¿Qué problema se quiere solucionar con la renta básica universal?

A partir de un relato de ciencia ficción que imagina la incidencia de la ciencia y la tecnología en nuestra vida futura, en particular, la automatización y la aplicación de la renta básica universal, un análisis del impacto en el mundo real de esta política.
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Este ensayo forma parte de Future Tense Fiction, un conjunto de cuentos publicados por Future Tense y el Center for Science and the Imagination de Arizona State University sobre cómo la tecnología y la ciencia cambiarán nuestras vidas. Durante 2018, Future Tense Fiction publicará mensualmente un cuento y un ensayo en el que se analizan los temas de ese cuento. Sebastian Johnson, defensor de la renta básica universal, escribió una respuesta al cuento “Burned-Over Territory”, de Lee Konstantinou. Lee el cuento (en inglés) en el sitio de Slate.

 

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¿Qué tienen en común casi 1.8 millones de conductores de camiones de larga distancia, miles de radiólogos y contadores, y el campo entero del periodismo? Algunos expertos creen que estas profesiones, entre otras —alrededor de la mitad de todos los puestos de trabajo que existen en la actualidad, según una estimación—, podrían convertirse en cosa del pasado en las próximas dos décadas. Casi tres cuartas partes de la población en Estados Unidos teme el futuro de la automatización y los trastornos que causará.

El miedo a nuestra propia obsolescencia es tan antiguo como el personaje ficticio Ned Ludd. Pero el alcance y la escala de la alteración proyectada —se estima que se perderán 73 millones de puestos de trabajo para 2030 solo en Estados Unidos— han vuelto a poner la amenaza de la automatización en el centro de nuestra atención. ¿Se parecerá este futuro, no tan lejano, al mundo de la serie animada de televisión Los Supersónicos, una reluciente utopía de rascacielos lujosos y automóviles inteligentes voladores? ¿O se parecerá más bien la reciente versión de Jimmy Palmiotti de Los Supersónicos: con un mundo infernal dominado por una élite acaudalada que vive encima de un planeta arruinado?

Muchos especialistas en tecnología y expertos han propuesto la renta básica universal (RBU) como una forma de enfrentar el fantasma del desempleo causado por los avances en el campo de la inteligencia artificial. La RBU otorgaría a cada persona, sin ninguna condición a cambio, un monto mensual para cubrir las necesidades básicas y así evitar caer debajo de la línea de pobreza. Según sus defensores, los beneficios de la RBU serían eliminar la pobreza, distribuir de manera más justa la riqueza generada por medio de la tecnología y contribuir a que las personas prosperen. Los críticos son menos optimistas y consideran que la RBU es un engaño que desmantelaría el Estado de bienestar y que se trata de una política mal planteada que le quitaría a las personas la sensación de orgullo y autorrealización que genera trabajar, además de una respuesta completamente inadecuada para los problemas estructurales del capitalismo tardío.

En el cuento “Burned-Over Territory”, Lee Konstantinou explora las tensiones entre las promesas y los peligros de la automatización, así como algunas de estas preguntas sobre el impacto de la RBU. Konstantinou crea una versión alterada de nuestra realidad económica —como si se viera reflejada en esos espejos distorsionados de feria— ubicada a finales del siglo XXI, y ofrece una visión de la RBU verdaderamente pesimista. En el cuento, a pesar de que existe un programa nacional de renta básica, 100 millones de personas viven en la pobreza extrema y el resto lucha por tener una existencia decente con un trabajo informal de entrenador de robots. Ese mundo ficticio atraviesa lo que se conoce “estancamiento”, caracterizado por altos niveles de desempleo, desindustrialización, deterioro urbano y una epidemia de consumo de drogas. Sobra decir que este futuro no es el comunismo lujoso y completamente automatizado que nos prometieron.

Sin embargo, el elemento más interesante de la historia de Konstantinou es la idea de que la RBU puede influir en las relaciones sociales y económicas que establecemos con los demás. El protagonista es miembro de la Federación, un colectivo de casas grupales en las que los residentes se organizan para compartir sus rentas básicas. Las casas de la Federación usan ese dinero común para adquirir artículos de primera necesidad en el mercado externo. “Es como una tienda Costco comunista”, bromea uno de los personajes. Los residentes hacen una solicitud para acceder a una casa básica, tal como un estudiante se postula a un programa de becas, y deben elaborar un plan personal de cinco años en el que se comprometen a realizar un proyecto significativo. Todas las ganancias obtenida con los proyectos personales van al fondo común. Los miembros, sin embargo, están divididos en cuanto al proceso de admisión a las casas, no se ponen de acuerdo sobre qué hacer con las ganancias ni si deberían participar en el mercado laboral.

