La bestia famélica

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Los mercados financieros, como siempre, parecen inmersos en eso a lo que yo llamaría el credo de CNBC[1]. Si la realidad se vislumbra a través del cristal de los medios especializados que buscan maximizar su auditorio, cada día y cada noticia será tratada como si fueran el punto de inflexión que determina la dirección del futuro. Estos medios tienen no sólo un peligroso sesgo de corto plazo, sino además una tendencia natural a encontrar el lado positivo en todo, pues asumen que la gente los verá más si ofrecen buenas noticias y presagian la abundancia futura. Si eso fuera cierto y la gente sólo quisiera oír optimismo y buenas noticias, mi blog sería un lugar solitario.

Esa tendencia a no ver más allá de las narices es peligrosa e influye en forma negativa en cualquier estrategia seria de inversión. Y quizá por ella sigue habiendo quienes ingenuamente piensan que la crisis ha quedado atrás, que todo se resolverá con un poco de optimismo y buena voluntad. A riesgo de sonar como disco rayado, le repito que nada ha cambiado, que ésta es la peor crisis económica que el mundo ha vivido desde los años treinta, y que las razones que la originaron siguen intactas en el mejor de los casos, o se han deteriorado en el peor.

Por ello, repito una vez más, que estoy convencido de que el futuro de nuestros hijos dependerá de cómo hagamos frente a esta crisis. En el mejor de los escenarios, llevará a un cambio de paradigma, a que veamos lo que tenemos enfrente en forma más responsable no porque hayamos madurado repentinamente sino porque la delicada realidad y la falta de alternativas fáciles forzarán a que surjan líderes más honestos y valientes. En el peor de los escenarios, veremos la repetición de la crisis de los treinta, y entonces habría que rezar porque el desenlace no sea el surgimiento de movimientos populistas, extremistas y radicales que pretendan buscar soluciones mágicas y señalar culpables. Vengo llegando de Berlín y esa ciudad es un buen recordatorio de lo que ocurre cuando las grandes crisis económicas generan una metástasis política y social.

El debate sobre las opciones que Estados Unidos tiene para aliviar su preocupante dilema fiscal refleja la complejidad no sólo del problema, sino también lo poco apetecibles que son las alternativas.

Durante décadas, los conservadores estadounidenses han sido partidarios de un gobierno tan pequeño como sea posible, y de bajos impuestos. Desde la época de Reagan se hablaba de que la única alternativa para forzar a que los gobiernos fueran fiscalmente responsables era llevarlos a situaciones extremas, a provocar su quiebra. “Starve the beast”, se decía; la alternativa era hacer que esa bestia voraz muriera de hambre para así forzarla a hacerse más pequeña y menos temible. La situación actual echa abajo ese argumento. La quiebra fiscal, lejos de propiciar frugalidad y planeación juiciosa, promueve demostraciones de poder de quienes defienden el status quo; lleva a que se recorte no aquello superficial y prescindible, sino lo que carece de grupos de poder que lo defiendan, aunque sea de enorme importancia social o económica.

Estados como California o Illinois optan por correr maestros, quitar programas de asistencia a gente pobre, sacar reos de las cárceles, o a empeñar el futuro mediante la emisión de pagarés o incrementando el endeudamiento. Todo antes que racionalizar el gasto público, quitando subsidios absurdos o reduciendo las prestaciones de sindicatos de trabajadores del estado (muy superiores a las de empleados de empresas privadas).

En cualquier seguro de salud provisto por una empresa privada en Estados Unidos, el empleado tiene que hacer lo que las aseguradoras denominan un co-pago cuando se va a una consulta médica o se compra una medicina. Éstos son usualmente de entre diez y veinte dólares por evento. Cuando en una negociación reciente con el sindicato de maestros de Wisconsin se les pidió acceder a que su plan de gastos médicos incluyera un co-pago como alternativa para evitar tener que despedir a quinientos maestros, el sindicato se negó a algo que simplemente los hubiera simplemente puesto en condiciones idénticas al cien por ciento de los sindicatos de empresas privadas. No hay mucha racionalidad en la negociación, lo que hay es un arrogante despliegue del poder que siente un grupo que sabe que tienen un aliado -que busca reelegirse- en la Casa Blanca[2].

A la larga, la posición que asumen las legislaturas estatales es suicida. Están optando por incrementar el número de alumnos en los salones de clase, reducir la proporción de maestros a alumnos, quitar programas de apoyo a estudiantes con necesidades especiales, y a cerrar escuelas, antes que enfrentarse con los poderosos sindicatos magisteriales. En el extremo, están acortando el número de créditos requeridos para que estudiantes se gradúen, condenándolos a una vida de deficiencias y mediocridad.

