En Capitalismo nada más, que publica la editorial Taurus, el economista Branko Milanovic afirma que el capitalismo domina el mundo y explica que existen dos modelos antagónicos: el modelo de capitalismo político, representado por China, con fuerte influencia política y altos niveles de corrupción, y el modelo de capitalismo liberal meritocrático, que tiende hacia la concentración de riqueza y la desigualdad.
En su libro afirma que estamos experimentando un proceso de reversión de la primera revolución industrial. La convergencia económica entre Asia y Occidente nos acerca al siglo XIX, cuando no había tanta desigualdad entre regiones.
La primera revolución industrial enriqueció a América del Norte y Europa. China no solo no creció sino que se volvió más pobre. Esto creó la brecha entre el primer mundo y lo que luego se denominaría el tercer mundo. También creó lo que, en términos marxistas, se denominaba una “aristocracia de los trabajadores”, porque la clase trabajadora en los países occidentales mejoró sus condiciones y por lo tanto se perdió la “conexión” con la población pobre en el tercer mundo, porque se alejaron materialmente. También creó las revoluciones del siglo XX, la de 1917 en Rusia y las de Europa y China. Creó fundamentalmente una visión tripartita del mundo. La actual revolución tecnológica, especialmente desde 1989, está deshaciendo los efectos de la anterior revolución industrial al permitir que Asia se ponga al día con los países ricos. Está haciendo al mundo más similar. Esto está erosionando el poder económico, político y militar que ha tenido Occidente en los últimos dos siglos.
Afirma, en contra de quienes predicen el fin del capitalismo, que estamos presenciando su triunfo.
Es un hecho comprobado empíricamente. El capitalismo hoy se ha extendido a todo el mundo. En términos de extensión geográfica es más poderoso que nunca en toda la historia. Defino capitalismo de manera muy clara e inequívoca, como lo definieron Marx y Weber: la producción se realiza a través de medios de producción privados para obtener un beneficio; la mano de obra la emplea el capital; y la producción está descentralizada. Si nos basamos en esa definición, comprobamos que se ha extendido por todo el mundo.
Pero se está produciendo un nuevo fenómeno. El capitalismo ha creado mercados que antes no existían, conectados a través de las redes sociales. Son mercados que nos permiten mercantilizar nuestro tiempo de ocio. Ha convertido en capital nuestras casas, nuestros coches. También ha afectado a la política y ha creado políticos emprendedores. Por eso creo que el capitalismo está en su clímax y no en crisis.
¿Por qué se habla tanto, entonces, de capitalismo tardío y de la crisis del capitalismo?
Por los efectos distributivos desiguales de la globalización, especialmente en el mundo rico, donde la clase media se ha beneficiado menos del aumento global de la renta de lo que esperaba. La crisis no está generalizada sino que se basa en una pérdida de una posición privilegiada y poder relativo de Occidente en los últimos dos siglos. Cuando se habla de la crisis del capitalismo creo que se define el capitalismo de una manera muy limitada.
Esos análisis suelen señalar la crisis del modelo occidental de capitalismo, lo que en su libro denomina “capitalismo liberal meritocrático”.
Los dos modelos de capitalismo que analizo en el libro, el “capitalismo político” (China, Vietnam) y el “capitalismo liberal meritocrático” (Occidente) tienen problemas. Así que no iría tan lejos. Es verdad que el capitalismo liberal meritocrático tiene inercias que provocan una mayor desigualdad y que pueden contribuir a la creación de una élite autosuficiente y una plutocracia a no ser que hagamos algo. Pero para ser preciso, creo que la gente que señala una crisis del capitalismo está reaccionando a un gran cambio geopolítico y a la revolución tecnológica.
Hay muchos paralelismos con la primera revolución industrial. En India, la industria textil era la más poderosa del mundo antes de que desapareciera por culpa del surgimiento de la industria inglesa, en Manchester, que era mucho más eficiente. Se produjo una crisis específica de la clase media india. Ahora estamos presenciando una crisis específica de la clase media occidental porque ha perdido en una competición en la que hay gente que está dispuesta a hacer el mismo trabajo por menos dinero. Los dos capitalismos que defino tienen problemas, aunque no idénticos. Pero no se trata de que uno esté en crisis y el otro no.
Uno de los fenómenos más interesantes del capitalismo liberal meritocrático es la aparición de una nueva élite económica que es rica tanto en capital como en trabajo. Afirma que esto es algo inédito en la historia.
