ĀæQuĆ© le estĆ” pasando a nuestro paĆs, y a nuestras universidades? A veces parece que todo se desmorona. Para entenderlo, me ha resultado Ćŗtil pensar en una idea de la cosmologĆa llamada āel universo bien ajustadoā. Hay unas veinte constantes fundamentales en la fĆsica: cosas como la velocidad de la luz, la constante gravitacional de Newton y la carga de un electrĆ³n. En el extraƱo mundo de la cosmologĆa, son constantes en nuestro universo, pero se piensa que algunas de ellas podrĆan tener diferentes valores en otros universos. A medida que los fĆsicos empezaron a entender nuestro universo, se dieron cuenta de que muchas de esas constantes parecen colocadas en la manera especĆfica que permite que la materia se condense y que la vida aparezca.
En el caso de algunas de esas constantes, si solo hubieran sido uno o dos por ciento mĆ”s elevadas, la materia nunca se habrĆa condensado tras el Big Bang. En palabras de Stephen Hawking, ālo destacable es que los valores de esos nĆŗmeros parecen haberse ajustado muy bien para hacer posible el desarrollo de la vidaā.
Algunos han sugerido que este ajuste puede ser una prueba de la existencia de Dios. Esta serĆa una concepciĆ³n deĆsta, como la que tenĆan Thomas Jefferson, James Madison y la mayor parte de los padres fundadores: un Dios que montĆ³ el universo como un reloj gigante, con los muelles y engranajes perfectamente adecuados, y luego lo puso en marcha. Yo no considero que este ajuste sea una prueba de la existencia divina. Solo lo utilizo para empezar esta conferencia. Quiero atraer la atenciĆ³n de todos ustedes hacia el cosmos y ponerlos en un marco mental que exprese asombro ante lo improbable que es que existan. Y si lo consigo, me gustarĆa que tomen el mismo marco mental y lo aplicaran a la existencia de nuestro improbable paĆs.
Me gustarĆa que pensaran en una idea que llamarĆ© āla democracia liberal bien ajustadaā. Empieza remontĆ”ndose un millĆ³n de generaciones, siguiendo el rastro de nuestros antepasados, desde los monos que vivĆan en los Ć”rboles hasta los que vivĆan en la tierra, pasando por los monos que caminaban erguidos, con las manos libres para manejar herramientas, hasta los homĆnidos con cerebros mĆ”s grandes y finalmente hasta el Homo sapiens, una especie que pintaba las paredes de sus cuevas y se pintaba la cara y bailaba en torno a hogueras y adoraba a dioses, y cuyos miembros se asesinaban entre sĆ en grandes cantidades.
Cuando pensamos en la forma en que vivĆan nuestros antepasados, no hay otra manera de verlo: somos primates tribales. Estamos diseƱados y adaptados por la evoluciĆ³n para vivir en sociedades pequeƱas con religiones intensas y animistas y violentos conflictos intergrupales por el territorio. El tribalismo estĆ” en nuestros corazones y en nuestras mentes. Nunca nos lo quitaremos por completo, pero podemos minimizar sus efectos porque somos una especie de comportamiento flexible. Podemos vivir de muchas maneras diferentes, desde grupos igualitarios de cazadores-recolectores compuestos de medio centenar de personas a jerarquĆas feudales que unen a millones. En los Ćŗltimos dos siglos, por ejemplo, muchos hemos vivido en grandes democracias, multiĆ©tnicas y laicas. De modo que es claramente posible. Pero, ĀæcuĆ”nto margen de error tenemos en esas sociedades?
Esta es la hipĆ³tesis de la democracia liberal ajustada: como primates tribales, los seres humanos no estĆ”n preparados para vivir en democracias laicas grandes y diversas, a menos que consigan ajustar unas condiciones que hagan posible el desarrollo de una vida polĆtica estable. Eso parece ser lo que pensaban los padres fundadores. Jefferson, Madison y el resto de aquellos deĆstas del siglo XVIII creĆan que diseƱar una constituciĆ³n era como diseƱar un reloj gigante, un reloj que podĆa funcionar para siempre si elegĆan los muelles y engranajes correctos.
