Tenรญa serias reservas cuando empecรฉ a leer esta biografรญa del mรกs famoso guerrillero del planeta. La contraportada de la nueva ediciรณn del libro de Jon Lee Anderson, Che Guevara: Una vida revolucionaria, me habรญa puesto en guardia. Ahรญ se decรญa que el Che habรญa sido โun mito en vida y mรกrtir internacional tras su muerte; un luchador revolucionario, estratega militar, filรณsofo social, economista, mรฉdico y amigo y confidente de Fidel Castroโ, o sea, como dice su viuda, Aleida March, โun hombre sin defectosโ. Los redactores de la cuarta de forros no parecรญan haberse enterado de que el โGuerrillero Heroicoโ, como se le llama en La Habana, habรญa fracasado estrepitosamente en todas sus aventuras para liberar a sangre y fuego a los pueblos del tercer mundo y crear el โHombre Nuevoโ. Lo novedoso de este libro, sin embargo, era que la viuda del Che habรญa aceptado hablar con el autor despuรฉs de โtres dรฉcadas de hibernaciรณnโ y que el gobierno cubano le habรญa dado โacceso exclusivoโ a sus archivos.
Hojeรฉ la primera ediciรณn de la obra de Anderson hace casi diez aรฑos, cuando dudaba ante la avalancha de libros publicados al aproximarse el trigรฉsimo aniversario de la muerte del guerrillero cubano-argentino. Me decantรฉ finalmente, y fue una decisiรณn acertada, por La vida en rojo, de Jorge Castaรฑeda, cuyo libro anterior, La utopรญa desarmada, me habรญa parecido una magnรญfica investigaciรณn sobre la izquierda latinoamericana despuรฉs de la caรญda del muro de Berlรญn.
Desistรญ entonces de la lectura de Anderson porque todo parecรญa indicar que el periodista norteamericano habรญa sido elegido por el rรฉgimen cubano para escribir โla biografรญa oficialโ del Che. La Habana le permitiรณ instalarse durante tres aรฑos en la isla y le abriรณ sus archivos. En un paรญs donde la investigaciรณn histรณrica estรก determinada por los intereses polรญticos del Lรญder Mรกximo, esto resultaba sospechoso. Castaรฑeda cuenta en su prรณlogo que โlos cubanos no tienen archivos disponiblesโ. No estaban disponibles para รฉl, porque ya no era de confianza, despuรฉs de la publicaciรณn de su libro anterior. ยฟPor quรฉ los cubanos escogieron a un โgringo feoโ, como el propio Anderson se califica? Tenรญan por lo menos dos motivos: el periodista de la revista The New Yorker era visto como un amigo de la revoluciรณn cubana, pero al mismo tiempo tenรญa credibilidad en su paรญs, y eso era clave para contrarrestar otras biografรญas que se anunciaban menos favorables al rรฉgimen castrista.
Ahora bien, ยฟobtuvo el Gobierno cubano el producto que querรญa? ยฟO le ha salido el tiro por la culata? Sobre los dos puntos clave de cualquier biografรญa del Che โlas ejecuciones sumarias y la supuesta ruptura con Fidel Castroโ Anderson no escatima ningรบn dato. Ya sรณlo con esto, este libro sobresaliente habrรก defraudado las expectativas de La Habana.
El autor dedica apenas cuatro pรกginas al tema de las ejecuciones (370-373), pero los otros biรณgrafos tampoco han sido exhaustivos. โEl Che, fiscal supremo, realizaba la tarea con singular dedicaciรณn; todas la noches resonaban las descargas de los pelotones de fusilamiento entre los antiguos muros de la fortalezaโ. ยฟCuรกntos murieron? De enero a abril de 1959, โse habรญan producido unos 550 fusilamientos, y el asunto, que ya provocaba protestas en Cuba, le habรญa causado graves problemas a Fidel durante su viaje por Estados Unidosโ. El Che se molestรณ cuando Castro ordenรณ la suspensiรณn de las ejecuciones y lo mandรณ a un periplo de tres meses por catorce paรญses. Anderson cita a varios amigos de juventud del Che, espantados por los juicios sumarios. โEn este problema, si no matas primero, te matan a tiโ, se justificaba.
