Insultar tenรญa cierta relevancia antes de que nuestra รฉpoca polรญtica lo viera como un lenguaje tan habitual. Un dictador mediocre encarna el tropicalismo despรณtico, arremete burlรณn contra sus opositores, suelta amenazas, les secuestra, promete la construcciรณn de cรกrceles para encerrarlos sin clemencia y en esa palabra no deja un asomo de refinamiento o vocabulario. Es el tono de la tiranรญa hecha caricatura. Sus simpatรญas regionales optan por insultar de nueva cuenta a quien exclama. Muchos de quienes en el espectro afรญn cuentan con voz pรบblica ponen apodos, mienten, replican la perorata infantil en diarios nacionales al mejor uso de las redes sociales. Los cรณdigos entre medios se homogenizaron. Ni la agresiรณn a las libertades individuales, a los derechos humanos o la transgresiรณn democrรกtica ameritan el fervor hacia quienes se consideran contrarios.
Al norte de la frontera mexicana, el insulto trumpiano es cosa diaria y, si acaso, da para exaltar a compaรฑeros de recreo en los primeros grados de educaciรณn bรกsica. Otra vez sobrenombres, juegos de palabras. La patanerรญa de humillar por delante.
Cruce de rรญo al sur y se repite la dinรกmica. No importa el tema. El oficialismo nacional ha vivido convencido de que la caracterizaciรณn es gobierno. Le ha dado resultados.
Ojalรก insultar volviese a ser cosa seria. Para la palabrerรญa lo primero que deja de importar es la realidad. Sustituye a los expulsados de Mรฉxico a Guatemala, a lo invivible de Tamaulipas, al mรญnimo orden democrรกtico.
En todos lados, discursos enfundados en un atavรญo de intenciรณn ideolรณgica replican estos modos para sus propios intereses.
Una suerte de vanidad tiene la costumbre de quererle imponer a cada รฉpoca histรณrica el espรญritu de los tiempos: zeitgeist, en la definiciรณn de la filosofรญa alemana. El comportamiento forma parte de su naturaleza, es la manera de construir la relaciรณn de situaciones propias a sus caracterรญsticas. Cada tanto, las sociedades o sus grupos van asumiendo favorable โy no solo admisibleโ lo que ocurre a su alrededor, desechando los aprendizajes de otros momentos y, a veces, recuperando lo mejor de ellos. Conforme un mayor nรบmero de individuos y colectividades adoptan usos y humores, estos se hacen dominantes sobre el resto. Sin importar efectos negativos o positivos, aquella vanidad lleva a considerar su lectura del mundo no solo como adecuada, sino como la รบnica posible. Asรญ transitamos por periodos de curiosidad, de democracia o de libertad, pero tambiรฉn de la mรกs rupestre demagogia, de violencia, de opacidad y por autoritarismos, todos ellos despreciables y humanamente costosos.
De vez en cuando, aquella misma vanidad tiene un espejo de apariencia disminuida, en busca de leer el momento desde y, mรกs de una vez, solo con, cรณdigos afines una รฉpoca histรณrica previa, generando el rechazo y con el efecto involuntario de validar atropellos. La batalla zeitgeist vs zeitgeist es mรกs que eso.
Cuando el espรญritu de los tiempos rompe las bases compartidas para la habitabilidad polรญtica de un espacio, la pรฉrdida es general: los paรญses y las sociedades son mรกs frรกgiles de lo que se cree. Con extrema sencillez dejan de ser el lugar para los que ahรญ se encuentran.
Sea Venezuela, la Trump America, el Mรฉxico de Palacio Nacional, los muertos en Gaza, los secuestrados por Hamรกs, la impenetrable discusiรณn sobre una boxeadora en los olรญmpicos, la ceremonia de su inauguraciรณn, el wokeismo y el antiwokeismo equivalentemente recalcitrantes y odiosos. Sin relaciรณn obligada entre sรญ, la sintomatologรญa es la misma. Forman un fenรณmeno. Construimos un entorno donde gana la imposibilidad para discutir lo debatible, hasta ya no poder discutir absolutamente nada.
Prima el reclamo contra la no adaptaciรณn a los aires de la รฉpoca, como si adaptarse fuera necesariamente una virtud. En simultรกneo, una negaciรณn a entender ese espรญritu aleja las posibilidades de maniobrar en รฉl, porque niega el peso de los humores y las apreciaciones hacia los hechos. Social y polรญticamente vamos dando tumbos en nosotros mismos
ยฟQueremos entender quรฉ estรก pasando alrededor?
El volksgeist se implantรณ como zeitgeist. Lo capturรณ. No es el espรญritu โgeistโ de los tiempos sino el espรญritu del pueblo. ยฟPara quรฉ queremos filosofรญa, teorรญa polรญtica? Quizรก porque la inmediatez no es mรกs que vacรญo. Sin duda, porque la abstracciรณn โpuebloโ โvolksโ es tan ambigua como peligrosa; su apariencia de homogeneidad excluye, aplasta. Prescinde de individuos, y entonces de la posibilidad de la igualdad republicana donde los diferentes deben tener una base idรฉntica ante la ley.
Sin ella surgen los clasificables. El catรกlogo de adjetivos recurrentes en Mar-a-Lago, Palacio, Caracas, Buenos Aires, los sofรกs viendo desfiles, combates y pirotecnia olรญmpica son expresiones de un integrismo en defensa de una pureza cultural fracturada por la modernidad, de la verdadera identidad de gรฉnero, de la autenticidad de los arraigos nacionales, de lo que sea. Y no hay integrismo que no parta de asegurar un momento de ruptura que lo condujo o va llevando a su derrumbe.
Si ciertos instrumentos de acciรณn polรญtica dan la sensaciรณn de haberse convertido en anacrรณnicos, ยฟquรฉ tan vรกlido es despreciarlos? ยฟDespreciamos los principios bรกsicos de la Repรบblica? ยฟAquella igualdad jurรญdica?
Los รกnimos contemporรกneos de horizontalidad pueden llegar a aplaudir que la romantizaciรณn del pueblo conquiste al tiempo. Solo que nuestra gran medida es el รบltimo y siempre que hemos creรญdo estar sobre de รฉl, salimos perdiendo.
Los individuos nos definimos por medio de la conciencia del tiempo donde estamos suscritos. Por eso los totalitarismos, las autocracias, competitivas o no, son su producto. Actรบan seguros de su perpetuidad. Todos dijeron ser revolucionarios y transformadores para exhibirse antirrevolucionarios y profundamente reaccionarios. En la concepciรณn de los particularismos del volksgeist surge la lucha contra los planteamientos liberales que dependen de conceptos universales sin la trampa de ataduras ideolรณgicas, crecen los nacionalismos, las identidades exacerbadas por etiquetas hechas causas con fuero. El volksgeist utiliza cada una de la instituciones liberales, democrรกticas, legales y limitadas por los poderes civiles para reclamar la autenticidad y pureza de los propios.
Nuestro zeitgeist no es el ascenso de los populismos de izquierdas y derechas segรบn el lugar donde se mira. Tampoco es la apertura de un posmodernismo que implora definirse sin saber cรณmo, ni el รญmpetu por lo gratuito. Es la incapacidad para resolver nuestros problemas; los de siempre y los nuevos, la adopciรณn de los usos y las formas por encima de la realidad. Solo que la realidad sigue ahรญ, las crisis, lo negado por la polรญtica barata, las vulnerabilidades, la ausencia de gobernanza o las batallas culturales. ~
es novelista y ensayista.