Afortunadamente, nuestros fundadores eran buenos psicĆ³logos. SabĆan que no somos Ć”ngeles sino criaturas tribales. Como escribiĆ³ Madison en El Federalista nĆŗmero 10: ālas causas latentes de la facciĆ³n estĆ”n asĆ sembradas en la naturaleza humanaā. Nuestros fundadores eran tambiĆ©n buenos historiadores; estaban conscientes de la convicciĆ³n platĆ³nica de que la democracia es la segunda peor forma de gobierno, porque de manera inevitable decae en la tiranĆa. Madison escribiĆ³ en aquel mismo ensayo sobre democracias puras o directas que, segĆŗn Ć©l, se consumen con rapidez debido a las pasiones de la mayorĆa: : āesas democracias han sido siempre espectĆ”culos de turbulencia y disputas [ā¦] y por lo general su vida ha sido tan breve como violenta su muerteā.
ĀæY quĆ© hicieron entonces los fundadores? Construyeron salvaguardas contra el faccionalismo fugitivo, como la divisiĆ³n de poderes en tres ramas y una elaborada serie de pesos y contrapesos. SabĆan ademĆ”s que debĆan instruir a las futuras generaciones de relojeros. Estaban creando un nuevo tipo de repĆŗblica, lo que exigirĆa mucha mĆ”s madurez por parte de sus ciudadanos de la que se necesitaba en paĆses gobernados por un rey u otro LeviatĆ”n.
Estas son unas palabras que el experto en educaciĆ³n E. D. Hirsch publicĆ³ en el libro The making of Americans, acerca de la fundaciĆ³n de nuestro paĆs:
La historia del odio tribal y racial es la historia y la prehistoria de la humanidad […] El experimento estadounidense, que ahora nos parece tan natural, es un objeto totalmente artificial diseƱado para compensar los impulsos naturales de las sospechas y los odios grupales […] Esta construcciĆ³n vasta, artificial, transtribal es lo que nuestros fundadores querĆan conseguir. Y entendĆan que solo se podĆa obtener a travĆ©s de una educaciĆ³n inteligente.
En 1789 Thomas Jefferson escribiĆ³ que āallĆ” donde el pueblo estĆ© bien informado se le puede confiar su propio gobiernoā; sostuvo esa afirmaciĆ³n fundando la Universidad de Virginia, sobre la que escribiĆ³, en 1820: āEsta instituciĆ³n se basarĆ” en la libertad ilimitada de la mente humana. Porque aquĆ no tememos seguir la verdad a donde pueda llevarnos, ni tolerar ningĆŗn error mientras la razĆ³n siga libre para combatirlo.ā
ĀæQuĆ© tal lo estamos haciendo como herederos del reloj? ĀæLo estamos cuidando bien? Si Madison visitara hoy Washington, D. C., verĆa que nuestro gobierno estĆ” dividido en dos facciones que todo lo consumen y que atraviesan cada una de las tres ramas, sin que ninguna de ellas realice su funciĆ³n original.
ĀæY quĆ© tal estamos formando a los relojeros? ĀæQuĆ© dirĆa Jefferson si se diera una vuelta por las universidades mĆ”s prestigiosas en 2017? ĀæQuĆ© pensarĆa de los espacios seguros, las microagresiones, las advertencias por contenido ofensivo, los equipos de respuesta ante prejuicios y el clima de temor, intimidaciĆ³n y conflicto que ahora son tan prevalentes en los campus? Pero antes, preguntĆ©monos: ĀæcĆ³mo hemos podido hacerlo tan mal?
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Estudio la polarizaciĆ³n polĆtica desde el 2007. Datos de la casa encuestadora Gallup y el Centro de Inves-tigaciĆ³n Pew muestran una continua polarizaciĆ³n ascendente desde los aƱos noventa, tanto si le preguntas a la gente cuĆ”nto le desagrada el otro lado como si le preguntas hasta quĆ© punto cree que el bando contrario es una amenaza para el paĆs o lo mal que le caerĆa que su hijo se casara con alguien de la facciĆ³n opuesta.
ĀæPor quĆ© nos odiamos y tememos mucho mĆ”s que a principios de los aƱos noventa? El politĆ³logo Sam Abrams y yo escribimos, al respecto, un ensayo en 2015, en el que seƱalamos diez causas. No las describirĆ© todas, pero darĆ© una idea central, otra metĆ”fora de la fĆsica: atentos al equilibrio entre fuerzas centrĆfugas y centrĆpetas. Imaginen a tres niƱos que hacen una cadena humana con los brazos, y uno de ellos agarra con la mano libre un poste que estĆ” en el centro. Comienzan a correr en cĆrculo, alrededor del poste, cada vez mĆ”s deprisa. La fuerza centrĆfuga aumenta āla que tira hacia afuera mientras el centrifugador aceleraā. Pero, al mismo tiempo, los niƱos se agarran con mĆ”s fuerza. Al final la fuerza centrĆfuga excede a la centrĆpeta y sus manos se separan. La cadena se rompe. Esto, creo, es lo que le estĆ” pasando a nuestro paĆs. ComentarĆ© de forma breve cinco de las tendencias que Abrams y yo identificamos; todas ellas se pueden ver como fuerzas centrĆfugas que crecen o fuerzas centrĆpetas que se debilitan.
