En Desiertos de la luz, Antonio Colinas (La Baรฑeza, Leรณn, 1946) busca la armonรญa. El poeta experimenta el asombro y el espanto del mundo, pero tambiรฉn su belleza, y revuelve en el interior de cuanto percibe โy en su propio interiorโ para extraer jirones de comprensiรณn, esbozos de esperanza. El mundo es misterioso, y con ese misterio ha de congraciarse el hombre. La noche simboliza los enigmas de la existencia, pero el poeta bracea para despejarlos o, cuando menos, para hacerlos tolerables; y ese manoteo se identifica con la luz: โla sangre/ ya es la luz./ Nuestra sangre/ serรก la luz mientras la luz no mueraโ, salmodia el autor de Sepulcro en Tarquinia, entre polรญptotos, geminaciones y similicadencias. A menudo, la luz encarna en otros tรฉrminos: lรกmpara, llama, hoguera, fuego, arder, quemar, brasa. Desiertos de la luz dibuja una combustiรณn constante, en la que llamea la vida, con crepitaciones de jรบbilo y de silencio, frente a las oscuridades de la incertidumbre y la muerte. Este pulso entre claridad y tiniebla, que corporeiza el combate existencial, se refleja en dicotomรญas como dรญa/noche, negrura/luz, hielo/fuego, o en oxรญmoros, de aroma clรกsico, como โllamas negrasโ.
La plenitud anhelada por el poeta se identifica โen una de las metรกforas milenarias de la lรญricaโ con el amor, y tambiรฉn con la mรบsica, desde Hรคndel hasta Glenn Gould. La importancia que ostenta en el edificio sensible de Colinas la emociรณn inmediata, sin glosa ni raciocinio, de la mรบsica, alimenta numerosas sinestesias, en las que la luz โesa luz que es, en realidad, el palpitar del hombreโ se oye: โescuchando la melodรญa remota,/ escuchando una luz que ya es todas las lucesโ, afirma en โEl laberinto abiertoโ. El poeta no duda en manifestarse contra el odio, reverso del amor, con cantos antibรฉlicos o elegรญas inspiradas en el atentado del 11 de marzo de 2004. Su ansia por que el yo se funda en la plenitud del ser, pese a los desengaรฑos de la realidad y la inquina del tiempo, prevalece a lo largo del libro, en una incesante ondular de exaltaciรณn y desconcierto. No obstante, la lucha contra los obstรกculos que le impiden acceder a la armonรญa โla ignorancia y la fragilidad del hombre, el caos del mundo, el declive inevitable del cuerpoโ es fuerte, y se plasma, una vez mรกs, en binomios antitรฉticos, como todo/nada o ser/no ser. Colinas se sumerge siempre en la materia, cuajo de la energรญa que sostiene al universo, para emerger despuรฉs al espรญritu: a la respiraciรณn con el cosmos; a la conciencia de ser uno con el Todo. La busca de la plenitud se manifiesta tambiรฉn en la de la vida eterna, esto es, en la sed de infinitud, en el anhelo de ser por siempre, que ha de superar el abismo incomprensible de la muerte: โยฟaรบn no hemos sabido desvelar el misterio/ que encierra el laberinto abierto de la piedra,/ dar con el manantial/ que sacia para siempre la sed de ser sin fin,/ la sed de respirar en el amor?โ.
