¿Qué pensaba Marx sobre la desigualdad de ingresos en el capitalismo?

El pensador alemán creía que la clase precede a la distribución de la renta. Por eso creía que lo realmente importante era la abolición de las clases.
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Los que han leído a Marx saben que no le interesaba mucho el tema de la desigualdad en el capitalismo. Entre los que no lo han leído, pero conocen los puntos de vista de la izquierda de la socialdemocracia y suponen que el punto de vista de Marx debió de ser similar (solo que más radical), esto no es bien conocido, ni se entienden bien los motivos de tal actitud.

(Los puntos de vista de Marx sobre el tema están dispersos: están en los Grundrisse, El 18 Brumario…, El Capital, Crítica del programa de Gotha. Una explicación reciente muy agradable y sucinta puede verse en el artículo de Allen W. Wood “Marx on equality”).

Hay varios motivos por los que Marx trata la desigualdad tal y como la entendemos actualmente –es decir, la desigualdad de ingresos o riqueza entre individuos– como algo relativamente intrascendente.

El primer motivo tiene que ver con lo que es la contradicción principal, por oposición a la derivada, del capitalismo: la que existe entre los propietarios del capital y los que no tienen nada más que su fuerza de trabajo. Igual que Ricardo, Marx creía que la clase determina la posición de uno en la distribución de la renta. La clase es, pues, anterior a la distribución de la renta. Lo que importa es la abolición de las clases. Engels (que ciertamente tenía la misma opinión que Marx sobre este asunto) escribió: “La eliminación de toda desigualdad social y política” [como se afirma en el programa socialdemócrata que él critica] en lugar de ‘la abolición de las distinciones de clase’, es… una expresión muy dudosa, ya que entre un país, una provincia e incluso un lugar y otro, las condiciones de vida siempre evidenciarán una cierta desigualdad que puede reducirse al mínimo, pero nunca eliminarse por completo”. (Carta a August Babel) Así, “clamar por… una remuneración equitativa sobre la base del sistema salarial es lo mismo que clamar por la libertad sobre la base de la esclavitud” (Marx, Valor, Precio y Beneficio).

Una vez abolidas las clases, las “instituciones de trasfondo” son justas y es el momento de comenzar cualquier discusión real sobre lo que es una distribución justa. Este es el tema sobre el que Marx escribió relativamente tarde en su vida, en Crítica del programa de Gotha en 1875. Allí introdujo la famosa distinción entre la distribución de la renta en el socialismo (“a cada uno según su trabajo”) y en el comunismo (“a cada uno según sus necesidades”).

En el socialismo, como escribe Marx, la igualdad de trato presupone una desigualdad original porque las personas con capacidades físicas o mentales desiguales serán recompensadas de forma desigual: “Este derecho igual es un derecho desigual para un trabajo desigual”. (Crítica…).  

Sin embargo, en el comunismo, en una utopía de la abundancia, la igualdad real puede implicar una desigualdad observada en el consumo, ya que algunas personas cuyas “necesidades” son mayores deciden consumir más que otras personas cuyas “necesidades” son menores. Si en una hipotética sociedad comunista observamos un coeficiente de Gini de 0,4 como en los Estados Unidos actuales, esto no nos dice nada sobre las desigualdades en las dos sociedades, y desde luego no nos dice que las dos sociedades presenten el mismo nivel de desigualdad. En una (el comunismo) se trata de una desigualdad voluntaria, en la otra involuntaria.

Por supuesto, eso hace pensar en el “enfoque de las capacidades” de Amartya Sen: la consecución de la igualdad podría requerir un tratamiento desigual de los individuos desiguales.

El segundo motivo de relativa despreocupación proviene de la insistencia de Marx en que la producción y la distribución están “unificadas”: el modo de producción capitalista, con la propiedad privada de los medios de producción y el trabajo contratado, da como resultado una determinada distribución de la renta. No tiene sentido centrarse en un cambio en la distribución mientras las dotaciones se distribuyan de forma desigual, y algunas personas, gracias a esa distribución desigual de las dotaciones, puedan cobrar ingresos mientras contratan a otras para trabajar. Marx discrepa aquí explícitamente de J. S. Mill, que pensaba que las leyes de la producción son “físicas” o “mecánicas”, mientras que las leyes de la distribución son históricas. Para Marx, ambas son históricas.

