La decadencia de la economía

La causa del aumento de la relevancia de las guerras culturales debería ser ya conocida. Los acontecimientos han reivindicado lo que Ben Friedman señaló en 2006: que un crecimiento económico más lento promueve el antiliberalismo y la reacción, lo que desencadena la hostilidad de los liberales sociales y los igualitarios.
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Edward Luce escribe:

La frase de cabecera de la campaña de Bill Clinton en 1992 era “es la economía, estúpido”. Hoy sería “es la cultura, idiota”.

Tiene razón, pero esto plantea la pregunta: ¿por qué han cambiado las cosas? La pregunta, por supuesto, se aplica tanto al Reino Unido como a Estados Unidos.

Un hecho profundiza el rompecabezas. Se trata de que el crecimiento tendencial del PIB per cápita se ha reducido a la mitad desde los años 90*. Esto debería haber dado más importancia a las cuestiones económicas, porque ahora es mucho menos obvio que la economía pueda prosperar sin intervención política. En los años 90, los políticos podrían haber pensado razonablemente “la economía se cuidará sola mientras no hagamos nada demasiado estúpido, así que centrémonos en otros asuntos”. Hoy, no podemos dar por sentado el crecimiento.

Pero, de hecho, ha ocurrido lo contrario. A medida que los resultados económicos han empeoraban, la relevancia de la economía en la política disminuía, hasta el punto de que, como ha dicho Stian Westlake, los tories “parecen haber dejado de hablar y pensar en economía”.

Subrayo la palabra relevancia. Siempre ha habido enfrentamientos entre liberales y conservadores culturales. Sin embargo, durante décadas, estos eran generalmente secundarios a los debates económicos. Hoy no lo son.

Entonces, ¿qué ha cambiado?

La causa del aumento de la relevancia de las guerras culturales debería ser ya conocida. Los acontecimientos han reivindicado lo que Ben Friedman señaló en 2006: que un crecimiento económico más lento promueve el antiliberalismo y la reacción, lo que desencadena la hostilidad de los liberales sociales y los igualitarios.

Pero ¿por qué ha disminuido la importancia de la economía?

No creo que sea porque los políticos hayan aceptado la opinión de Dietz Vollrath o de John Landon-Lane y Peter Robertson, de que las políticas nacionales pueden hacer poco para aumentar el crecimiento a largo plazo**, como tampoco han atendido los llamamientos verdes al decrecimiento.

En cambio, una posibilidad es que la gente simplemente no quiera crecimiento económico. Philip Hammond (¿alguien se acuerda de él?) dijo una vez que la gente “no ha votado para ser más pobre”. Pero lo hicieron: en 2010, 2015, 2016, 2017 y 2019. Puede que no sea un caso de preferencias adaptativas, de gente que se resigna a no querer lo que no puede tener. El envejecimiento de la población significa que hay un gran grupo de personas jubiladas o casi jubiladas que tienen poco interés directo en el aumento de la prosperidad. Y la paradoja de Easterlin nos dice que el crecimiento económico no nos hace mucho más felices de todas formas. Una de las razones es que se trata de un proceso de destrucción creativa, pero esto trae consigo la incertidumbre y la ruptura de puestos de trabajo y comunidades. ¿Por qué querer eso?

El crecimiento económico es indeseable en otro sentido. Las medidas para aumentarlo perjudicarían casi con toda seguridad a los poderosos intereses creados. Las políticas centristas para mejorar la productividad incluirían el endurecimiento de la política de competencia y el desplazamiento de la carga fiscal de las rentas a la tierra. Y eso por no hablar de opciones más radicales como aumentar la democracia de los trabajadores o reducir la desigualdad. Además, un crecimiento económico más rápido llevaría a un aumento de los tipos de interés reales, lo que podría reducir los precios de los activos y disuadir el apalancamiento del que dependen las estrategias de “recoger céntimos” de los bancos de inversión y del capital privado. Hay una poderosa coalición para la que todo esto es una perspectiva desagradable.

No hace falta ser marxista para creer que hemos llegado a un punto en el que las relaciones de producción se han convertido en un grillete para las fuerzas productivas. Joel Mokyr ha escrito:

Toda sociedad, si la dejas sola, será tecnológicamente creativa solo por períodos cortos. Tarde o temprano, las fuerzas del conservadurismo… toman el control y se las arreglan, a través de una variedad de canales legales e institucionales, para frenar y, si es posible, detener la creatividad tecnológica por completo.

A los que nos formamos en los años 70 y 80 todo esto nos parece extraño. Nos educaron para ver el toryismo thatcheriano como un proyecto económico, aunque con el objetivo de lograr un cambio cultural. Entonces, ¿no es la falta de interés por la economía otra forma en la que los tories se han vuelto anti-Thatcheristas?

Tal vez no. Tal vez los tories no estaban realmente interesados en la economía, sino en otra cosa.

Su preocupación por el relativo declive económico del Reino Unido en los años 70 podría haber estado menos motivada menos por el deseo de elevar el nivel de vida que por el temor a la pérdida de poder y prestigio del Reino Unido en la escena mundial. En este contexto, la guerra de las Malvinas fue más determinante que la política económica para transformar la autopercepción del Reino Unido, al igual que el Brexit refuerza ahora la imagen que el el Reino Unido tiene de sí mismo como una “nación” fuerte e independiente.

Y quizá la afirmación de Thatcher sobre el “derecho de los directivos a gestionar” no era un medio para aumentar la eficiencia, sino más bien un deseo de imponer las jerarquías tradicionales. La crisis de los 70 no fue tanto una crisis económica -el PIB real creció entonces mejor que en los últimos años- como política. A los trabajadores trabajadores se les subían los humos, y los conservadores odiaban eso.

Por lo tanto, puede que el auge y el declive de la importancia de la economía en el partido conservador (y en los medios de comunicación) no es algo tan extraño después de todo. La economía no era más que una herramienta para lograr un sentimiento de orgullo nacional y preservar la desigualdad, y la herramienta podía devolverse con seguridad al cobertizo cuando el trabajo estaba hecho.

* Esto no es simplemente el resultado de la crisis financiera. Mi gráfico muestra que el crecimiento de las rentas disminuía antes. Y de todos modos, la crisis fue endógena.

* Nótese la fuerte correlación en mi gráfico entre el crecimiento del Reino Unido y el de Estados Unidos. Es consistente con la observación de Landon-Lane y Robertson de que el crecimiento a medio plazo es el resultado de factores principalmente supranacionales.

Publicado originalmente en el blog del autor.

Traducción del inglés de Daniel Gascón.

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Chris Dillow es economista y escribe en el blog Stumbling and Mumbling (http://stumblingandmumbling.typepad.com).


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