Enemigos externos. Combatir y vencer en dos guerras mundiales, a las que siguiĆ³ la Guerra FrĆa, tuvo un enorme efecto unificador. La Guerra de Vietnam fue diferente pero, en general, la guerra es la mayor fuerza centrĆpeta conocida. Desde 1989 no hemos tenido un enemigo comĆŗn que nos ayude a edificarnos.
Los medios. En los primeros dĆas de la repĆŗblica, los periĆ³dicos eran partidistas y a menudo bastante desagradables. Pero con la llegada de la televisiĆ³n a mediados del siglo xx, la UniĆ³n Americana viviĆ³ algo inusual: los medios como una gigantesca fuerza centrĆpeta. Los estadounidenses obtenĆan buena parte de sus noticias de tres emisoras televisivas, que estaban reguladas y debĆan mostrar un equilibrio polĆtico. Eso empezĆ³ a cambiar en los aƱos ochenta con la llegada de la televisiĆ³n por cable y el narrowcasting (o retransmisiĆ³n selectiva), a los que siguieron el internet en los aƱos noventa y las redes sociales en el 2000. Ahora nos ahogamos en historias de indignaciĆ³n, de altĆsima calidad, a menudo apoyadas por videoclips estremecedores. Las redes sociales se revelan como gigantescas fuerzas centrĆfugas.
InmigraciĆ³n y diversidad. Esto es complicado y polĆticamente arriesgado. SerĆ© claro: creo que la inmigraciĆ³n y la diversidad son dos cosas buenas en tĆ©rminos generales. Los economistas parecen coincidir en que la inmigraciĆ³n produce grandes beneficios. El completo dominio de Estados Unidos en los premios Nobel, en la mĆŗsica y en las artes, y ahora tambiĆ©n en el sector de la tecnologĆa, no se habrĆa producido si no hubiĆ©ramos estado abiertos a la inmigraciĆ³n. Pero, como psicĆ³logo social, debo seƱalar que la inmigraciĆ³n y la diversidad tienen muchos efectos sociolĆ³gicos, algunos de los cuales son negativos. El principal de ellos es que reducen el capital social: los vĆnculos de confianza que existen entre los individuos. El politĆ³logo Robert Putnam lo descubriĆ³ en un estudio titulado āE pluribus unumā, en el que analizĆ³ los datos hasta llegar a una conclusiĆ³n que claramente no lo hizo feliz: āA corto plazo, la inmigraciĆ³n y la diversidad Ć©tnica tienden a reducir la solidaridad y el capital social. Nuevas investigaciones en Estados Unidos sugieren que en barrios Ć©tnicamente diversos los residentes de todas las razas tienden a āencerrarseā. La confianza (incluso con alguien de tu misma raza) es mĆ”s baja, el altruismo y la cooperaciĆ³n comunitaria menos frecuentes, los amigos mĆ”s escasos.ā
En resumen, a pesar de sus otros beneficios, la diversidad es una fuerza centrĆfuga, algo de lo que los fundadores estaban muy conscientes. En El Federalista nĆŗmero 2, John Jay escribiĆ³ que se debĆa considerar una bendiciĆ³n que Estados Unidos tuviera āun pueblo unido, un pueblo que desciende de los mismos antepasados, la misma lengua, que profesa la misma religiĆ³nā. Repito que la diversidad tiene tambiĆ©n muchos efectos positivos, y agradezco que Estados Unidos acogiera a mis abuelos de Rusia y Polonia y a los padres de mi mujer, que son coreanos. Pero los descubrimientos de Putnam dejan claro que quienes quieren mĆ”s diversidad deben estar todavĆa mĆ”s atentos a la tarea de potenciar las fuerzas centrĆpetas.
Las dos causas finales que quiero mencionar son las que probablemente produzcan mĆ”s desacuerdos, porque en ellas culpo a dos partidos, a dos bandos concretos. Son los republicanos en Washington y la izquierda en el campus. Ambos han intensificado las fuerzas centrĆfugas que ahora nos separan.
