El prematuro réquiem del dolar (2)

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La especulación desestabilizadora

Conforme el sector financiero mundial ha ido creciendo y su peso relativo en la economía ha aumentado, la capacidad desestabilizadora de las crisis es mayor. Estoy convencido de que el peor error que han cometido los gobiernos en las últimas décadas ha sido no sólo dejar que se desarrollen estos gigantes financieros cuyo fracaso amenaza a la economía entera de un país, sino además dejar claro que el estado está detrás de ellos y evitará su quiebra.

Esa garantía –cada vez más explícita– fomenta que las instituciones financieras se alejen de la búsqueda por limitar sus riesgos, y se lancen abiertamente a incrementarlos, sabiendo que siempre hay una red de protección estatal. Si gano, la ganancia es mía; si pierdo, pierde el contribuyente fiscal. A esto se refiere la Hipótesis de Inestabilidad Financiera del economista Hyman Minsky, quien dice que el potencial desestabilizador del sector financiero crecerá conforme aumente la propensión de éste a especular[1].

Por ello, es importante considerar que, si bien antes se hablaba de cuántos meses de importaciones mantenía un país en sus arcas como reservas, hoy es infinitamente más importante pensar en la capacidad de hacer frente con esas monedas fuertes a las transacciones de índole puramente financiero (e incluso especulativo). En 2008, la exportación mundial de mercancías sumó 15.8 billones (millones de millones) de dólares. Las transacciones cambiarias (de unas monedas por otras) en ese mismo año excedieron 800 billones de dólares[2]. Claramente, la variable principal para determinar el flujo global de monedas no es el comercio, sino la actividad financiera.

Monedas alternativas al dólar

El dólar es la moneda de reserva, principalmente, porque los mercados financieros estadounidenses son más sofisticados y más profundos que los de cualquier otro país. ¿Qué otro mercado financiero podría darle cabida a millones de millones de dólares de ahorro originado en China, Japón, Alemania, los países exportadores de petróleo, entre muchos otros? Repito, ser el país emisor de la moneda de reserva tiene ventajas, pero presenta desafíos que no son menores.

Hoy por hoy, la única moneda que puede competir con el dólar es el euro. Antes de su surgimiento en 1999 era el marco alemán la segunda moneda de reserva en importancia (alrededor de 15% de las reservas totales). Sin embargo, el reto que enfrenta el Banco Central Europeo es grande.

Los analistas que ven en la robustez del euro una condición que forzará a que la economía alemana dependa menos de la exportación, y que creen que eso ayudará a cerrar los enormes desbalances globales, ignoran el demoledor efecto que esa condición tendrá sobre otras economías europeas, como la española. Sin la posibilidad de una devaluación que amortigüe la problemática situación de su economía, la única variable que absorberá la dura realidad de España será el empleo. El desempleo ya alcanza 15% en esa economía, y éste seguirá creciendo conforme el fortalecimiento del euro les siga restando competitividad.

Aún así, seguramente seguirá creciendo la participación del euro en las reservas que mantienen los bancos centrales. Como dije antes, los irrefutables problemas de la economía estadounidense, combinados con una cierta dosis de xenofobia, han contribuido a hacer eco de la posibilidad de que surjan monedas “alternativas” al dólar. El incremento en la emisión de Derechos Especiales de Giro por parte del Fondo Monetario Internacional (que se multiplicó por nueve), así como los comentarios hechos por funcionarios chinos de considerar utilizar éstos como “moneda de reserva”, ha generado especulación.

Esta “moneda”[3] está compuesta de una combinación de cuatro divisas: dólares (44%), euros (34%), yen (11%), y libras esterlinas (11%). Se especula –quizá en forma ligera– que el Banco Popular Chino y otros bancos centrales empezarán a distribuir sus reservas en forma más similar al peso que éstas tienen en la formación de los Derechos Especiales de Giro. Eso implicaría una salida del dólar, hoy 64.6% del total (a 44%), y un incremento en la participación de euros (de 26.5% a 34%), yen (de 3.3% a 11%) y libras (de 4.1% a 11%). Independientemente de que los bancos centrales lo hagan, sin duda hay innumerables especuladores en el mercado haciendo la apuesta, tratando de anticiparse. Quizá eso contribuye a la debilidad del dólar, y explica también la súbita alza del yen.

El dilema chino

Sin embargo, es imposible saber qué están haciendo los bancos centrales con sus reservas, pues cualquier indiscreción llevaría a que el mercado entero se anticipe a cada movimiento. Los chinos enfrentan un singular conflicto. Acumulan reservas por un valor total equivalente a 2.13 billones de dólares. De estas reservas, se estima que 65% están en instrumentos denominados en dólares; la mayoría del resto está en euros, pero también tienen libras, yen, un poco de dólares canadienses y australianos, y menos de 2% de las reservas totales invertidas en oro. Por lo anteriormente explicado, no es trivial pensar que puedan reducir el peso relativo del dólar en su canasta de monedas, sin ocasionar una masiva devaluación del billete verde. Ellos mismos serían los principales afectados de la pérdida de valor de su ahorro. ¿Qué otro mercado financiero y qué otra moneda podría dar cabida y liquidez a reservas de tal dimensión?

Curiosamente, en la crisis de los años treinta otro país enfrentó un dilema similar. A finales de la década de los veinte, la economía francesa mostraba un colosal superávit de cuenta corriente, y acumulaba la mitad de las reservas del mundo, invirtiéndolas principalmente en libras. Decidieron ir cambiando la distribución de sus reservas hacia el dólar, debilitando ellos mismos a la libra a tal grado que, eventualmente, tuvieron que tomar medias para salir a apoyar a esta moneda en los mercados internacionales. La inestabilidad cambiaria ocasionada por el cambio de estrategia contribuyó a agravar la crisis económica global.

El gobierno chino sabe que no puede vender sus inversiones en dólares y, de hecho, han seguido acumulándolas a un ritmo similar al que las han adquirido en los últimos años. ¿Por qué entonces hacer tanto ruido con respecto a un posible cambio? Quizá porque eso quita el reflector de la crítica al debilitamiento intencional del renminbi para mantener competitividad en las exportaciones; o tal vez porque al debilitar al dólar en el corto plazo, de hecho el renminbi se devalúa –convenientemente– también contra todas las otras monedas. Cualquiera que sea la respuesta, el banco central chino no tiene más alternativa que seguir por el mismo camino.

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[1]Minsky, Hyman; The Financial Instability Hypothesis. Bard College – The Jerome Levy Economics Institute Working Paper No. 72, Mayo, 1992.

[2]Según el BIS (Bank of International Settlement), 88% de las transacciones cambiarias se realizaron contra el dólar en 2007.

[3]De hecho, no es una moneda sino un vehículo que pueden utilizar los países miembros del FMI para cubrir ciertas obligaciones entre ellos.

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Es columnista en el periódico Reforma.


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