Ayer tuve una conversación sobre mi trabajo, sobre cómo y por qué empecé a estudiar la desigualdad hace más de treinta años, cuál era mi motivación, cómo es trabajar estudiando la desigualdad de ingresos en una sociedad oficialmente sin clases (y no democrática), si al Banco Mundial le preocupaba la desigualdad, etc. Mi entrevistador y yo acabamos hablando de cuestiones metodológicas y de la inevitable influencia de Marx en mi trabajo. Quiero presentar esto de manera más sistemática aquí.
La influencia de Marx más importante en la gente que trabaja en las ciencias sociales es, creo, su interpretación económica de la historia. Se ha convertido en algo tan mainstream que ya no lo asociamos mucho a Marx. Y está claro que él no fue el único o incluso el primero que la definió. Pero la aplicó de la manera más consistente y creativa.
Aunque pensemos que esa interpretación de la historia es común hoy, no es así completamente. Tomemos por ejemplo la disputa actual sobre las razones que hicieron que Trump llegara al poder. Algunos (muchos de los que pensaban que todo lo que había antes estaba bien) le echan la culpa a un estallido espontáneo de xenofobia, odio y misoginia. Otros (como yo) vemos que ese estallido lo ha provocado un estancamiento económico y de los salarios de la clase media, y un aumento de la inseguridad (en el trabajo, en los gastos sanitarios, en la incapacidad de pagar la educación de los hijos). Este último grupo coloca primero los factores económicos y explica cómo condujeron al racismo y demás. Hay una gran diferencia entre las dos aproximaciones, no solo en su diagnóstico de las causas sino, de manera más importante, en su visión de lo que hace falta hacer.
La segunda enseñanza de Marx que creo que es absolutamente indispensable en los trabajos sobre desigualdad de ingresos y riqueza es observar que las fuerzas económicas que influyen en los procesos históricos lo hacen a través de “grupos grandes de gente que están en diferentes posiciones en el proceso de producción”, es decir las clases sociales. Las clases pueden definirse por la diferencia en el acceso a los medios de producción, como insistió Marx, pero no solo a partir de eso. Volviendo a mi trabajo sobre las economías socialistas, existía una crítica izquierdista muy influyente de los sistemas socialistas que sostenía que las clases sociales en esos sistemas se formaban a partir de un acceso desigual al poder estatal. La burocracia puede por supuesto verse como una clase social. Y no solo bajo el socialismo, sino también en formaciones precapitalistas en las que el rol del Estado como “extractor de plusvalía” era importante, desde el antiguo Egipto a la Rusia medieval. Muchos países africanos hoy pueden analizarse desde ese perspectiva. En mi próximo libro, Capitalism, alone, uso esta misma aproximación con respecto a los países con capitalismo político, especialmente China.
En resumen: el análisis de clase es absolutamente crucial para todos los que estudian la desigualdad precisamente porque la desigualdad, antes de convertirse en un fenómeno individual (“mi salario es bajo”), es un fenómeno social que afecta a franjas muy amplias de la población (“mi salario es bajo porque las mujeres son discriminadas”, o porque los afroamericanos son discriminados, o porque los pobres no tienen acceso a una buena educación, etc.). Voy a dar un par de ejemplos de lo que estoy pensando: el trabajo de Piketty sobre los salarios más altos en Franciay el libro de Rodríguez Weber sobre la distribución salarial en Chile en el largo plazo (“Desarrollo y desigualdad en Chile (1850–2009): historia de su economía política”). Por otra parte, creo que el trabajo de Tony Atkinson sobre Reino Unido y la distribución de la riqueza y los salarios cometía el error de no integrar un análisis de política y clase.