Un Partido Republicano mĆ”s radical. Cuando los demĆ³cratas dominaban la CĆ”mara de Representantes, como ocurriĆ³ durante casi seis dĆ©cadas enteras, no trataron a la minorĆa republicana particularmente bien. AsĆ que puedo entender el deseo de venganza de Newt Gingrich cuando se volviĆ³ presidente del poder legislativo en 1995. Pero muchos de los cambios que realizĆ³ polarizaron el Congreso, dificultaron la cooperaciĆ³n entre los dos partidos y nos llevaron a una nueva era de indignaciĆ³n y conflicto en Washington. Como psicĆ³logo social, hay un cambio que me parece especialmente notable: Gingrich modificĆ³ el calendario para que todo el trabajo se hiciera de martes a jueves, y alentĆ³ a los nuevos congresistas para que no se mudaran a Washington. No querĆa que desarrollaran amistades personales con los demĆ³cratas. No querĆa que sus parejas estuvieran en las mismas organizaciones de caridad. Las relaciones personales entre los legisladores y sus familias habĆan sido desde hacĆa mucho una enorme fuerza centrĆpeta. Gingrich la debilitĆ³ de manera deliberada.
Y todo esto ocurriĆ³ durante el ascenso de Fox News. Muchos politĆ³logos han seƱalado que este canal de noticias y el ecosistema mediĆ”tico de la derecha tuvieron un efecto sobre el Partido Republicano que no se parece a nada de lo que ocurrĆa en la izquierda. Fox News recompensa las declaraciones extremas, las fanfarronadas, la indignaciĆ³n. Mucha gente seƱalarĆ” que en general los medios se inclinan a la izquierda, y que los demĆ³cratas tambiĆ©n hicieron cosas que polarizaron. De acuerdo. Pero estĆ” claro que Gingrich se propuso crear un Congreso mĆ”s partidista, basado en reglas de suma cero, y lo logrĆ³. Esta cultura mĆ”s combativa se filtrĆ³ al Senado y al resto del Partido Republicano.
La nueva polĆtica de identidad de la izquierda. El periodista y estudioso de la gobernanza Jonathan Rauch ofrece una definiciĆ³n sencilla de la polĆtica de la identidad: āuna movilizaciĆ³n polĆtica organizada en torno a caracterĆsticas de grupo como raza, gĆ©nero y sexualidad, en vez de partidos, ideologĆas o intereses pecuniariosā. Rauch aƱade: āEn Estados Unidos, este tipo de movilizaciĆ³n no es nueva, inusual, poco estadounidense, nefanda o particularmente izquierdista.ā Esta definiciĆ³n nos facilita identificar dos tipos de polĆticas de la identidad: la buena es la que, a la larga, es una fuerza centrĆpeta. La mala es la que, a la larga, es una fuerza centrĆfuga.
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La injusticia es centrĆfuga. Destruye la confianza y causa una ira ansiosa de justicia. El racismo institucionalizado injerta la injusticia en el sistema y siembra las semillas de una explosiĆ³n final. Cuando la esclavitud se introdujo en la ConstituciĆ³n, nos preparĆ³ para la mayor explosiĆ³n de nuestra historia. Era una explosiĆ³n necesaria, pero no gestionamos bien el proceso de sanaciĆ³n en la era de la ReconstrucciĆ³n. Cuando el sistema Jim Crow āque consagraba la segregaciĆ³nā se introdujo en las leyes del Sur, condujo a otro periodo de explosiones necesarias, en la dĆ©cada de los sesenta.
La lucha por los derechos civiles era una polĆtica de la identidad, pero tambiĆ©n un esfuerzo para arreglar un error, para hacernos mejores y mĆ”s fuertes como paĆs. La retĆ³rica de Martin Luther King dejaba claro que la suya era una campaƱa para crear condiciones que permitieran la reconciliaciĆ³n nacional, y recurrĆa a los recursos morales de la religiĆ³n civil estadounidense para activar nuestra identidad y valores compartidos: āCuando los arquitectos de nuestra repĆŗblica escribieron las grandiosas palabras de la ConstituciĆ³n y de la DeclaraciĆ³n de Independencia, firmaban una nota de promesa.ā Y: āTodavĆa tengo un sueƱo. Es un sueƱo profundamente arraigado en el sueƱo americano. Tengo el sueƱo de que un dĆa este paĆs se levante y estĆ© a la altura del verdadero significado de su credo: āCreemos que estas verdades son evidentes: que todos los hombres son creados igualesā.ā
Por supuesto, algunos creĆan que el movimiento de los derechos civiles era divisivo o centrĆfugo. Pero el discurso de King es uno de los mĆ”s famosos de la historia de Estados Unidos precisamente porque presentĆ³ nuestro mayor fracaso moral como una oportunidad de redenciĆ³n centrĆpeta. Eso es lo que llamo el buen tipo de polĆtica de la identidad.
