Paul Volcker, nueve décadas contra la inflación

El economista Paul Volcker (1927-2019), presidente de la Reserva Federal de EEUU durante las presidencias de Carter y Reagan, luchó toda su vida contra la inflación y reivindicó una mayor regulación bancaria.
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Arquitecto del orden económico actual, Paul Volcker es una de las figuras más importantes para la gobernanza económica de las últimas décadas, tanto por la batalla que ganó como por la que perdió, y aun y todo siguió luchando. De muchas maneras, cambió el consenso macroeconómico en torno a la inflación, dando lugar a los niveles actuales y cimentando la legítima independencia de los bancos centrales. Al mismo tiempo, sus incansables esfuerzos por regular al sistema financiero en los años 80 cayeron en el olvido hasta 2008, cuando obtuvo una última victoria como asesor de Obama con la llamada ley Volcker, que restringe sustancialmente los riesgos que pueden asumir los bancos.

Si hay algo en lo que coinciden todos aquellos que trataron con Volcker es en su profunda integridad. Un servidor público de los de antes, durante sus últimos meses seguía escribiendo, contribuyendo al debate público, preocupado por el deterioro de las instituciones norteamericanas y los intentos de Trump de disminuir la independencia de la Reserva Federal. Demasiado alto para no resultar tosco, demasiado taciturno para no intimidar a aquellos que poco conocía, dicen que era un hombre tímido en las distancias cortas con un gran sentido del humor. Austero y frugal como sus políticas, cuentan que cuando el asiento del conductor de su coche se hundió, lo aguantó con una silla en vez de cambiar de coche.

Durante décadas, la inflación fue su mayor enemigo y su mayor obsesión, desde que la escogió como tema de su trabajo de fin de grado (o senior thesis), en 1949, hasta el rol central que juega en sus memorias, publicadas el año pasado. Por suerte para todos, esta fue la batalla que Volcker indudablemente ganó. En este sentido, pocas personas han influenciado más la evolución de la economía en las últimas décadas.

El primer puesto de peso de la carrera de Volcker fue como secretario de Estado para asuntos fiscales y monetarios entre 1969 y 1975. Aquellos años fueron los últimos años de Bretton Woods, durante los que EEUU perdía hegemonía económica y mantener el dólar fijo al oro era cada vez más difícil. La impresión desenfrenada de dinero para financiar la guerra de Vietnam puso excesiva presión sobre la divisa, y el tipo de cambio fijo murió tras sucesivas devaluaciones. Dichas devaluaciones alimentaron los altos niveles de inflación de los setenta, hasta que Jimmy Carter nombró a Volcker director de la Reserva Federal en 1979. En contexto, la inflación norteamericana comenzó la década de los ochenta en un 13,6% (incluso en Japón se acercó al 8% ese año, ¡y en Alemania al 5,5%!). Sin embargo, Volcker tenía un objetivo claro.

Poco después asumir su cargo como director de la Reserva Federal, convocó una rueda de prensa (algo nunca visto) y anunció una guerra abierta contra la inflación. Para dar fuerza a sus promesas, cambió del control del tipo de interés al control de la oferta monetaria y permitió que los tipos de interés llegasen al 21,5%, resultando en una fuerte desaceleración económica (que costó la presidencia a Carter, algo que siempre apenó a Volcker). Sin embargo, en 1983 la inflación había llegado al 3%, de donde prácticamente no se ha movido.

Así, el empeño de Volcker resultó en un profundo cambio de mentalidad colectiva. Más allá de Alemania y sus vecinos, la inflación pasó de jugar un papel absolutamente secundario a convertirse en el primer objetivo de la política macroeconómica, asumida universalmente como tal por los países desarrollados. De muchas maneras, se podría decir que incluso facilitó la creación de nuestra unión monetaria, pues sin tal cambio en el consenso económico global no está nada claro que los países del sur de Europa hubiesen aceptado la disciplina monetaria alemana. Volcker, más que cualquier otra cosa, nos ha legado un mundo de baja inflación.

Dicho esto, Volcker perdió su segunda gran batalla. Conseguido el primer objetivo, dedicó su segundo mandato (1983-87) a intentar establecer un estricto régimen de regulación bancaria. Los ochenta vieron la explosión de numerosas innovaciones financieras, con la proliferación de productos sintéticos que facilitaban la especulación. Volcker entendió inmediatamente el peligro que suponían para la estabilidad del sistema financiero, pero nadaba a contracorriente. La mentalidad de la época consideraba que los riesgos sistémicos eran producto de un pasado de mercados imperfectos. Si algo está claro es que los años han dado la razón a Volcker.

En vísperas de la crisis financiera, Volcker, con su característico sentido del humor, dijo que el sistema financiero se hallaba peligrosamente confundido. Tras la debacle, Obama lo llamó para liderar el recién creado Economic Recovery Advisory Board (Consejo Asesor para la Recuperación Económica).

Aunque muchos de los ambiciosos objetivos Volcker no vieron su fruto, en su novena década de vida consiguió aquello que había intentado mucho antes y que pasó a conocerse como la “Regla de Volcker”. Esta ley establece, en términos simples, que los traders no pueden especular con los activos (es decir los depósitos) de su banco, algo que hacían ampliamente en los años anteriores a la crisis. El efecto en el nivel de riesgo del sistema financiero al igual que la cultura de dicha industria es muy sustancial.

Tal vez quede poco que aprender sobre las políticas que permitieron a Volcker reducir los niveles de inflación; hoy en día la inflación es demasiado baja. Sin embargo, sin aquella guerra que declaró ante las cámaras, hoy viviríamos en un mundo tremendamente distinto. No cabe, pues, más que lamentarnos de que no tuviese un mayor éxito en el ámbito financiero, en el que aún quedan batallas por librar.

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Es economista y trabaja en el think tank Bruegel.


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