Foto: Bundesarchiv, Bild 101I-267-0111-36A / Friedrich / CC-BY-SA 3.0, CC BY-SA 3.0 DE , via Wikimedia Commons

Sobre el antisemitismo

El antisemitismo no debe tener cabida en Mรฉxico. Que el poder lo propague es una vergonzosa negaciรณn de nuestros valores cardinales.
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Aunque pasรณ hace semanas no quiero dejarlo pasar: el antisemitismo ha reaparecido en nuestra vida pรบblica, instigado por el poder. El tema merece una reflexiรณn admonitoria.

“El dรญa en que no quede un solo judรญo en el mundo, seguirรก habiendo antisemitismo”, me dijo Marek Edelman, el รบltimo sobreviviente de la insurrecciรณn del Gueto de Varsovia, cuando lo entrevistรฉ en el otoรฑo de 1989. Tenรญa razรณn. El antisemitismo, entendido como un prejuicio histรณrico contra el pueblo judรญo, sigue vigente y quizรก seguirรก hasta el fin de los tiempos. Esa misma fatalidad es la razรณn principal para combatirlo.

Su origen remoto es la creencia en el pueblo deicida. En la Edad Media se propagรณ la supercherรญa de que el judรญo provocaba las pestes o sacrificaba niรฑos cristianos para preparar con su sangre los alimentos en la Pascua. En el siglo XIX, la Ojrana (la policรญa secreta zarista) urdiรณ el libelo Los protocolos de los sabios de Sion sobre un conciliรกbulo reunido secretamente para dominar al mundo. Estas y otras mentiras arraigaron en el alma europea y rusa provocando el martirio de generaciones de judรญos en autos de fe, motines populares y persecuciones. Al odio milenario se aunaron las mitologรญas del romanticismo nacionalista alemรกn y las teorรญas racistas francesas. Todo convergiรณ finalmente en la mente de Hitler y en el Holocausto.

Uno de los timbres de orgullo de Amรฉrica Latina desde el siglo XIX fue haber sido puerto de abrigo para los perseguidos de otras tierras (incluidos los judรญos). No obstante, en paรญses como Argentina existiรณ siempre un antisemitismo derivado del europeo que Borges describiรณ como “un facsรญmil atolondrado que ignora lo รฉtnico y lo histรณrico”. Se referรญa a los apellidos de “cepa judeo-portuguesa” que abundan en la regiรณn, prueba del origen judรญo de muchos latinoamericanos.

El caso de Mรฉxico es ilustrativo de esa misma tradiciรณn de tolerancia manchada por los extremistas. En 1924, Calles invitรณ expresamente a los judรญos de Europa del Este a venir a Mรฉxico. En 1936, Mรฉxico reprobรณ en la Sociedad de Naciones la persecuciรณn contra los judรญos. Igual simpatรญa se manifestaba en รกmbitos sindicales y cรญrculos intelectuales de izquierda. Sin embargo, Ignacio Garcรญa Tรฉllez, ministro de Gobernaciรณn de Cรกrdenas, obstaculizรณ activamente la inmigraciรณn judรญa de Europa y esa polรญtica siguiรณ hasta el final de la guerra.*

El antisemitismo fue sobre todo bandera de la derecha. Con el ascenso del nazismo, se formaron organizaciones de corte fascista y bandas de choque llamadas “Camisas doradas” que atacaban las tiendas de los judรญos e impedรญan trabajar a los comerciantes ambulantes. Un sector de la prensa y la opiniรณn pรบblica y no pocos militantes del PAN apoyaron a las potencias del Eje. El judรญo internacional y Mi lucha circularon profusamente. El caso mรกs lamentable fue la revista Timรณn, abiertamente antisemita, pagada en 1940 por la embajada nazi y dirigida por el eminente intelectual Josรฉ Vasconcelos (apellido, por cierto, de clara “cepa judeo-portuguesa”).

A partir de los setenta, luego de dos dรฉcadas de armonรญa en torno al tema judรญo (suma de compasiรณn por el Holocausto y simpatรญa por el Estado de Israel, o al menos por su raigambre socialista), apareciรณ en el continente un antisemitismo de izquierda, que sigue activo en diversa medida. Pero su caracterizaciรณn requiere hilar fino. Criticar la polรญtica israelรญ con respecto al pueblo palestino no implica una actitud antisemita: de hecho, los propios israelรญes liberales y de izquierda han visto en los asentamientos un acto de ocupaciรณn inadmisible. Con todo, detrรกs de muchas crรญticas a Israel se advierte un รฉnfasis antisemita.

Una de las manifestaciones mรกs indignantes del antisemitismo es la invocaciรณn de Hitler para descalificar a los judรญos amalgamรกndolos con los nazis. Aplicar el adjetivo “hitleriano” a cualquiera que no sea el propio lรญder nazi es ya, en sรญ mismo, trivializar las acciones de quien representรณ la voluntad (cumplida en un cincuenta por ciento) de exterminar a todo un pueblo, de tratar a niรฑos, mujeres, ancianos y hombres como plaga y no como personas. Pero aplicar ese adjetivo a un judรญo es un acto de extrema crueldad.

El antisemitismo no debe tener cabida en Mรฉxico. Que el poder lo propague es una vergonzosa negaciรณn de nuestros valores cardinales. Una mรกs.

* Daniela Gleizer, El exilio incรณmodo. Mรฉxico y los refugiados judรญos, 1933-1945, Mรฉxico, El Colegio de Mรฉxico, Universidad Autรณnoma Metropolitana-Cuajimalpa, 2011.

Publicado en Reforma el 24/VII/22.

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Historiador, ensayista y editor mexicano, director de Letras Libres y de Editorial Clรญo.


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