Medidas así garantizan que habrá menos empresas e industrias dispuestas a establecerse en sus estados, ante la escasez de trabajadores educados. A la larga, los habitantes de esas zonas ganarán menos, pagarán menos impuestos, y harán que la carga fiscal sea aún más pesada. Y lo será porque una de las principales fuentes de problemas proviene del enorme peso de los planes de pensiones de los trabajadores estatales. Un estimado muy conservador publicado por el Pew Center estima que el faltante asciende a más de un billón (millón de millones) de dólares. En forma increíble, los cálculos actuariales de lo que debía haberse aprovisionado incluyen estimados de rentabilidad anual en la inversión de los fondos del estado a tasas de alrededor de 8.5%. Si consideramos que la bolsa estadounidense está hoy al mismo nivel que tenía hace diez años, y que un bono del tesoro a treinta años ofrece alrededor de 3.5% de rendimiento, nos podemos imaginar la magnitud del problema y cuánto puede éste crecer si entramos en la segunda fase de esta crisis, como creo que ocurrirá.

Ante perspectivas tan poco alentadoras, uno esperaría que todos los estados estarían incrementando edades de retiro para los burócratas, máxime que éstas fueron fijadas cuando la esperanza de vida era sustancialmente menor y cuando las condiciones laborales eran mucho más difíciles. Lejos de ello, prefieren evitar el tema aun a sabiendas de que ese tipo de medida tendría un efecto contundente hoy, pero cada día que pasa su efecto es menor.

Viendo hacia delante, habrá tres alternativas ante la quiebra del estado. O se incrementa fuertemente el cobro de impuestos, o se decide simplemente no pagar las obligaciones del estado (pensiones, salud, etcétera), o se cubren todas las obligaciones imprimiendo dinero, lo cual es impensable porque generaría inflación estratosférica y tasas de interés que matarían a las empresas privadas, a las familias y al sector financiero. Para que tenga una idea de la magnitud del problema fiscal que Estados Unidos enfrenta, un estudio hecho por el Fondo Monetario Internacional, para cubrir el gasto público (incluyendo las obligaciones ya contraídas por el gobierno más intereses sobre la deuda) se necesita de un ajuste fiscal equivalente a 14% del PIB cada año. Esta cifra no cierra el déficit, simplemente permite que deje de crecer. Dado que la recaudación fiscal total es 14.9% del PIB, básicamente se necesitaría duplicar los impuestos para lograrlo.

Viéndolo desde otro ángulo, el Dr. Laurence Kotlikoff, profesor de economía de la Universidad de Boston, estima que la brecha fiscal total de Estados Unidos suma 202 billones (millones de millones) de dólares –casi 14 veces el PIB- si se incluyen todas las obligaciones implícitas en programas como Medicare, Medicaid, seguro social, etcétera. Es, por ello, ridículo que el gobierno del Presidente Obama haya decidido empeñar su capital político en reformar el sistema de salud estadounidense, incrementando sustancialmente las obligaciones del gobierno, antes que tratar de abaratar la provisión de servicios afectando a litigantes, aseguradoras y farmacéuticas. Haber hecho eso sería como si una persona desempleada y con las tarjetas de crédito topadas dedicara su tiempo a comprarle casas a la gente pobre; loable tarea, pero no muy inteligente hacerlo si no se tiene con qué.

¿Tendrá esta abrumadora realidad que ver con la “renuncia” de Peter Orszag como director de la Oficina de Presupuesto de la Casa Blanca?

La proverbial “bestia” sufre de evidente inanición pero los políticos prefieren evitarle a los votantes temas incómodos. Al igual que los medios de información, esperan recibir réditos de corto plazo si pintan un escenario lleno de prosperidad y esperanza.

Hoy se tiene la opción de tomar medidas muy dolorosas que pueden tener un impacto positivo en el futuro. El dolor, sin embargo, crecerá exponencialmente conforme nos tardemos en enfrentar la realidad.

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[1]CNBC es una cadena que transmite noticias financieras las 24 horas del día en ingles, en todo el mundo. Tiene versiones para Estados Unidos, Europa y Asia, y es quizá el medio más influyente para el análisis de noticias financieras y económicas.

[2]Después de haber terminado este texto, la apuesta resulto ser correcta pues el congreso demócrata aprobó una inyección de recursos de 26 mil millones de dólares a los estados para evitar el despido de maestros.

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Es columnista en el periódico Reforma.


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