Contrastemos la polĆtica de la identidad de King con la versiĆ³n que se enseƱa hoy en las universidades. Hay una nueva variante que se ha colado en la academia en los Ćŗltimos cinco aƱos. Se llama interseccionalidad. El tĆ©rmino y el concepto se presentaron en un ensayo que escribiĆ³ en 1989 KimberlĆ© Crenshaw, profesora de derecho en la Universidad de California en Los Ćngeles, quien expresĆ³ la idea muy razonable de que la experiencia de una mujer negra en Estados Unidos no es la suma de la experiencia negra y la experiencia femenina. AnalizĆ³, al respecto, un caso legal en el que las mujeres negras eran vĆctimas de discriminaciĆ³n en General Motors, aunque la compaƱĆa mostrĆ³ que contrataba a muchos negros (en trabajos fabriles dominados por hombres) y a muchas mujeres (en trabajos de oficina dominados por blancos). Pese a que la compaƱĆa no fue declarada culpable de discriminar a los negros o las mujeres, lo cierto es que apenas contrataba a mujeres negras. Es un argumento excelente. ĀæQuĆ© acadĆ©mico podrĆa oponerse a la afirmaciĆ³n de que, al analizar un sistema complejo, debemos observar los efectos de la interacciĆ³n y no solo los efectos principales?
Pero, ĀæquĆ© pasa cuando los jĆ³venes estudian la interseccionalidad? En algunas licenciaturas, el tema estĆ” entretejido en muchos de sus cursos. Los estudiantes memorizan diagramas que muestran matrices de privilegio y opresiĆ³n. No solo se trata de que el privilegio blanco cause la opresiĆ³n negra, y que el privilegio masculino cause la opresiĆ³n femenina; tambiĆ©n son los heterosexuales frente a la comunidad LGBTQ, las personas sin y con discapacidad, jĆ³venes frente a viejos, atractivos frente a quienes no lo son e incluso fĆ©rtiles frente a infĆ©rtiles. Cualquier cosa que un grupo tenga que sea bueno o vĆ”lido se considera una especie de privilegio, que produce una forma de opresiĆ³n entre aquellos que no lo tienen. Algo curioso ocurre cuando te acercas a los jĆ³venes, cuyas mentes evolucionaron para la guerra tribal y para un pensamiento que divide el mundo en āellosā y ānosotrosā, y llenas esas mentes repletas de dimensiones binarias. Les dices que una parte de cada oposiciĆ³n es buena y la otra mala. Enciendes sus viejos circuitos tribales, preparĆ”ndolos para la batalla. Para muchos alumnos es emocionante; los inunda de una sensaciĆ³n de significado y propĆ³sito.
Y aquĆ aparece el brillante movimiento estratĆ©gico de la interseccionalidad: se dice que todas las dimensiones binarias de la opresiĆ³n se entrelazan y solapan, que Estados Unidos es una gran matriz de opresiĆ³n y que sus vĆctimas no pueden combatir sus batallas por separado. Todas deben unirse para luchar con su enemigo comĆŗn, el grupo que se sienta en la cima de la pirĆ”mide de la opresiĆ³n: el hombre heterosexual, blanco, cisgĆ©nero, sin discapacidad, cristiano o judĆo o posiblemente ateo. Por eso lo que se percibe como un desaire hacia uno de los grupos de vĆctimas llama a la protesta de todos los demĆ”s. La interseccionalidad es como la OTAN para los activistas de la justicia social.
Esto significa que en cualquier campus en el que florezca la interseccionalidad, el conflicto serĆ” eterno, porque ninguna universidad puede eliminar toda la ofensa, todas las microagresiones y todos los malentendidos. Por eso el uso de los escraches, la intimidaciĆ³n e incluso la violencia en respuesta a palabras e ideas es mĆ”s comĆŗn en nuestras universidades mĆ”s progresistas, en las regiones mĆ”s progresistas del paĆs. Son centros como Yale, Brown y Middlebury en Nueva Inglaterra, y Berkeley, Evergeen y Reed en la Costa Oeste. Pero, Āæson esos los lugares donde la opresiĆ³n es peor, o solo son los lugares donde esta nueva forma de pensar estĆ” mĆ”s extendida?
