El orden de las cosas

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Todo estaba repartido desde el principio

A la jirafa, un corazón de pozo profundo

A Ulises el divino, los nudos de su balsa

A cada siglo, su propio cuchillo afilado

A cada máscara, un solo personaje

Al agua, no pasar del cuello

Al vértigo, la inmovilidad si la desea

Al llanto de Demócrito, la risa de Heráclito

A los amigos, más de lo posible

A la hija única, todas las fotografías de su madre

A los padres de todos, que nada cambie demasiado

Al día, la amenaza del infinito

A las vacas de peluche, el mito de Europa

A la tierra plana, otras cosas bellas que no existen

A la ciudad, un círculo, una línea y buena suerte

A los libros, que valgan al menos lo mismo

que un minuto de realidad

Al camello, el reino de los cielos directamente

Al lugar en que se nace, una maleta con brújula

Al lugar en que se muere, otra (y juro que existen)

A la mierda, tantos años de hambre

A Narciso, un estanque limpio

A los caminos laterales, que se vuelvan centrales

(y a los centrales, que se vayan de fiesta)

A la luz, ser monopolio de un solo sentido

A los amantes, hacer largo su viaje

A los poetas jóvenes, tres manuales de métrica

A los poetas mayores, ver lo que veía Rilke

A la alegría, una manzana, un Buda y un relámpago

Al azar, todo lo demás. ~

 

 

 

 

Nota del autor: “El orden de las cosas” es una imitación de Gonzalo Rojas, escrita para celebrar la lectura de Metamorfosis de lo mismo.

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(Tuxtla Gutiérrez, 1973) es profesor titular de filología griega en la Universidad de Salamanca y coeditor con J. A. García Alonso y M. P. de Hoz de The Alexandrian tradition: Interactions of science, religion and literature (Peter Lang, 2014).


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