Ricardo Piglia
Antologรญa personal
Mรฉxico, FCE, 2014, 298 pp.
Ricardo Piglia naciรณ en Adroguรฉ, ciudad cercana a Buenos Aires. Creciรณ cerca de la estaciรณn de trenes y desde niรฑo le gustaba ver a la gente que volvรญa de trabajar. Tambiรฉn le gustaba que lo vieran. Cuando aรบn no sabรญa leer, se sentaba a la puerta de la casa con un libro para que los adultos se asombraran de sus conocimientos. El juego le deparรณ elogios hasta que un seรฑor le dijo amablemente: “Nene, tenรฉs el libro de cabeza.” Fue un momento duro para el ego, pero revelador para la conciencia. El futuro del escritor dependerรญa de regresar propositivamente a ese gesto. Leer al revรฉs por accidente es un error; leer al revรฉs con mรฉtodo permite decodificar. El galimatรญas del lego es el mensaje del espรญa.
Borges insistiรณ en que la suerte de un libro depende menos de su contenido que de la forma en que es leรญdo y, otro autor cercano a Piglia, Gombrowicz, afirmรณ en su cรฉlebre conferencia “Contra los poetas” que lo que define el efecto poรฉtico no es la calidad intrรญnseca de los versos sin la disposiciรณn a leer poรฉticamente. La palabra juega su suerte definitiva en la recepciรณn, la mirada del otro, el punto de llegada.
En sintonรญa con estas ideas, Piglia ha hecho la operaciรณn mรกs significativa de su travesรญa literaria: leerse a sรญ mismo como si fuera otro. Al imaginar la “sexta propuesta para el prรณximo milenio”, que Calvino no llegรณ a escribir, elige el desplazamiento, la voz ajena. Con ello no se refiere al imposible artificio de “darle voz a los que no la tienen”, sino a que la ficciรณn adquiere verosimilitud cuando parece, misteriosamente, “contada por otro”. Aunque escriba en primera persona, esa voz tiene la autoridad del que habla diferente, incluso para el propio autor. Ese extraรฑamiento otorga autonomรญa al texto y le permite vivir por su cuenta. Escribir es despersonalizarse. En palabras de Rimbaud: “El yo es otro.”
Admirador de Brecht, Borges, Kafka, Joyce, Macedonio Fernรกndez, Arlt, Marx, Benjamin y Gombrowicz, Piglia suele discutir autores desde el ensayo, la cรกtedra y la ficciรณn. Su Antologรญa personal incluye ficciones y reflexiones. Muy en su estilo, algunos de los temas mรกs ensayรญsticos son trabajados desde la narraciรณn. El cuento “Un pez en el hielo” es protagonizado por Emilio Renzi, รกlter ego de Piglia. El escritor visita Turรญn luego de un descalabro amoroso y esto le permite evocar a Pavese y su tortuosa relaciรณn con las mujeres. En su corta estancia, Renzi imagina los รบltimos dรญas del autor de El diablo en las colinas. Pavese ha puesto fin al diario que se publicarรก como El oficio de vivir y ha escrito sus famosas รบltimas palabras: “No escribirรฉ mรกs.” Pero aรบn le quedan ocho dรญas para morir. Un parรฉntesis, un vacรญo, vida sin autorรญa. La obra de Pavese se convierte en lo que ya no podrรก ocurrir.
La Antologรญa recoge otros momentos de literatura en situaciones extremas: el Che corrigiendo ortografรญa en la รบltima noche de su vida, los protagonistas de El beso de la mujer araรฑa atrapados en una celda, la carta que le cuesta la vida a Rodolfo Walsh. Ciertos cuentos tambiรฉn aluden a la posibilidad de leer en el lรญmite o desde los mรกrgenes (la protagonista de “La nena” entiende el mundo como una proyecciรณn de su personalidad y logra que su delirio sea un lenguaje funcional; “El Laucha Benรญtez” intercambia y confunde los signos: los golpes y las caricias pertenecen, por igual, a un amor destructivo, que se entiende demasiado tarde).