PermĆtanme que les recuerde la visiĆ³n de la educaciĆ³n que tenĆan los fundadores, a travĆ©s de E. D. Hirsch: āEl experimento estadounidense […] es un objeto totalmente artificial diseƱado para compensar los impulsos naturales de las sospechas y los odios grupales […] Esta construcciĆ³n vasta, artificial, transtribal es lo que nuestros fundadores querĆan conseguir.ā La interseccionalidad busca justo lo contrario: inflamar las sospechas y los odios tribales para estimular la ira y el activismo en los alumnos, a fin de reclutarlos como luchadores para la misiĆ³n polĆtica del profesor. La polĆtica de la identidad que se enseƱa hoy en dĆa en los campus es por completo distinta a la de Martin Luther King. Rechaza Estados Unidos y los valores estadounidenses. No habla de perdĆ³n ni de reconciliaciĆ³n. Es una enorme fuerza centrĆfuga, que ahora se filtra a los institutos, en especial, a los progresistas y privados.
La polĆtica de la identidad actual tiene otro rasgo interesante: enseƱa a los alumnos a pensar de una manera antitĆ©tica a la educaciĆ³n en artes liberales. Cuando yo estudiaba en Yale en los ochenta, me dieron muchas herramientas para interpretar el mundo. Cuando me graduĆ©, podĆa pensar las cosas como un utilitario o un kantiano, un freudiano o un conductista, como un informĆ”tico o un humanista. Me dieron muchas lentes que aplicar a cualquier situaciĆ³n. Pero ahora los alumnos que se gradĆŗan en departamentos que priorizan la justicia social sobre la bĆŗsqueda desinteresada de la verdad solo reciben una lente āel poderā y se les dice que la apliquen a todas las situaciones. Todo trata del poder. Cada situaciĆ³n se analiza en tĆ©rminos de la gente mala que actĆŗa para preservar su poder y privilegios en detrimento de la gente buena. Esto no es una educaciĆ³n. Es la inducciĆ³n a una secta, una religiĆ³n fundamentalista, una visiĆ³n paranoica del mundo que separa a las personas y las manda por el camino de la alienaciĆ³n, la ansiedad y la impotencia intelectual.
AsĆ es como un activista queer describiĆ³ la secta. El ensayo se titula: āāTodo es problemĆ”ticoā: mi viaje al centro de un oscuro mundo polĆtico, y cĆ³mo escapĆ©ā. El autor identifica cuatro rasgos de la cultura: dogmatismo, pensamiento grupal, una mentalidad de cruzada y antiintelectualismo. Escribe, en lo que resulta mĆ”s relevante para nuestra exploraciĆ³n del tribalismo: āPensar asĆ divide el mundo rĆ”pidamente entre lo que estĆ” dentro del grupo y lo que estĆ” fuera: creyentes y paganos, los justos y los que no lo son [ā¦] Cada pequeƱa herejĆa te aparta del grupo. Cuando formaba parte de este tipo de grupos, todo el mundo opinaba exactamente lo mismo de una variedad sospechosamente grande de asuntos. El desacuerdo interno era infrecuente.ā
ĀæSe puede imaginar una cultura mĆ”s antitĆ©tica a la misiĆ³n de la universidad? ĀæSe puede creer que tantas universidades ofrezcan docenas de cursos que promueven esta manera de pensar? Algunas exigen que todos los alumnos escojan un curso de este tipo.
Volvamos a la visiĆ³n de Jefferson: āPorque aquĆ no tenemos miedo de seguir la verdad dondequiera que nos lleve, ni de tolerar ningĆŗn error mientras la razĆ³n siga libre para combatirlo.ā Si Jefferson regresara hoy y recorriera nuestras principales universidades, le conmocionarĆan la cultura del miedo, la prevalencia del error que no es desafiado y los grilletes que se ponen a la razĆ³n.
