A la ensayista Jessa Crispin (Kansas, 1978) se la conoce por poner el dedo en la llaga del movimiento feminista. Lo hizo con su libro Por qué no soy feminista, en el que criticaba irónicamente a las nuevas feministas del mundo de la moda, el cine e incluso las empresas. Crispin rechaza las chapas del time’s up, los discursos de Oprah Winfrey y todo el envoltorio comercial del movimiento. También su transversalidad. Su discurso sale desde la izquierda estadounidense más escorada hacia figuras como Bernie Sanders. Ella aboga por un cambio total. Ahora ha pasado por España para presentar su último libro, El complot de las damas muertas (Alpha Decay), un recorrido por figuras femeninas como Alma Mahler, Nora Barnacle, la mujer de Joyce, o Vera Stravinsky. De él y de sus reflexiones sobre el feminismo hablamos en esta entrevista.
Llegó a las mujeres que retrata en su libro a partir de los viajes que hizo por Europa, pero ¿cómo se interesó por ellas?
Siempre he tenido interés en gente con vidas no convencionales, ya que la mía sí lo fue durante muchos años mientras estuve viviendo en Kansas. Me fascina esa gente que tiene tantas aventuras y les da todo igual. Estaba fascinada por estas mujeres porque había leído mucho sus historias, pero no había escrito sobre ellas. Cuando me puse a reflexionar sobre mi propia vida las usé para explicarme a mí misma mi manera de vivir.
¿Quiénes son estas mujeres?
Me interesan mujeres como Alma Mahler. En su momento todo el mundo la odiaba porque tenía muchas zonas oscuras… Se la veía como un mal bicho. Pero yo la adoro. Cuando pensamos en esposas de personajes ilustres no pensamos en figuras como Alma Mahler, sino en aquellas que están en casa hasta que viene el marido. Pero a mí me interesan esas historias que no se ven en la televisión o el cine, porque últimamente solo se están representando las historias de mujeres pequeñas y limitadas y no se piensa en las grandes vidas, en mujeres de vida disoluta, sino más bien en lo mundano.
¿Mujeres pequeñas y limitadas como cuáles? ¿Por qué lo ve así?
La ficción lo que está buscando ahora son figuras que se pueden relacionar con un determinado modelo de conducta: la chica que después de muchas peripecias por fin consigue un trabajo o un novio. No estamos abriendo todas las posibilidades vitales que podría tener una mujer. Nos estamos quedando en lo anecdótico.
Sí, pero se lo decía porque eso suena bastante conservador.
Sí. Por ejemplo, tenemos el caso de Coco Chanel. El discurso tradicional era tenerla como un referente que construyó un imperio y fue libre, pero ahora se insiste en su lado negativo, como que se follaba a nazis. Bueno, de vez en cuando y según las circunstancias igual no está mal follarse a un nazi. A mí lo que me interesa de estas figuras es lo que ahora se desprecia, que si era una loca, una mentirosa o que su comportamiento era inapropiado. La ficción ahora no quiere los comportamientos inapropiados y revolucionarios. Se prefiere el modelo de la serie The good wife donde tienes a mujeres que son abogadas, médicas que salvan vidas y no tienen esta incorrección.
Pues este verano se elevó a icono feminista a Wonder Woman. Como supermujer revolucionaria, líder, etc.
Al final en esta apreciación de iconos feministas nos quedamos en ideas muy felices como la sororidad y ayudarnos y divertirnos, y si esto es el feminismo pues igual lo que tendremos son figuras como esta, una heroína que sale al mundo con tetas grandes que le van botando y yo lo rechazo.
¿Todo esto no es muy paradójico en esta tercera ola del feminismo? ¿No es una ola bastante confusa?
Yo creo que ahora mismo el discurso principal de muchas mujeres que se autodenominan feministas es el de la igualdad. Pero en realidad su objetivo no es la igualdad, sino que buscan una ambición personal. Yo creo que no debemos centrarnos en que haya más mujeres en la política o en las empresas y pensar que eso está basado en la igualdad porque las empresas funcionan bajo la idea del poder, la diferencia, el dinero y la jerarquía. Si lo que tenemos son mujeres luchando por tener más poder lo que van a reproducir es el sistema patriarcal. Es decir, cambiar mujeres por hombres no es darle la vuelta al sistema sino tener un patriarcado con mujeres. Por tanto, si la idea del feminismo es la ambición personal eso no va a cambiar las cosas. Yo por lo que abogo es por una idea de revolución, de cambio.