A través de una narración inteligente, Konstantinou aborda la cuestión central del debate sobre la automatización y la RBU: de qué manera la tecnología reconfigura el modo en que el trabajo nos ofrece un propósito y cómo deberíamos dividir las ganancias. Con frecuencia, la RBU se plantea como un beneficio por duplicado: por un lado, un seguro contra los robots que vienen a ocupar nuestros puestos de trabajo; por otro, es la satisfacción de nuestro deseo de no volver al trabajo el lunes por la mañana. Ambos beneficios obvian una interrogante: ¿qué pasaría si no hubiera trabajo? Sin embargo, esa no es la pregunta clave: a la RBU hay que pensarla como la respuesta a una pregunta diferente: ¿qué pasaría si pudiéramos elegir el trabajo que mejor se adecúa a nosotros y recibiéramos una compensación justa por él?

Por ejemplo, pensemos en lo gratificante —e infravalorado— que es el trabajo de cuidar niños y personas enfermas diariamente, trabajo realizado principalmente por mujeres, en detrimento de su participación en el mercado laboral remunerado. ¿Qué pasaría si tanto hombres como mujeres tuvieran un seguro, como el que brinda la RBU, y pudieran compartir las responsabilidades familiares y comunitarias de manera más equitativa?

La RBU no es una forma de hacer que las personas encajen en un universo de algoritmos. Es una forma de preservar lo que hay de humano en nuestro mundo, al ampliar las opciones que tienen las personas dentro del sistema económico. En la actualidad, nuestro sistema económico está estructurado para recompensar a los que poseen la tecnología y el capital, y transferir los riesgos inherentes al sistema a los trabajadores y usuarios finales. Las grandes corporaciones han inyectado sus ganancias en el sistema político, lo cual fortalece sus ventajas y perjudica los intereses de todas las demás personas. Lo que hemos recibido a cambio han sido continuas vulneraciones de datos y violaciones a la privacidad, tercerización de trabajos, horarios que cambian todo el tiempo y puestos de trabajo de porquería, sin futuro, que no nos permiten ahorrar para objetivos futuros.

La RBU podría mejorar la posición negociadora del trabajador no en un futuro lejano, sino ahora, en el presente. Representa una alternativa a los empleos de bajos ingresos con largas jornadas que sirven para apenas llegar a fin de mes. Les daría a los trabajadores la posibilidad de adquirir nuevas habilidades y dedicar tiempo a sus familias; beneficios que redundarían en la economía general.

Además, la RBU permitiría a los trabajadores pensar en formas de organización económica por fuera de la dinámica tradicional de capital y trabajo. Las comunidades como la Federación del cuento de Konstantinou son una posibilidad, pero también existen las cooperativas de trabajadores y otros modelos de organización que tienen como objetivo democratizar el trabajo y distribuir los ingresos de manera más equitativa. Por último, la RBU podría ayudar a enmendar la distribución injustificada e increíblemente desigual de las ganancias económicas producidas por la tecnología web, que se basa, no olvidemos, en el recurso valioso y renovable de nuestros datos personales.

 La RBU puede darnos la posibilidad de imaginar juntos una economía que recompense la innovación y, al mismo tiempo, permita que todas las comunidades subsistan de forma equitativa. Es una oportunidad de enfocarnos en perspectivas que, muchas veces, se suelen dejar de lado en los debates económicos, como las de las mujeres latinas y afroamericanas, que son la base de gran parte de las riquezas generadas por nuestra economía. El programa Magnolia Mother’s Trust, un programa piloto de RBU para familias afroamericanas de bajos ingresos de Jackson, Mississippi, es un esfuerzo prometedor. Esta nueva iniciativa otorgará a quince mujeres afroamericanas que estén a cargo de su hogar 1,000 dólares al mes durante un año, una cifra que representa más del doble de su ingreso anual. Aisha Nyandoro, cuya organización encabeza el proyecto, explicó que todo surgió a raíz de la convicción de que “todas las personas tienen la fuerza y la capacidad de ser autoras de sus propias vidas”.

El cuento de Konstantinou concluye con cierta incertidumbre, que refleja a la perfección la zozobra y turbulencia de la actualidad económica y política. No sabemos si el futuro estará plagado de automatizaciones perjudiciales y, en ese caso, tampoco sabemos si la RBU podrá ayudarnos. Sin embargo, hoy en día sabemos lo suficiente como para exigir una economía que funcione para todos; y tal vez la RBU tendrá un papel muy importante para lograrlo.

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