El abogado Vasco de Quiroga (de la Universidad de Salamanca) llegó a México en 1531, como oidor (auditor) de la Segunda Real Audiencia. Tenía 61 años y experiencia judicial. Defendió a los indios de los abusos de los encomenderos, y fundó instituciones menos problemáticas que la encomienda.
Promovió el desarrollo indígena con ideas prácticas: la enseñanza de oficios; la creación de microempresas especializadas en productos atractivos y de alto valor agregado; así como la organización de mercados para tales productos, por medio de redes regionales de intercambio comercial.
Fue lector y admirador de la Utopía de Tomás Moro (1516), como también lo fue el primer obispo de México, fray Juan de Zumárraga, que reconoció en la obra de Quiroga el milagro de una utopía con éxito en la práctica. Lo consagró obispo, sin haber sido sacerdote, casi septuagenario. Murió a los 95 años.
Su obra sigue viva en las tradiciones productivas de muchos pueblos michoacanos: Tzintzuntzan (alfarería), Santa Clara del Cobre (vajilla de cobre martillado), Paracho (guitarras), San Felipe (herrería), Uruapan (lacas), Erongarícuaro (redes de pesca), Capácuaro (textiles multicolores).
Llama la atención que la obra siga viva después de cinco siglos. Muy pocas cosas resisten esa prueba. Su obra ha demostrado viabilidad social, histórica, cultural y económica.
Que, desde el siglo XVI, los artesanos de Santa Clara del Cobre sigan produciendo cosas útiles y bellas, que al producirlas se desarrollen como personas de una comunidad orgullosa de su arte, que vivan de ejercerlo y además obtengan reconocimientos como el Premio Nacional de Ciencias y Artes 1984, habla elocuentemente de un modelo probado por los siglos.
¿Cuáles son sus características?
1. Que no es un modelo puramente económico. La viabilidad económica está al servicio de una vida más digna, interesante y creadora.
2. Que no limita el desarrollo rural a la agricultura. Las especialidades del modelo no son agropecuarias, sino manufactureras.
Son artesanías de alta densidad económica (valor agregado por kilo) que, por lo mismo, viajan fácilmente y encuentran mercados más amplios en los pueblos vecinos, las grandes ciudades y hasta el extranjero. El flete de las artesanías representa menos (por kilo) que en los productos agrícolas. También son menores (proporcionalmente) los costos de almacenaje y los riesgos de que la mercancía se eche a perder. Además, el que sale a vender artesanías está en mejor posición para defender sus precios: los compradores saben que puede llevárselas a otra parte, a diferencia del que llega con productos perecederos y tiene que rematarlos o tirarlos.
En este modelo, los alimentos se producen para el consumo propio o local, no para exportar.
3. Que favorece la especialización local, y así el intercambio entre distintas comunidades, según el principio de la ventaja comparativa. Lo cual también funciona como una marca industrial: el prestigio de Santa Clara del Cobre es una garantía para sus compradores y una ventaja comercial para el gremio. La concentración de muchos que hacen lo mismo en el mismo lugar propicia la diversidad, los azares favorables y la experimentación. Despierta vocaciones y crea un ambiente adecuado para la formación de nuevos artesanos. También favorece la difusión tecnológica, porque el ejemplo de los más innovadores está a la vista de sus vecinos y porque la concentración local de talleres atrae la oferta de proveedores externos de nuevos materiales y equipos.
Todo esto llega a transformar la comunidad: la especialidad actúa como un polo de desarrollo. Así sucedió con los pueblos michoacanos desde el siglo XVI y puede suceder todavía, como lo demostraron en el siglo XX William Spratling en Tasco (platería), Jorge Wilmot en Tonalá (cerámica), Juan Quezada en Mata Ortiz (cerámica).
4. Que genera empleos de mayor productividad con inversiones mínimas. Su baja intensidad de capital no requiere grandes inversiones concentradas en una o pocas empresas, sino intensidad de trabajo y amor al oficio en múltiples unidades de producción pequeñas.
El desarrollo del mundo no asalariado: el de los artesanos, artistas y microempresarios, que supuestamente iban a desaparecer frente al progreso, no ha desaparecido. Por algo será. ~
Publicado en Reforma el 29/XII/24.
(Monterrey, 1934) es poeta y ensayista.