El รกnimo trascendente de Colinas es claro en Desiertos de la luz, y los ecos religiosos dejan de ser ecos en algunas piezas, para convertirse en rotundidades sacras. โLa lรกmpara de barroโ, por ejemplo, utiliza el Padrenuestro para elaborar un poema confesional, en el que el autor se reconoce miembro de la grey que nunca ha dejado de seguir las huellas de Cristo, y le pide a Dios que, en la hora de la muerte, le abra a otra vida, โmar de luz o fuego blancoโ. La influencia de la mรญstica, uno de los rasgos mรกs caracterรญsticos de la poesรญa de Colinas, segรบn ha subrayado unรกnimemente la crรญtica, es asimismo notoria en Desiertos de la luz. El impulso por que el alma se diluya en el ocรฉano absoluto de la presencia divina se aviene con el ansia de plenitud del poeta: con su aspiraciรณn a fundirse con lo existente, y a resolver, asรญ, todas las fracturas y vacรญos del yo. Un largo poema del libro, โEn Bruselas, buscando una llamaโ, evoca la huida a Francia y luego a Flandes de Ana de Jesรบs, la primera editora del Cรกntico espiritual, de san Juan de la Cruz, y a quien, por ello, le fue dedicado. Pero no sรณlo la mรญstica occidental influye en su obra; tambiรฉn la oriental, con su vehemente delicadeza y su ingrรกvido erotismo. En un poema dedicado a Tian Tan, โTemplo del Cieloโ, leemos: โยกY si en este instante se abriese un poco mรกs/ el labio de la noche, si fluyese el misterio/ por medio de sonidos que no hieren ni nombran!โ. En muchas otras piezas chisporrotean las paradojas propias de la mรญstica cristiana, que transmiten la pugna entre el anegarse en lo superior y la resistencia de lo inferior a ser anegado, o la interpenetraciรณn del placer y el dolor, o la negaciรณn del saber para aprehender un saber mรกs verdadero. โMorada de la luzโ, en particular โcuyo tรญtulo remite a otro de los inspiradores de Colinas, santa Teresa de รvilaโ, aparece trufado de esta suerte de oposiciones unitivas: el poeta desciende a โun saber que ya no sabeโ; la casa gira, quieta; alguien estรก ahรญ, sin estar. โQuรฉ dulzura este ir cerrรกndose a todo/ para poderse abrir y comprenderlo todoโ, concluye Colinas. En el transfondo de estas adversaciones reverbera el โno entender entendiendo/ toda sciencia trascendiendoโ de la Noche oscura de san Juan de la Cruz. En otras ocasiones, la voluntad ascensional del mรญstico se conjuga con el entraรฑamiento del quietista. Colinas proclama entonces la necesidad de adentrarse en el ser propio, y permanecer oculto y jadeante en las simas del espรญritu, para alcanzar el ser total: โaquรญ estamos nosotros en su fondo/ de limo/ hundidos,/ quietos,/ (โฆ) pero ยฟcรณmo/ ascender?/ Acaso descendiendo/ mรกs todavรญa en el profundo abismo/ del ser,/ descendiendo/ aรบn mรกs hasta el no ser en plenitud,/ que es el ser verdaderoโ, leemos en โLa noche transfiguradaโ. Un internarse en el yo, por cierto, que resulta coherente con el aliento รณrfico que recorre Desiertos de la luz: reveladoramente, en el mismo poema que se acaba de citar, โLa noche transfiguradaโ, se menciona a la lira de Orfeo. Colinas reivindica la exploraciรณn interior, el momento interior. Las vastas articulaciones del cosmos y las no menos dilatadas arborescencias de lo ultraterreno encuentran su correspondencia en las microscopรญas del yo, por cuyas venas discurre el silencio, y en cuyo corazรณn se asienta el mundo. En los limos oscuros de la conciencia es hallable la verdad exterior, la verdad de todos.
En Desiertos de la luz, el poeta recurre principalmente a los motivos de la naturaleza para establecer su orbe simbรณlico, aunque dedica bastantes poemas a la evocaciรณn de ciudades โSalamanca, Bruselas, Jerusalรฉnโ y, en general, de lugares, cuya contemplaciรณn le induce a demoradas reflexiones sobre el ser y la existencia en la Tierra, sobre la perduraciรณn y la ruina, sobre el amor y la muerte. La visita a un pazo, por ejemplo, le suscita la contraposiciรณn โque es, en realidad, identificaciรณnโ entre lo exterior y lo interior, entre el mundo y el yo: โYo buscaba un camino a lo largo del dรญa/ sin saber que el camino no existรญa,/ pues el camino estaba/ en mi interiorโ. Hay poemas โo momentosโ muy narrativos, quizรก demasiado, como โLa primera hojaโ. Los rescata del prosaรญsmo un continuo pespunte de delicados simbolismos, de imรกgenes desapasionadas atentas a la luz y al color. A veces, no obstante, algunas aclaraciones, en su afรกn por establecer paralelismos, resultan explicativas y, por lo tanto, antipoรฉticas: โse retira el mar en busca de la mar (como yo de mรญ mismo)โ. Estas leves disonancias no enturbian Desiertos de la luz, un libro de madurez, que acredita el verso vibrante y depurado de Colinas, y la consistencia รฉtica de su pensamiento. ~
(Barcelona, 1962) es poeta, traductor y crรญtico literario. En 2011 publicรณ el libro de poemas El desierto verde (El Gato Gris).