Estamos experimentando un cambio significativo. En el pasado, había individuos que obtenían la mayor parte de sus ingresos de propiedades. Eran capitalistas y en general eran ricos. No obtenían ingresos del trabajo porque en general no trabajaban. Y por el otro lado estaban los trabajadores, que no tenían propiedades y solo obtenían ingresos de su trabajo. Lo que está ocurriendo en la parte más alta de la distribución de ingresos es que tenemos gente que es rica en capital y en trabajo. Voy a dar varios ejemplos. En Estados Unidos, un tercio de los que están en la parte más alta del decil de capital lo están también en la parte más alta del decil de trabajo. ¿Cómo ha ocurrido esto? Hay dos posibilidades. Hay gente muy bien educada con muy altos salarios que con el paso del tiempo ahorra mucho y se vuelve también beneficiaria de ingresos de capital. Hay otros que heredan una gran cantidad de capital y que a la vez van a buenas escuelas y universidades y alcanzan un estatus que les hace obtener trabajos con salarios altos. Lo interesante es que tienes una unión entre los ingresos del capital y los ingresos del trabajo en los mismos individuos. Esto hace que la lucha contra la desigualdad sea más difícil, porque existe la visión de que los salarios altos son merecidos, algo diferente a los llamados “ingresos no merecidos” del capital.
Cuando miras en otras regiones, por ejemplo en México y Brasil, la superposición entre la riqueza del trabajo y la riqueza de capital es muy inferior respecto a Europa occidental y Estados Unidos. Esto demuestra que los países latinoamericanos están todavía en un estado temprano de desarrollo, en el que los capitalistas tienen muy pocos ingresos del trabajo y los trabajadores tienen cero ingresos del capital.
Propone varias soluciones a esto: impuestos de sucesiones, acabar con la concentración de capital promoviendo que la clase media compre bonos y acciones. Pero uno de los principales problemas es la falta de capacidad negociadora de los trabajadores.
Lo que ocurre es que la naturaleza del trabajo ha cambiado. Ya no estamos en el fordismo. Tenemos una fuerza laboral fundamentalmente diferente. Hay gente con habilidades e intereses muy distintos. La gente ya no trabaja con otra gente y desconoce sus intereses. La economía de “pequeños encargos” o gig economy no es una rareza sino una parte fundamental del sistema hoy.
Otra explicación es, como comentaba antes, que la principal explicación para la desigualdad es un mayor porcentaje de ingresos de capital frente a ingresos del trabajo. Es el resultado de un menor poder de los sindicatos pero también se debe a que la relación entre el capital y el trabajo ha cambiado. Con la inclusión de países como Rusia, Ucrania, China, India en el mundo de la economía capitalista vemos un aumento enorme de trabajadores bajo condiciones capitalistas. Esto hace más poderoso al capital que hace treinta o cuarenta años.
En el próximo siglo, con la población global estancada en los 10.000 millones y con el aumento del PIB mundial y el enriquecimiento del capital, la relación entre los propietarios del capital y el trabajo puede cambiar. Puede nacer un nuevo sistema, en el que tendrías individuos, como en las start-ups, “contratando” capital. El capital ya no tendrá un papel emprendedor. Lo tendrá el trabajo. Podemos imaginar eso pero todavía falta mucho.
En su libro Capital e ideología, Thomas Piketty dice que las élites con educación superior votan a la izquierda, mientras que las élites con altos ingresos/alta riqueza todavía votan a la derecha. En Capitalism, alone usted menciona que existe una alianza global entre élites y señala que son más abiertas y tolerantes que en el pasado.
La brecha que señala Piketty es muy interesante. Me parecen sorprendentes las cifras que aporta. Ve esa brecha en varios casos, en una docena de países. Creo que la “derecha mercantil”, como la llama, las élites con altos ingresos votando a la derecha, no es algo nuevo. Pero la “izquierda brahmin”, las élites educadas que votan a la izquierda, sí.
