del proceso de producción. ¿Por qué? Porque si los salarios se pagan al final, entonces los trabajadores son co-empresarios, ya que su salario (prometido) depende de si nuestro zapatero-capitalista es capaz de vender sus zapatos al precio esperado o no. Esto es claramente irreal, o incluso absurdo. Los trabajadores no asumen el riesgo de la empresa; de hecho, la diferencia crucial entre los propietarios del trabajo y del capital es que el riesgo lo asumen por completo estos últimos. Si hay que pagar los salarios de los trabajadores antes de que comience el proceso de producción, alguien tiene que tener los medios para hacerlo. Ese alguien es un capitalista. Es su “capital variable”. Por lo tanto, en términos de cuentas nacionales y cálculos de desigualdad de la riqueza, tendríamos que asignar todos los ingresos salariales acumulados en las empresas capitalistas a sus propietarios. Esto significa que el fondo de salarios de, digamos, Tesla o Google tiene que ser imputado como capital, en su proporción alícuota, a todos los propietarios de acciones de Tesla o Google. El concepto de capital de Marx incluiría, por tanto, una parte importante de lo que hoy se denomina renta del trabajo. Si soy el propietario del 1% de las acciones de Google, mi capital no será solo el valor actual de estas acciones (igual, en principio, a la cantidad descontada esperada de beneficios), sino también el 1% de la factura salarial pagada por Google. El problema aquí es el periodo de tiempo: ¿la factura salarial futura de Google debe acumularse como el valor de las acciones?

Así, mientras que antes “perdíamos” una parte del capital porque no incluíamos el valor de las herramientas y máquinas propiedad de los trabajadores, ahora ampliamos el concepto de capital al incluir todos los salarios pagados por el sector capitalista. Estos salarios se imputan a los propietarios que, en principio, los han adelantado. No está claro si esto aumentaría o no la desigualdad calculada del capital. Los propietarios de acciones en sectores muy intensivos en capital, donde la masa salarial (el capital variable) es relativamente pequeña, no registrarán un gran aumento de su capital. El resultado en términos de desigualdad dependerá de si los sectores más o menos intensivos en capital tienen una propiedad más concentrada. Este es, por cierto, un tema que, independientemente de que se suscriba o no la definición de capital de Marx, merece ser explorado. No parece que se haya estudiado.

 Si utilizamos la siguiente notación, A = valor de los activos productivos y financieros utilizados en el sector capitalista, B = valor de los activos productivos y financieros utilizados en el sector de los trabajadores por cuenta propia, C = riqueza no productiva, D = salarios pagados en el sector capitalista, el concepto actual de capital es igual a A + B, el concepto actual de riqueza añade a ese C, mientras que el concepto de capital de Marx sería igual a A + D.  Entonces queda claro que si el concepto neoclásico o marxista de capital será mayor depende de la relación entre B y D. En economías menos desarrolladas (capitalistas), el tamaño del sector autónomo puede ser grande, B sería en consecuencia alto y D pequeño. Pero en una economía hipercapitalizada, B podría tender a cero y D sería alto.

En otras palabras, a medida que el capitalismo se vuelve más “capitalista”, el tamaño mismo de lo que se considera capital se expande. Esto parece tener sentido. En una economía compuesta por pequeños productores, digamos miles de pequeños terratenientes, el capital global será pequeño. Habrá muy pocas empresas capitalistas (de ahí que A sea pequeño) y los salarios pagados por ellas serán una pequeña parte de la renta laboral global. Así llegamos a la conclusión de que lo que es el capital está históricamente determinado. Cuando comparamos el capital en Francia y en Camerún, no estamos comparando simplemente cuántas herramientas existen en Francia y en Camerún: estamos comparando realmente cuántas herramientas se ponen a trabajar para generar beneficios para sus propietarios. En conclusión, no hay capital como tal, fuera de la realidad concreta y de las relaciones de producción existentes.

Será interesante disponer de estimaciones empíricas del concepto de capital de Marx y encontrar cómo cambian los ratios capital/renta y la desigualdad en la distribución del capital con la definición de capital.

PS. Quizás para entender una sociedad, deberíamos añadir el valor de todas las herramientas (como hacen los neoclásicos), y también el valor de todas las herramientas que se utilizan para contratar mano de obra (como hace Marx). El primero nos dice algo sobre el nivel de desarrollo económico, el segundo sobre las relaciones sociales.

Traducción de Ricardo Dudda

Publicado originalmente en el blog del autor

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Branko Milanovic es economista. Su libro más reciente en español es "Miradas sobre la desigualdad. De la Revolución francesa al final de la guerra fría" (Taurus, 2024).


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