Las verdades del cuerpo

El cuerpo fantástico

Francisco González Crussí

Grano de Sal/Universidad Veracruzana

Xalapa, 2024, 224 pp.

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Quien no haya leído a Francisco González Crussí se ha perdido de mucho. En principio de cuentas se ha perdido de una lectura enormemente placentera. Se trata de un médico con sentido del humor, cosa rara. Se trata de un hombre sabio, cosa aún más rara, que admira los prodigios de que es capaz el cuerpo al mismo tiempo que reconoce su enorme fragilidad. A pesar de su tremenda erudición, su prosa es amena, salpicada de anécdotas, extraídas de su vasta experiencia médica, y de citas pertinentes, tomadas de sus lecturas, casi infinitas. Antes se decía que “la letra con sangre entra” para señalar que era necesaria una disciplina férrea para adquirir conocimiento. En el caso de González Crussí, la letra con encanto entra. Porque si de algo puede presumir este médico patólogo nacido en México y avecindado en Estados Unidos es de tener una prosa algo arcaica, pero sin duda encantadora.

¿De qué nos habla González Crussí? Del cuerpo. De las paradójicas verdades del cuerpo. Pero no del cuerpo abstracto, a la manera de Paul Valéry (a quien González Crussí tradujo). En Tripas llevan corazón escribe sobre el aparato digestivo, el respiratorio, el reproductivo y el sistema cardiovascular; en La enfermedad del amor, de los sentimientos y el corazón; en El rostro y el alma, de la cara, los cabellos, la frente, la nariz, las mejillas, los ojos y la boca; en Nacer y otras dificultades escribe sobre el parto y la matriz; en Mors repentina, sobre la vejez, los senos y el ano; en Notas de un anatomista, sobre los gemelos, el embalsamamiento y ciertos apéndices corporales; en Remedios de antaño, sobre los enemas, las sangrías y la electricidad del cuerpo; tiene además un libro sobre el erotismo (Sobre la naturaleza de las cosas eróticas), otro acerca del ojo y la mirada (Sobre las cosas vistas, no vistas y mal vistas), un interesantísimo libro sobre la medicina oriental (Horas chinas) y unas muy entretenidas memorias (Partir es morir un poco). En su más reciente libro (El cuerpo fantástico) aborda el útero, el estómago, la piel, el dolor y el placer.

González Crussí puede decir con Terencio que nada humano le es ajeno. No solo le importa el cuerpo, sus grandezas y sus miserias, le importan también los misterios del cuerpo muerto, por los muchos años que se desempeñó como director del área de patología en uno de los mayores hospitales de Norteamérica (el de Chicago). Pero sobre todo, creo yo, le importa el alma. No el alma en el sentido religioso. El alma como aquello gracias a lo cual el cuerpo es algo más que una máquina carnal y ósea, como lo ven los materialistas y los ingenieros genéticos.

La medicina moderna se ha reducido a un saber técnico. En las visitas al médico ya no lo auscultan a uno, ahora nos mandan a hacer estudios. Ya no nos palpan el cuerpo, ahora nos mandan a hacer tomografías, nos escanean, nos someten a procesos mecánicos, quizá más precisos pero más gélidos que Groenlandia. La medicina ahora trata de estadísticas y gráficas, no de sabiduría sobre lo humano, no del alma. En este sentido, González Crussí debe ser uno de los últimos médicos del cuerpo y del alma, un doctor humanista en la más plena acepción del término. Sus libros nos alivian, nos nutren, hacen que tengamos una más clara comprensión de lo que somos.

¿Y qué somos? El cerebro humano puede realizar operaciones asombrosas. Pero podemos ahogarnos con una simple aceituna. González Crussí nos brinda instrumentos para aumentar el asombro de estar vivos. Y lo hace acompañando sus textos de un impresionante acervo cultural. En sus ensayos se dan cita médicos, filósofos y escritores, antiguos y modernos, de Oriente y Occidente, nunca de forma pedante. No cita para lucir su erudición, cita para amplificar el radio de su inmenso saber. Hace algún tiempo lo entrevisté para Letras Libres y me dijo: “Estoy seguro de que el hombre no se vería a sí mismo de forma tan arrogante como el dominador del mundo sabiendo que tenemos flaquezas congénitas. Tampoco podemos ser víctimas fáciles porque tenemos una gran fortaleza.”

González Crussí no es miembro de El Colegio Nacional, que yo sepa nunca ha recibido un premio en México (y sí muchos en el extranjero), publica sus libros simultáneamente en inglés y en español, fuera del país es una autoridad reconocida por sus aportes médicos, sus libros gozan de enorme prestigio. Su más reciente libro, por dar un ejemplo, lleva un prólogo del narrador John Banville. Escribe Banville: “Francisco González Crussí es un defensor del cuerpo en todas sus manifestaciones, tanto prosaicas como misteriosas. Ha dedicado toda su vida a estudiarlo como patólogo y como académico, pero también, ya avanzada su carrera, como escritor. Además es un anticuario y un lector omnívoro.”

Si a usted le gusta la lectura, debe leer a González Crussí. Si usted siente curiosidad por su propio cuerpo, debe leer a González Crussí. Si usted disfruta de las historias bien contadas con una prosa envolvente, debe leer a González Crussí. Si usted siente fascinación por estar vivo, debe leer a González Crussí. Se me ocurren cientos de motivos para recomendar su lectura, pero el espacio es corto. Añado algo más. Pocos autores como Francisco González Crussí combinan de forma tan armónica un gran saber, una profunda sabiduría y un formidable sentido del humor.

Dicho lo anterior, cedo la palabra, de nuevo y para cerrar, a John Banville: “El cuerpo fantástico es un recorrido maravilloso a lo largo de un fenómeno maravilloso: esta tierna aunque resistente máquina que nos alberga con tanta diligencia durante nuestra estancia en la Tierra y que el doctor González Crussí recorre con orgullo. No solo celebra el cuerpo extraordinario, sino que canta, junto con Whitman, el cuerpo eléctrico: ‘Afirmo que estas cosas no solo son los poemas del cuerpo, sino también del alma, / Afirmo que son el alma’.” ~


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