Piketty analiza el comportamiento de voto del decil superior de renta y educación con el del decil inferior de renta y educación. Descubre que, tradicionalmente, la gente en el decil superior de educación, por ejemplo, solía votar menos a partidos de izquierdas que los que están en el decil inferior. Los partidos de izquierdas tenían más apoyo en los menos educados y con menos renta. Progresivamente, observa cómo más gente del decil superior vota a partidos de izquierdas que los del decil inferior. Es un cambio enorme. Claramente demuestra que los partidos de izquierdas son más atractivos para los más privilegiados o más educados. Su conclusión es que tienes una élite dividida: hay una élite educada de izquierdas y una élite basada en el dinero que vota a la derecha.
En mi caso, hablo de las fuerzas económicas que sostienen una élite con ingresos de capital y de trabajo que se perpetúa a través del matrimonio, lo que se denomina emparejamiento selectivo. Es una élite muy educada que se esfuerza en que sus hijos reciban la misma educación. Monopolizan la educación elitista, que se convierte en algo inalcanzable para las clases sociales más modestas. Y finalmente es una élite que, a través de las contribuciones políticas, es capaz de controlar el proceso político e influir en las leyes para que le favorezcan. Ese es el peligro del capitalismo neoliberal. Hay una élite que parece muy abierta y educada pero que en realidad controla la política y favorece la transmisión de desventajas a través de las generaciones. Al final se convierte en una élite más aislada y cerrada de lo que parece, y amenaza la democracia.
Define el capitalismo chino como “capitalismo político” y afirma que los grandes analistas sobre el desarrollo del país asiático se equivocaron al pensar que China seguiría el camino occidental.
Primero estudio el análisis marxista del desarrollo. El marxismo era, obviamente, un movimiento occidental. Observaba el desarrollo del resto del mundo como si estuviera siguiendo la estrategia occidental. E incluso vio el colonialismo occidental como una manera de llevar el desarrollo capitalista a todo el mundo, la fase previa para pasar al socialismo.
Lo que es importante recordar es que Marx era originalmente muy favorable al imperialismo occidental, que consideraba el precursor del desarrollo capitalista.
El imperialismo fracasó en esto simplemente porque vio que era más rentable promover una producción capitalista más desigual, basada en la servidumbre y el esclavismo. El imperialismo fracasó en volver capitalista a China o la India o África.
Lo que sostengo en el libro es que las revoluciones comunistas, especialmente en China y Vietnam, jugaron el mismo papel que las revoluciones burguesas en Occidente. Al destruir el feudalismo y sus relaciones de producción (propietarios de la tierra, usura, discriminación contra las mujeres, falta de educación) acabaron con unas instituciones represoras. Se volvieron comunistas y luego acabaron siendo sociedades capitalistas. Esto hizo posible la creación de una burguesía autóctona.
Una de las cuestiones que debate en el libro es la posibilidad de que el modelo capitalista chino se exportea otros países (en África, por ejemplo).
No hay duda de que, en la parte final del siglo XX, el desarrollo chino ha sido espectacular. Tradicionalmente, los países que han creado sistemas de producción eficientes (Reino Unido, Estados Unidos, la Unión Soviética en una corta etapa, Japón), han exportado su modelo o han sido imitados por otros. No es sorprendente que algunos países (como Etiopía, por ejemplo) copien aspectos del modelo chino. La cuestión es si China estaría dispuesta, como EEUU o la URSS, a promover su propio modelo. Soy un poco agnóstico al respecto. Históricamente China se ha mantenido alejada del progreso de otros países. Incluso en los países en los que ha influido, lo ha hecho de manera indirecta; no buscaba promover su propio estilo de vida y modelo como sí hizo Occidente. Está el ejemplo de la flota china de Zheng He que llegó hasta el este de África. No era una conquista sino una manera de mostrar poder. Los europeos en cambio navegaron por todo el mundo y conquistaron ideológicamente.
Pero China no puede permanecer distante en esta época. Está la Iniciativa del “Cinturón y Ruta de la Seda”, el rol de China en África pero también en Europa, en los países periféricos europeos. Proyecta su propio poder pero también su propio modelo. China va a verse forzada a jugar un papel global más activo.
En un artículo publicado en Letras Libres titulado “Comunismo hayekiano” afirma que existe una especie de obsesión con el crecimiento económico en China.
Hay una celebración de la riqueza. Está claro que va a producirse una ralentización. Cuanto más te acercas a la frontera de posibilidades de producción, más difícil es seguir creciendo a un 6% o un 8%. Pero me sorprende la gente que escribe artículos sobre la ralentización de China, que pasa de crecer un 10% a un 6%, como si crecer un 6% fuera poco.