No todos los fusilados habรญan participado en la represiรณn en tiempos de Batista. Hubo vรญctimas inocentes y tambiรฉn verdugos mรกs crueles que otros. Anderson hace una clara diferencia entre el Che, que era implacable con los enemigos de la revoluciรณn, y el hermano menor de Fidel Castro, Raรบl, al que presenta como un verdadero asesino. รl ordenรณ, entre otras cosas, โla ejecuciรณn de mรกs de setenta soldados capturadosโ. โHizo abrir una fosa con una excavadora, alineรณ a los condenados frente a ella y los hizo fusilar con ametralladorasโ.
Sobre las relaciones con Moscรบ y Pekรญn, queda muy claro que Guevara se alejรณ de la URSS para acercarse a la China de Mao, lo que provocรณ muchas tensiones con la dirigencia soviรฉtica, que calificaba al Che de โpeligroso extremistaโ. Anderson sugiere la existencia de un pacto secreto con Castro: el Che decรญa en voz alta lo que Fidel no podรญa expresar pรบblicamente, pero debรญa atenerse a las consecuencias polรญticas de sus declaraciones, o sea, que no le quedaba otra opciรณn que desaparecer del mapa para tranquilizar a los soviรฉticos y poner en prรกctica su proclamado internacionalismo proletario. En 1965, Castro โle โsugiriรณโ que partiera [โฆ] para dirigir el contingente guerrillero que ya se entrenaba [โฆ] en el Congoโ.
El relato de la misiรณn africana de seis meses del Che, entre Tarzรกn y Tintรญn, estรก muy bien logrado. Fue un fiasco total, que el propio Guevara calificarรญa de โchaplinescoโ. Asumiรณ parte de la responsabilidad โโno habรญa comunicado a ningรบn congolรฉs mi decisiรณn de luchar en su paรญsโโ y esto habรญa molestado a Laurent Kabila, el jefe de la guerrilla. Sin embargo, el Che harรญa lo mismo en Bolivia, donde llegรณ en 1966 โsin ser invitado, convencido de que la direcciรณn comunista boliviana no retrocederรญa ante la guerra de guerrillas inminente una vez que le presentara el hecho consumado de su presencia. Esta vez, el error resultarรญa fatalโ.
Desde Bolivia, el Che querรญa crear โmuchos Vietnamโ en su afรกn de derrotar a Estados Unidos. Segรบn Anderson, Guevara querรญa โprovocar una nueva guerra mundial con la esperanza de que fuera definitivaโ. Ya en octubre de 1962, cuando la presiรณn de Washington obligรณ a los rusos a retirar de Cuba sus misiles nucleares, el Che se quejรณ amargamente. โGuevara dijo que, de haber controlado los misiles, Cuba los hubiera disparadoโ. Lo declarรณ al corresponsal del diario socialista britรกnico Daily Worker, Sam Russell, que no salรญa de su asombro: โCon sus desvarรญos sobre los misiles me pareciรณ que estaba chifladoโ.
ยฟTuvieron los โdesvarรญosโ del Che algo que ver con la decisiรณn de Castro de no mandar refuerzos para ayudarle a romper el cerco del ejรฉrcito boliviano y salvar la vida? ยฟSe habรญa vuelto el Che un estorbo en la relaciรณn con Moscรบ? โA pesar de [โฆ] algunas dudas persistentes sobre hasta quรฉ punto Cuba ayudรณ al Che en Bolivia, la mayorรญa de las pruebas indican que La Habana hizo lo que pudo dentro de sus posibilidadesโ. Aquรญ, el autor no convence, pero es una de las pocas debilidades de este libro brillante, que no oculta los lados oscuros del icono de la izquierda internacional y de los vendedores de camisetas. A pesar de haber nacido bajo la protecciรณn del Gobierno cubano, el producto final habrรก disgustado a la cรบpula, pero no tanto como para quitarle la visa a Anderson. Es que Castro tiene una pequeรฑa deuda con el periodista por su contribuciรณn al descubrimiento de la tumba del Che en Bolivia. La exhumaciรณn y el envรญo a Cuba de los restos de Guevara, en 1997, dieron oxรญgeno al rรฉgimen castrista cuando mรกs lo necesitaba, y no importรณ mucho entonces comprobar cientรญficamente si esos huesos eran realmente del Che. ~
(Tรกnger, Marruecos, 1950) es periodista. Fue corresponsal de Le Monde en Mรฉxico. Es coautor de ยฟQuiรฉn matรณ al obispo? (Ediciones Martรญnez Roca, 2005).