Aquí es donde el trabajo sobre desigualdad se separa de la clave de la microeconomía y la macroeconomía modernas: el agente representativo. El agente representativo destruye todas las distinciones importantes entre grandes grupos de gente con posiciones sociales distintas, y se centra en la observación de que todo el mundo es un “agente” que intenta maximizar su renta bajo una serie de restricciones. Esto es banalmente cierto. Y al ser banalmente cierto olvida la multitud de características que hacen a estos “agentes” realmente distintos entre sí: su riqueza, pasado, poder, habilidad para el ahorro, género, raza, propiedad de capital o necesidad de vender su fuerza laboral, acceso al Estado, etc. Diría incluso que cualquier trabajo serio sobre desigualdad debería rechazar el uso del agente representativo como una manera de aproximarse a la realidad. Soy optimista y creo que esto ocurrirá porque el propio agente representativo fue el resultado de dos procesos, ambos ahora en declive: un deseo ideológico, especialmente fuerte en Estados Unidos como consecuencia de presiones al estilo McCarthy, de negar la existencia de clases sociales, y una falta de datos heterogéneos. Por ejemplo, el ingreso medio o el ingreso por decil eran difíciles de calcular pero el PIB per cápita no.
La tercera contribución metodológica extremadamente importante de Marx es el descubrimiento de que las categorías económicas dependen de las formaciones sociales. Lo que son simples medios de producción (herramientas) en una economía compuesta de productores de pequeñas materias primas se convierte en capital en una economía capitalista. Pero va más allá. El precio de equilibrio (normal) en una economía feudal, o en un sistema gremial en el que no se permite que el capital se mueva entre las diferentes ramas será diferente de los precios de equilibrio en una economía capitalista con libre movimiento de capital. Para muchos economistas esto no es todavía algo obvio. Usan hoy categorías capitalistas del imperio romano, donde el trabajo asalariado (por citar a Moses Finley) era “espasmódico, informal y marginal”.
Pero aunque no se lleguen a dar cuenta del todo, de facto son conscientes de la importancia de la organización institucional de una sociedad a la hora de determinar los precios no solo de los bienes pero también de los factores de producción. De nuevo, lo vemos a diario. Imagina que el mundo produce exactamente la misma cantidad de materias primas y la demanda de ellas es exactamente la misma, pero esto se produce en economías nacionales que no permiten el movimiento de capital y trabajo, y luego en una economía totalmente globalizada donde las fronteras no existen. Obviamente, los precios del capital y el trabajo (los beneficios y salarios) serán diferentes en el último caso, la distribución entre propietarios de capital y trabajadores será diferente, los precios cambiarán a medida que los beneficios y los salarios cambien, la renta cambiará también al igual que los patrones de consumo, y finalmente incluso la estructura de producción se verá alterada. Eso es exactamente lo que está haciendo hoy la globalización.
El hecho de que las relaciones de propiedad determinan los precios y la estructura de producción y consumo es extremadamente importante. Esto subraya el carácter histórico de cualquier arreglo institucional.
La última de las contribuciones de Marx que me gustaría señalar -y quizá la más importante y grandiosa- es que la sucesión de formaciones socioeconómicas (o, de manera más restrictiva, de modos de producción) está propiamente “regulada” por las fuerzas económicas, incluida la lucha por la distribución del superávit económico. La tarea de la economía es global e histórica: explicar el aumento y la caída no solo de los países sino también de las diferentes maneras de organizar la producción: ¿por qué los nómadas fueron sustituidos por poblaciones sedentarias? ¿por qué el imperio romano de occidente se fragmentó en unos pocos terratenientes y siervos, mientras que el imperio romano en el este permaneció poblado por pequeños propietarios de tierras? Cualquiera que estudie a Marx no puede olvidar la grandiosidad de las preguntas que hace. Para un estudiante, usar curvas de oferta y demanda para determinar el coste de una pizza en su pueblo es algo aceptable, pero esa no es la labor más importante de la economía como ciencia social.
Publicado originalmente en el blog del autor: http://glineq.blogspot.com/
Traducción de Ricardo Dudda.
Branko Milanovic es economista. Su libro más reciente en español es "Miradas sobre la desigualdad. De la Revolución francesa al final de la guerra fría" (Taurus, 2024).