Gran parte de la legitimidad del capitalismo político proviene de su alto crecimiento. Y si eres capaz de crecer muy rápido, o más rápido que otros países, gradualmente te vuelves más rico y tu sistema se vuelve más poderoso. Cuando la gente compra productos de Huawei están reforzando el sistema implícitamente. Como en el pasado cuando había una competición entre el comunismo y el capitalismo, si decidías comprar un coche de Alemania occidental y no de Alemania oriental estabas legitimando un sistema sobre otro.
El capitalismo político necesita crecer mucho para sobrevivir y para seguir siendo influyente. No me impresionan mucho los que hablan de “decrecimiento”. El sistema económico que hemos adoptado y aceptado considera la adquisición de riqueza como una prioridad. Hay una conexión muy cercana entre lo que nosotros como individuos deseamos y lo que el sistema produce. Si hay un país que produce más y es más rico será imitado siempre por los que producen menos y son menos ricos. En ese sentido soy un determinista económico.
En el libro habla de la alta desigualdad en China. Pero no aparecen amenazas para el capitalismo político como las condiciones de trabajo, todavía muy precarias, o los problemas medioambientales.
A medida que China se haga más rica, se producirá una convergencia salarial. Pero la desigualdad en China se ha mantenido en un nivel alto en los últimos diez años porque el trabajo no cualificado ha crecido. Creo que las condiciones acabarán mejorando, pero otra cuestión es si se permitirá que haya sindicatos. Será complicado que se creen en un sistema de capitalismo político, porque es realmente un sistema que no permite fuerzas fuera del control político.
En cuanto a los problemas medioambientales, son muy graves. Pero hemos visto que en algunas ocasiones, dado que el capitalismo político puede reaccionar de manera más directa y sin deliberación que el capitalismo liberal, puede tomar medidas más ambiciosas. Por ejemplo, las medidas contra la polución de cientos de empresas que hay cerca de Pekín han sido muy radicales.
La corrupción en el modelo capitalista chino es esencial. Pero en el libro también escribe que la hiperglobalización ha fomentado la corrupción en el capitalismo liberal.
Hablo de la corrupción de dos maneras. En primer lugar, la corrupción es una parte integral del capitalismo político porque no existe el imperio de la ley. Y no puede construir un imperio de la ley porque el Estado siempre necesita tener un poder discrecional. Es un sistema en el que los políticos tienen siempre la última palabra. Si hubiera un Estado de derecho, perderían ese control. Si tienes poder discrecional y no hay imperio de la ley, las decisiones dependen de tu poder, opinión, etc. Y por eso puedes influir a través de la corrupción. La corrupción en el sistema chino es una parte inherente. Cuando el Estado chino hace campañas anticorrupción es porque a veces la corrupción se vuelve tan grande que amenaza todo el sistema. Y no te puedes permitir eso.
En segundo lugar, hablo de la corrupción en relación con la globalización. La capacidad de los habitantes de los países pobres de observar el comportamiento y los patrones de consumo de los países ricos incentiva la corrupción. Es una parte de la corrupción imposible de erradicar. Tendríamos que analizar la corrupción como una fuente de ingresos, como una renta. Los economistas no deberíamos hacer valoraciones morales. La corrupción representa un porcentaje muy grande del PIB mundial, quizá más de 3%. No nos gusta pero está ahí.
En el final del libro especula con la posibilidad de que el capitalismo liberal meritocrático pueda derivar en un capitalismo político.
La visión estándar, la de Acemoglu y otros, es que si hay una convergencia será siempre hacia el modelo capitalista occidental. Pero mi punto de vista es que el sistema capitalista liberal puede convertirse progresivamente en un sistema plutocrático. Y la otra posibilidad es que los dos sistemas produzcan una élite unificada a través de varios mecanismos. En el sistema liberal capitalista la élite se podría crear a través del control del proceso democrático por parte de los ricos. Los millonarios son capaces de comprar la legislación y las políticas que desean. Es algo que ya empezamos a ver. Y en el sistema del capitalismo político las consecuencias pueden ser similares: los políticos son capaces de convertir el poder político en poder económico. Podría producirse una convergencia entre una élite política y una élite económica. ~
Ricardo Dudda (Madrid, 1992) es periodista y miembro de la redacción de Letras Libres. Es autor de 'Mi padre alemán' (Libros del Asteroide, 2023).