Foto via Wikimedia Commons, CC BY-SA 3.0

El profesor Jones y el mecanismo de Arquímedes

En su última película, Indiana Jones busca un mecanismo cuya invención se atribuye a Arquímedes: a la vez un calendario perpetuo y un astrolabio, que incorporaba funciones "user friendly" para quien no sabía mucho de astronomía.
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En su última película, Indiana Jones busca un mecanismo cuya invención se atribuye a Arquímedes, que tiene la pintoresca capacidad de retroceder el tiempo. Arquímedes sí diseñó un aparato complejo relacionado con el tiempo, pero no para hacerlo retroceder, sino –algo mucho más útil en la mentalidad griega– para predecirlo. Hasta donde sabemos hoy en día, el ingenio o mecanismo de Arquímedes era a la vez un calendario perpetuo y un astrolabio, que además incorporaba funciones user friendly para el que no supiera mucho de mecánica ni astronomía, como predecir eclipses o la fecha exacta de los juegos panhelénicos. Era la suma de varias ciencias muy desarrolladas en el Helenismo, la época que va de Ptolemeo I a Cleopatra (siglo III al I a.C.) y que tuvo su centro en Alejandría.

El propio Cicerón tuvo oportunidad de ver dos de estos artefactos, que el general Marco Claudio Marcelo había traído precisamente de Siracusa, en cuyo saqueo, el 212 a.C., murió Arquímedes, supuestamente a manos de un soldado romano al que no cedió el paso. Dicho sea… de paso, es bastante improbable que un legionario de a pie, por muy borracho y en modo saqueo que estuviera, desatendiera una orden directa de no tocar al célebre científico, así que la historia parece ser más bien una justificación elaborada posteriormente.

Si solo tuviéramos la información de las fuentes escritas, sabríamos del mecanismo de Arquímedes más o menos lo mismo que sabemos de otros inventos célebres, como la bomba hidráulica de Ctesibio (s. III a.C.) o la máquina expendedora de agua (sí, una máquina expendedora a monedas) de Herón (s. I a.C.), es decir, su funcionamiento general y poco más.

Pero en este caso tenemos un testimonio arqueológico, lo cual sí que es extraordinario. En 1900 se descubrió junto a la costa de la isla de Anticitera, situada entre Grecia y Creta, un pecio con los restos de un riquísimo naufragio, datable en el s. I a.C. y, según algunos, más exactamente entre los años 50 y 25 a.C. Por sus características, se estableció rápidamente que se trataba de un barco mercante, pero no uno cualquiera, pues la cantidad de riquezas que llevaba apuntan al transporte de un botín de guerra o a la colección de un mecenas particularmente rico (y con mala suerte). Los pescadores de esponjas que descubrieron el barco colaboraron después, contratados por el gobierno griego, en la extracción de una treintena de estatuas de bronce y mármol (entre ellas una del gran poeta Filitas de Cos), ánforas y una gran cantidad de objetos de valor, en lo que se puede considerar la primera operación organizada de arqueología submarina. Algunos de ellos murieron por síndrome de inmersión y los trabajos se detuvieron hasta 1970.

Desde entonces se han seguido recuperando piezas, pero ninguna más ha sido encontrada del objeto más importante: el llamado mecanismo de Anticitera. Se trata de los restos de un aparato mecánico, hecho en bronce, que incorpora al menos 27 engranajes con los que se accionan dos diales, uno en la parte frontal y otro en la posterior. Su estudio científico comenzó en los años 50 y ha avanzado hasta el punto de saber que es muy probablemente un ejemplo del mecanismo de Arquímedes. En la revista Almagest de 2016 se publicaron los resultados más recientes de la investigación que lleva a cabo un equipo de investigación internacional liderado por el profesor Jones (Alexander Jones), con una descripción muy completa de las inscripciones del aparato y de su funcionamiento, a partir de la cual se han hecho reconstrucciones virtuales muy convincentes.

El sistema de engranajes del aparato es bastante complejo, pero lo que es más sorprendente es el uso de un diferencial, que se acciona mediante una pinza o herramienta similar (tal vez una manivela), que permite tomar en cuenta la órbita elíptica de la luna, cuyo movimiento el mecanismo calcula (y predice), junto con el del sol y los otros cinco planetas conocidos en ese momento (Mercurio, Venus, Marte, Júpiter y Saturno). El aparato es una muestra de la avanzada orfebrería de la época, que producía relojes de sol y clepsidras muy exactos, trasladada a un objeto más complejo y, lo más interesante, de uso no científico. Evidentemente no era un aparato doméstico, pero quien lo usaba no precisaba de conocimientos avanzados, pues los diales son lo suficientemente claros: cuál es la fecha exacta, en el dial frontal, y cuándo habrá eclipses y cuándo serán los próximos juegos en Olimpia, Nemea, Delfos o Corinto (estos últimos en letra un poco más grande), en el dial posterior. Las fases de la luna, además, mostradas también en el dial frontal, servían para regular infinidad de actividades, desde la siembra hasta la navegación, y el movimiento de los planetas a través de las constelaciones para la práctica (muy común) de la astrología.

¿Qué tan raros eran estos mecanismos? Si el general Marcelo se llevó dos de Siracusa, podemos suponer que uno era el de la ciudad y el otro, muy probablemente, el prototipo del propio Arquímedes. Pero es llamativo que los dos quedaran en la casa familiar de los Marcelos, pues ahí se los mostró su nieto a Cicerón. Y el del naufragio de Anticitera parece datar de alrededor del 80 a.C. Todo parece indicar que no eran tan raros, una maravilla que todos quisieran quedarse. Lo más probable es que toda ciudad importante tuviera uno o tal vez varios aparatos que hicieran las funciones por separado.

Lo interesante del mecanismo de Arquímedes es que concentraba en un solo aparato varias funciones, tal como demuestra el de Anticitera. Pero no hay que olvidar que Arquímedes simplemente mecanizó en un solo objeto los conocimientos astronómicos que provenían en último caso de la astronomía babilonia y persa, y a la que en Grecia habían contribuido científicos de la talla de Hiparco y Apolonio de Pérgamo, que habían formulado los modelos epicíclicos. El mecanismo no es una invención genial de Arquímedes, sino la suma de una tradición científica excepcional que después pasará a Bizancio y al mundo árabe, aunque decaiga un tanto en occidente, y que ya para sus tiempos había dado lugar a una disciplina particular: la Sphairopoiía, la construcción de modelos celestes. No está de más recordar que en la Antigüedad ya existían instrumentos de cálculo muy avanzados (llamarlos “computadoras analógicas” es una exageración).

Con las aventuras del profesor Jones (Indiana) al menos el gran público puede ver un mecanismo reluciente y muy parecido al que han reconstruido el profesor Jones (Alexander) y su equipo. A los griegos, por supuesto, usarlo para retroceder en el tiempo les hubiera parecido un desperdicio. ~

Reconstrucción virtual del mecanismo por M. Wright y M. Vicentini:

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(Tuxtla Gutiérrez, 1973) es profesor titular de Filología griega en la Universidad de Salamanca, poeta y traductor. Su libro más reciente es Quinientos epigramas griegos (Cátedra, 2021).


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