Cualquier distribución de los medios de consumo es solo consecuencia de la distribución de las propias condiciones de producción. Esta última distribución, sin embargo, es una característica del propio modo de producción. El modo de producción capitalista, por ejemplo, se basa en el hecho de que las condiciones materiales de producción están en manos de los no-trabajadores en forma de propiedad del capital y de la tierra, mientras que las masas solo son propietarias de las condiciones personales de producción, de la fuerza de trabajo. Si los medios de producción están así distribuidos, resulta automáticamente la distribución moderna de los medios de consumo. (Crítica del programa de Gotha).

Y lo que es más importante:

el socialismo vulgar ha tomado de los economistas burgueses la consideración y el tratamiento de la distribución como independiente del modo de producción y, por tanto, la presentación del socialismo como algo que gira principalmente en torno a la distribución. (Crítica...)

Este punto de vista puede criticarse señalando el papel redistributivo del Estado. En la época de Marx ese papel era mínimo y, por tanto, la distribución de la renta reflejaba perfectamente la distribución de las dotaciones. Pero si el vínculo entre ambos se rompe o se modifica a través de la intermediación del Estado, el modo de producción ya no determina únicamente la distribución de “los medios de consumo”.

El tercer motivo de despreocupación es más filosófico. El trabajo contratado implica la alienación del trabajador del significado y el producto de su trabajo. Si la cuestión fundamental es la alienación, no puede superarse con meras mejoras en la distribución de la renta. Como trabajador contratado en Amazon, estoy tan alienado de mi trabajo en Amazon si mi salario es de diez dólares por hora como si es de cincuenta dólares por hora. Para superar la alienación hay que abolir tanto la propiedad privada como la división del trabajo.

Todos estos motivos llevan a rechazar la relevancia de la desigualdad como tal en el capitalismo. ¿Cómo se justifica entonces la actividad sindical, o el activismo social en general, si la mejora de las condiciones materiales de los trabajadores no puede ser el objetivo último de un movimiento de inspiración marxista que opere en condiciones capitalistas? Aquí, Marx adopta una postura muy diferente a la habitual de los socialdemócratas. La lucha por el aumento de los salarios, la reducción de la semana laboral, la disminución de la intensidad del trabajo, etc., es valiosa porque pone de manifiesto la naturaleza antagónica de las relaciones capitalistas y, lo que es más importante, porque el trabajo conjunto y la unidad de propósito implícitos en el activismo social crean vínculos que presagian la futura sociedad de la colaboración e incluso del altruismo.  Como escribe Shlomo Avineri: “[La asociación de trabajadores] no tiene un significado estrictamente político ni sindical: es el verdadero esfuerzo constructivo para crear la textura social de las futuras relaciones humanas” (El pensamiento social y político de Karl Marx, p. 142).

El objetivo primordial de ese activismo social es… pedagógico: el aprendizaje de la cooperación social, y solo en segundo lugar, la mejora de las condiciones económicas de la clase trabajadora –o de cualquier otro grupo cuyos intereses se promuevan así: género, raza o etnia–. (Incluso se puede ir más allá y decir que ese activismo social es la esencia de la praxis: “la configuración consciente del hombre de las condiciones históricas cambiantes” (Kolakowski, vol. 1, p. 138)).

Por todo ello, el estudioso de la distribución de la renta, en el sentido actual del término, o el activista social que propone una u otra medida meliorativa, se ve envuelto en algo que, desde la perspectiva de Marx, si bien no es inútil, ya que hace más patentes los contradictorios intereses de clase subyacentes, fundamentalmente hace poco por mover la realidad de la vida bajo el capitalismo hacia la creación de justas “instituciones de trasfondo”.

Traducción de Daniel Gascón

Publicado originalmente en el blog del autor.

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Branko Milanovic es economista. Su libro más reciente en español es "Miradas sobre la desigualdad. De la Revolución francesa al final de la guerra fría" (Taurus, 2024).


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