Piglia explora la grieta, la fisura, la frontera donde la interpretaciรณn adquiere otro sentido. Su ensayo sobre Gombrowicz lleva el emblemรกtico tรญtulo de “El escritor como lector”. El autor de Cosmos trabaja en circunstancias peculiares; vive exiliado en Buenos Aires con la digna suciedad de un conde degradado en pordiosero; no pertenece al ambiente literario; habla polaco y francรฉs; dice ser un novelista sublime. Sin embargo, cuando tiene la oportunidad de impartir una conferencia, decide hacer de su debilidad una virtud y habla en su mal espaรฑol. Elige una incapacidad voluntaria para realzar su diferencia. Ante una realidad que lo rebasa, opta por no aprender del todo, cultiva su inmadurez, defiende su impericia para hablar desde los bordes. Piglia lo compara con Beckett por su habilidad para lograr una estรฉtica de la escasez, ricamente despojada: “La desposesiรณn como condiciรณn de la gran literatura.”
Escritos a lo largo de muchos aรฑos y provenientes de obras muy diversas, numerosos textos aluden al acto de leer, escribir o hablar por รบltima vez. Piglia incluye un fragmento de su novela Respiraciรณn artificial en el que un senador lanza un monรณlogo en silla de ruedas. Alejado del Congreso, habla pero no legisla, su voz es la de alguien que fue. Esta nociรณn del acabamiento que influye en el presente se aplica a la tradiciรณn misma. El pasado no es una zona intacta y clausurada; se modifica desde el presente. En consecuencia, un escritor trabaja “con los restos de una tradiciรณn perdida”. A eso le llama Piglia la “extradiciรณn”. Lo ya sucedido se diluye para fundirse en la sustancia, tambiรฉn modificable, del presente.
Ya en El รบltimo lector (2005), el autor se habรญa concentrado en la lectura como รบltima oportunidad. El Quijote es el intรฉrprete final de una tradiciรณn, la novela de caballerรญas, con la que decide leer el mundo. Hay algo dramรกtico, y acaso heroico, en leer como ya nadie lo harรก, con la urgencia de quien tiene los dรญas contados (Guevara y Walsh, porque morirรกn; la Nena y el Quijote, porque prolongarรกn su lectura hasta el delirio). ¿Quรฉ clase de “รบltimo lector” es Piglia para sรญ mismo?
Su Antologรญa personal es lo opuesto a un hit parade. No recoge momentos canรณnicos o “representativos”; busca que la relectura y el reacomodo den nuevo sentido a obras previas. En forma sugerente, Piglia presenta como cuentos pasajes de novela, incluye clases y conferencias. Los distintos gรฉneros abandonan su nicho habitual y operan en otra densidad.
Una de sus figuras tutelares ha sido el detective como intelectual popular que descifra enigmas en vasos y ceniceros. En su Antologรญa, se convierte en un investigador privado de la estirpe de Edipo: indaga hechos que รฉl mismo ha cometido.
Aunque algunos de sus textos mรกs conocidos quedan fuera, el catรกlogo de obsesiones se mantiene intacto. La Antologรญa aborda la cultura popular, el lenguaje hablado, la lectura extrema, la erรณtica del texto (Flaubert y James entienden a las mujeres y escriben libros de ordenada elegancia; Joyce y Lowry no las comprenden y escriben libros caรณticos), la relaciรณn entre dinero y escritura (formas imprescindibles de circulaciรณn), los lenguajes de la locura, el diario como sustento privado de la ficciรณn, la memoria artificial, los signos polรญticos de la ficciรณn. De modo sorprendente, el ensamblaje otorga renovada significaciรณn a estos temas.
Escritores-guerrilleros, Rodolfo Walsh y el Che Guevara buscan corregir el mundo y el texto en situaciones lรญmite. La semejanza entre ellos es clara, pero adquiere otro matiz cuando se lee “Una clase sobre Puig”. Ahรญ, Piglia se ocupa de El beso de la mujer araรฑa, que aborda la improbable relaciรณn amorosa entre un guerrillero y un homosexual. En esta novela, el autor desaparece para dejar que los personajes hablen sin intervenciรณn de una voz externa. Como el Che y Walsh, los protagonistas carecen de salida. Presos, solo disponen de una distracciรณn: contar pelรญculas. Dos estereotipos entran en colisiรณn, el de la lucha armada y el de Hollywood. Asombrosamente, Puig logra que dos seres arquetรญpicos se singularicen. Ambos han sido reprimidos y eso los une, pero no tanto como el mรฉtodo para superar su encierro, la seductora evocaciรณn de imรกgenes. De acuerdo con Puig, el inconsciente contemporรกneo tiene estructura de folletรญn. Paciente cautivo de un psicoanรกlisis extremo, el guerrillero se deja ganar por pelรญculas de magnรญfica cursilerรญa que le resultan liberadoras. Por su parte, el relator disfruta el efecto de sus historias y adquiere conciencia polรญtica por empatรญa emocional.