Usted tampoco cree, por tanto, a las grandes empresarias que abogan ahora por el feminismo o se declaran feministas. En España hace poco la presidenta del Banco Santander afirmó que era feminista. Usted ya criticó a Hillary Clinton por esto. No se las cree.
¿Crees que una mujer que dirige un gran banco mundial puede ser feminista? Ser mujer no te concede un extra feminista. Lo mismo se puede aplicar con otras mujeres que están en puestos de poder. Por ejemplo, en Alemania la líder del partido de extrema derecha es una mujer lesbiana, ¿y es feminista? Estas mujeres dañan la igualdad con sus ideas y decisiones, así que no, no las creo.
Más allá de estas mujeres con poder, lo que más escucho en los discursos de feministas son ideas relacionadas con la maternidad, los cuidados, la conciliación en relación con los hijos… Un discurso que parece muy conservador, como si las mujeres no pudieran hablar de otros temas. Usted es una mujer de izquierdas. Es raro que la crítica solo vaya a esas mujeres con poder.
Sí, el problema del feminismo y el pensamiento político de izquierdas en su sentido más amplio es que no se ha integrado ni el marxismo ni el anarquismo. Pero también es verdad que la sociedad no se toma en serio asuntos como la maternidad y los cuidados y alguien tiene que hacerlo. No hay suficiente cultura sobre el hecho de ser mujer. Incluso entre las mujeres hay un pensamiento muy conservador sobre este hecho de ser mujer, lo que abunda en eso que acabas de comentar. Quizá hay una preocupación excesiva por aspectos exclusivamente femeninos como la maternidad, ya que evidentemente los hombres no pueden parir los hijos. Y es verdad que se sucumbe a una especie de debilidad, pero no creo que esto sea un problema intelectual sino social, puesto que es la propia sociedad la que no te permite pensar en estos temas.
¿Cuántos hombres la han entrevistado estos días?
Ninguno.
¿Por qué?
Bueno, es curioso porque en Italia me entrevistaron muchos más hombres así que quizá esto sea un problema de España y no de los hombres.
Se lo preguntaba porque ¿no cree que con el movimiento de mujeres que hay actualmente puede sobrevenir una reacción?
Los hombres tienen que pensar en su propio proyecto de género de la misma manera que lo han hecho las mujeres. Las mujeres a lo largo del tiempo se han entendido, han hablado y han construido un proyecto que tal y como yo lo entiendo tiende hacia la androginia. Los hombres se están resistiendo a este proyecto, incluso en la izquierda, y todavía no he encontrado que se esté elaborando una versión masculina de El segundo sexo, es decir, un reexamen de la sexualidad masculina a partir de nuevas interpretaciones del placer y la belleza. Normalmente los hombres han asumido en toda esta estructura, incluso en la familia, un papel de protección, pero a mí eso no me interesa porque la familia es un modelo que lo que hace es perpetuar el patriarcado. A mí me interesa una nueva idea del hombre en la que se confundan los sexos. Hombres que vistan faldas, que expresen sus emociones y que renueven su masculinidad a partir de un proyecto intelectual. Algunos fenómenos que se han dado últimamente como el integrismo religioso, los tiroteos en EEUU o la propia cultura corporativa de las empresas lo que muestran es a una sociedad enferma, y si los hombres van a colaborar con la igualdad tendrían que hacerlo de otra manera y no por la vía de la resistencia para que no haya esta sociedad enferma.
¿Y las mujeres qué podemos hacer? Porque usted critica la transversalidad, las marchas de las mujeres que ha habido recientemente, ciertos discursos… ¿Qué hacer?
Esa es una pregunta con respuesta complicada. Todo lo que tenemos a nuestro alrededor apoya la estructura patriarcal. Por tanto tenemos que pensarlo todo de nuevo desde el principio. Y no se puede cambiar con pequeñas acciones como una donación para apoyar el control de la natalidad, sino integrar el feminismo como una ideología. Las acciones individuales no comportan ningún cambio, lo que comporta un cambio es repensarlo todo de nuevo porque así podrás tener una alternativa a lo que hay ahora. Es decir, o cambiamos de modelo y destruimos lo anterior o no cambiará nada porque no se pueden cambiar las cosas con parches. Eso no funciona.
es periodista freelance en El País, El Confidencial y Jotdown.