*
Ahora que ya los he deprimido por completo, terminarĆ© con unos rayos de esperanza y unas ideas acerca de lo que se puede hacer. He empezado hablando de la democracia liberal bien ajustada, una hipĆ³tesis que plantea que los seres humanos no estĆ”n preparados para la vida en democracias laicas grandes y diversas, a menos que podamos ajustar bien algunas cosas. Creo que esta hipĆ³tesis es cierta, he intentado mostrar que hemos caĆdo en unos escenarios muy malos. Soy pesimista con respecto a nuestro futuro, pero dirĆ© con claridad que tengo poca confianza en mi pesimismo. Siempre ha sido un error apostar contra Estados Unidos y probablemente lo es hacerlo ahora. Mis amigos libertarios me recuerdan de forma constante que la gente tiene recursos; cuando los problemas se hacen mĆ”s severos, la gente se vuelve mĆ”s inventiva y eso puede estar pasando en este momento. Si necesitan esperanza, solo tienen que pegar esta cita en el espejo del baƱo: āNo podemos demostrar con absoluta certeza que se equivocan quienes nos dicen que la sociedad ha alcanzado un punto decisivo, que nuestros mejores dĆas quedan atrĆ”s. Pero lo mismo dijeron todos antes de nosotros, y aparentemente tenĆan la misma razĆ³n [ā¦] ĀæA partir de quĆ© principio, cuando solo vemos mejoras tras nosotros, no debemos esperar otra cosa que deterioro ante nosotros?ā
Esto lo escribiĆ³ el historiador britĆ”nico Babington Macaulay en 1830. Probablemente todavĆa sea cierto. Y si querĆ©is mĆ”s optimismo, dirĆ© por quĆ© creo que las cosas van a empezar a mejorar en los campus universitarios a partir del otoƱo de 2018: porque, a medida que las cosas estĆ”n peor en los campus, mĆ”s gente empieza a resistir y a buscar soluciones. Carol Christ, la nueva rectora de la Universidad de California en Berkeley, se siente claramente mortificada por lo que le ocurriĆ³ a la reputaciĆ³n de su centro en la primavera pasada, y ha tomado una posiciĆ³n muy fuerte y pĆŗblica, diciendo que la universidad apoya la libertad de expresiĆ³n y pagarĆ” para proteger a los conferencistas. Robert Zimmer, rector de la Universidad de Chicago, ha tenido un comportamiento excelente. He hablado con otros rectores que querrĆan tener una posiciĆ³n pĆŗblica firme pero todavĆa piensan que las facciones antiliberales de sus campus son demasiado fuertes. No obstante, si unos cuantos rectores mĆ”s lo hacen, y las solicitudes a centros como la Universidad de Chicago aumentan este aƱo, creo que veremos cĆ³mo se abren las compuertas, quizĆ”s el prĆ³ximo otoƱo.
Los profesores tambiĆ©n empiezan a alzar la voz. En Heterodox Academy empezamos con veinticinco miembros hace dos aƱos; ahora tenemos mĆ”s de mil cuatrocientos, con un equilibrio entre derecha e izquierda. Tuvimos una gran incorporaciĆ³n de miembros tras la violencia en Middlebury* porque fue el punto de inflexiĆ³n. La mayorĆa de los profesores son de izquierdas, pero sobre todo son izquierdistas liberales, no antiliberales. Mi campo āla psicologĆa socialā, por ejemplo, es bastante cuerdo. Llevo alertando acerca del desequilibrio polĆtico y la ortodoxia desde el 2011 y de momento nada malo me ha pasado. No he caĆdo en el ostracismo. El problema del campus āel intenso antiliberalismoā se concentra en unos cuantos departamentos que estĆ”n comprometidos con el activismo polĆtico. Cuando adviertes quiĆ©nes firman las peticiones que denuncian a los profesores por lo que han escrito, o que piden retirar artĆculos de revistas, se trata sobre todo de profesores de unos siete departamentos de humanidades y estudios de identidad. Pocos profesores se atrevĆan a afrontar la ira de esta izquierda antiliberal en 2015, pero con cada nueva caza de brujas, cada escrache agresivo, mĆ”s miembros de la izquierda liberal estĆ”n dispuestos levantarse y decir: āYa basta. Esto va contra mis valores.ā
Y, lo que resulta mĆ”s importante, algunos alumnos empiezan a hacerlo tambiĆ©n. En Reed College, uno de los centros mĆ”s polĆticamente ortodoxos del paĆs, los activistas de la justicia social protestaron y entorpecieron el primer curso de humanidades durante mĆ”s de un aƱo. DecĆan que el curso era un acto de supremacĆa blanca, porque se centraba en autores blancos muertos. DecĆan que traumatizaba a los alumnos que no eran blancos. Llevaban al aula cada dĆa sus pancartas y cĆ”nticos, y dificultaban que los profesores enseƱaran o los alumnos aprendieran. Muchos alumnos y profesores de Reed tenĆan objeciones a ello, pero nadie se atrevĆa a decirlas de manera pĆŗblica, por temor a que los llamaran racistas. Finalmente, en el otoƱo, varios estudiantes asiĆ”ticos se levantaron, criticaron a los manifestantes y les pidieron que dejaran de meterse en su educaciĆ³n. En cuanto esos alumnos plantaron cara, el apoyo a los manifestantes se desplomĆ³. Mucha gente los habĆa seguido por miedo, no por convicciĆ³n.