La cercanรญa de “Una clase sobre Puig” con el texto sobre el Che como lector arroja una luz oblicua sobre la fama pรณstuma del “guerrillero heroico” y la idolatrรญa a que ha dado lugar. Piglia no extiende las comparaciones, pero la estimulante proximidad de los textos permite algunas conjeturas (el libro, lo sabemos, depende menos de la forma en que ha sido escrito que de la forma en que es leรญdo).
La experiencia radical de Ernesto Guevara (la lectura de signos en total aislamiento, el sacrificio como รบltimo legado) ingresรณ de manera casi instantรกnea en el inconsciente colectivo; es decir, en el folletรญn de la cultura de masas del que hablรณ Puig. El cadรกver retratado en una pose similar a la del Cristo de Mantegna no triunfรณ en la iconografรญa. La grey escogiรณ una escena de resurrecciรณn: la imagen tomada por Alberto Korda, excepcional fotรณgrafo de modas que captรณ al lรญder en su hora mรกs alta. Esa foto decorarรญa millones de camisetas y otros productos de marketing que pueden ser rastreados en el documental Chevolution, de Luis Lรณpez y Trisha Ziff. El trasvase que Puig logra con virtuosismo en El beso de la mujer araรฑa revela que estereotipos opuestos (la revoluciรณn y el dinero) pueden desembocar en un sentimentalismo compartido, eje oculto de la cultura de masas.
Descifrador sin tregua, Piglia se ocupa del complot y la capacidad de leer entre lรญneas. La literatura se puede basar en el ejercicio paranoico de imaginar amenazas o en la estrategia conspiratoria de quien concibe invisibles modos de modificar la realidad. A partir de Los siete locos, de Roberto Arlt, comenta que “leer como si siempre hubiera algo cifrado” representa un gesto polรญtico. Los gobernantes que violan los derechos humanos suelen declarar a favor de los derechos humanos. Deconstruir esa falacia, encontrar la trama escondida del poder, significa leer de otra manera. Las novelas de Arlt, como las de Kafka, no tratan de una forma especรญfica de gobierno, sino de los mecanismos vitales, รญntimos, que permiten la dominaciรณn. La ficciรณn que tiene mayor eficacia polรญtica suele evitar la explicaciรณn directa de las tensiones ideolรณgicas; sin abordarlas abiertamente, las escenifica en un inquietante contexto privado: la cama donde es detenido Josef K.
¿Cรณmo sobreponerse a una realidad falseada por la publicidad y los discursos oficiales? “La percepciรณn bรกsica que Arlt transmite es que hay que construir un complot contra el complot”, escribe Piglia. La literatura: una red para sospechar del mundo y asignarle otras posibilidades.
A los ochenta aรฑos, Philip Roth decidiรณ releer sus 31 libros, comenzando por el mรกs reciente hasta llegar al primero. Ese viaje al origen no tenรญa como objeto modificar su escritura sino saber si el esfuerzo habรญa valido la pena. Al concluir el vasto recorrido por bosques de cuerpos y predicamentos sin fin, el novelista quedรณ satisfecho y abrumado; la culpa y el alivio que sus personajes suelen sentir en forma simultรกnea lo llevaron a optar por el silencio.
Piglia se relee de manera radicalmente distinta. No califica sus textos; busca ahรญ algo distinto: el secreto, la desviaciรณn de la norma, el “delito” que ha procurado ocultar. “Habrรญa una marca, un oscuro rastro autobiogrรกfico cifrado en la obra y –ya que este libro me representa mรกs fielmente que ningรบn otro que haya publicado– podrรญamos entonces imaginar un futuro lector que, convertido en pacรญfico detective potencial, serรญa capaz de descubrir no solo la forma inicial sino tambiรฉn el secreto tramado en el tejido de esta antologรญa personal.”
Las huellas dispersas de Ricardo Piglia trazan la historia de un crimen perfecto que solo รฉl estaba llamado a resolver. ~
es narrador, ensayista y dramaturgo. Su libro mรกs reciente es El vรฉrtigo horizontal. Una ciudad llamada Mรฉxico (Almadรญa/El Colegio Nacional, 2018).