En Heterodox Academy seguimos estas tendencias muy de cerca, y presentamos ideas y herramientas que ayuden a la gente a defender la diversidad de puntos de vista y la investigaciĆ³n abierta. Hemos creado una guĆa universitaria para conducir a los solicitantes a los centros que ofrecen mĆ”s diversidad de puntos de vista. Hemos creado un estudio en lĆnea que los departamentos universitarios pueden utilizar para evaluar el nivel de ortodoxia y miedo en el campus, o en cualquier aula. Y, lo que es mĆ”s importante, hemos creado la aplicaciĆ³n Open Mind, una app que enseƱa a los alumnos el valor de la diversidad de opiniĆ³n y luego les ayuda a entrar en contacto con gente que no comparte sus valores. Tenemos muchas mĆ”s iniciativas planeadas para el 2018.
TambiĆ©n quiero llamar la atenciĆ³n sobre otra persona que igualmente busca una soluciĆ³n: Lenore Skenazy lleva tiempo alertando sobre lo que ocurre a los jĆ³venes cuando los criamos como ganado, protegiĆ©ndolos de todo, daƱos emocionales incluidos. La respuesta: esperan que la universidad sea un espacio seguro gigantesco, y que siempre haya un adulto designado para resolver sus conflictos. Lenore tiene muchas ideas sobre cĆ³mo devolverles la infancia a los niƱos, para darles el tiempo sin supervisiĆ³n que necesitan para volverse adultos autĆ³nomos, capaces de supervisarse a sĆ mismos. Con dinero de Daniel Schuchman ha fundado un organismo sin Ć”nimo de lucro llamado Let Grow. Yo estoy en la junta, como Peter Gray, de Boston College. Una de las razones por las que es tan importante, y por la que lo menciono ahora, es que el juego libre sin supervisiĆ³n es crucial para el desarrollo de la ciudadanĆa democrĆ”tica. Quiero leerles unas frases de uno de los artĆculos de Gray sobre la importancia del juego libre y sin supervisar:
Para jugar con otra persona, debes prestar atenciĆ³n a las necesidades de la otra persona y no solo a las tuyas, o la otra persona dejarĆ” el juego. Debes superar el narcisismo. Debes aprender a negociar formas que respeten las ideas de la otra persona y no solo las tuyas. [A continuaciĆ³n Gray describe cĆ³mo los niƱos aprenden las reglas, cuando los adultos no estĆ”n presentes.] De este modo asimilan que las reglas no caen del cielo, sino que son inventos humanos que hacen la vida mĆ”s divertida y justa. Es una lecciĆ³n importante; es una piedra angular de la democracia.
AsĆ que, por favor, no pierdan la esperanza. Sientan, en cambio, la alarma: la situaciĆ³n es preocupante de verdad. Pero la mayorĆa de los ciudadanos son gente decente y reflexiva que no quiere abandonar su paĆs o sus universidades. Hay muchas cosas que podemos hacer para reducir el tribalismo, fortalecer a nuestros hijos y reparar nuestras universidades. Nosotros āla gente del baby boom y de la GeneraciĆ³n x que llena esta salaā hemos dejado el reloj hecho un desastre; la izquierda y la derecha, los republicanos y los demĆ³cratas. Pero podemos arreglarlo si conseguimos unirnos, si admitimos que metimos la pata y cambiamos lo que les estamos haciendo a los niƱos y a los alumnos universitarios. QuizĆ” podamos educar a una generaciĆ³n de jĆ³venes a quienes les importe el reloj. ~
TraducciĆ³n del inglĆ©s de Daniel GascĆ³n.
Este texto es una versiĆ³n editada de una
conferencia impartida en el Manhattan Institute
y se publicĆ³ originalmente en City Journal.
* Un grupo de estudiantes impidiĆ³ que Charles Murray, autor del libro The bell curve, hablara en pĆŗblico en la universidad, acusĆ”ndolo de racismo y clasismo. Murray dio la conferencia a puerta cerrada. La situaciĆ³n se volviĆ³ violenta y una profesora resultĆ³ herida. El incidente en la Universidad de Berkeley, mencionado con anterioridad, fue muy parecido: agresivas protestas llevaron a la cancelaciĆ³n de una charla de Milo Yiannopoulos, editor de Breitbart.
es profesor en la Stern School of Business de la New York University. Es autor de La hipoĢtesis de la felicidad (Gedisa, 2006) y The righteous mind (Penguin, 2012).