A lo largo de las tres últimas décadas se ha ido forjando en América Latina una tradición de novelistas preocupados por sacar a la luz cuestiones incómodas y dolorosas, relacionadas con la historia reciente y la política de su país. Libros que denuncian los horrores de las dictaduras, sin panfletos ni grandes aspavientos sino que, aprovechando las poderosas virtudes de la evocación, despliegan una trama sutil y al mismo tiempo eficaz, como hace Ricardo Piglia en su ya emblemática novela Respiración artificial.
Existe, por otra parte, en las letras hispánicas una tendencia más nueva que encuentra su inspiración en la historia de Europa durante el siglo XX, especialmente en la Segunda Guerra Mundial y los periodos que la precedieron. Estos escritores, entre los cuales podemos citar a Jorge Volpi (En busca de Klingsor, Seix Barral, 1999) o a Ricardo Menéndez Salmón (La ofensa, Seix Barral, 2007), entre otros, han situado sus historias en la Alemania nazi para poner a la luz los aspectos más deleznables del género humano y las consecuencias sociales que pueden llegar a tener cuando nadie los detiene.
El comienzo de la primavera, el libro más reciente de Patricio Pron, constituye el punto de encuentro de estas dos tendencias. Ganadora del XXIV Premio Jaen, esta novela tiene como punto de partida el periplo de Martínez, un joven filósofo argentino que se traslada a Alemania con la esperanza de encontrar al profesor Hans-Jürgen Hollenbach, cuya obra quisiera traducir al español. Alrededor de esta búsqueda –semejante a una encuesta policiaca o detectivesca– se organiza el suspense de la historia. Sin embargo el estilo cuidadoso y el ritmo extremadamente pausado, la distancian del común de las novelas policiacas y lo acercan más a Hermann Hesse y a otras lecturas anglosajonas del siglo XIX que se adivinan en el bagaje de este autor.
Más allá de la persecución física, Martínez va adentrándose sin proponérselo en una aventura intelectual y vivencial. A partir de cartas y testimonios orales, se ponen en acción varios personajes, cada uno de los cuales parece querer representar un aspecto de la sociedad alemana: mujeres aristocráticas venidas a menos, adolescentes okupas, una antigua estrella del cine pornográfico, una abuela que mira desde la ventana de un tren su pueblo bombardeado. Todos ellos dan su propio testimonio acerca de ese periodo tan complejo de la historia mundial. Esas anécdotas, esos fragmentos de vida, funcionan como pequeños relatos independientes pero también conforman una parte importante de la narración. Así, el lector que esperaba seguir cómodamente el viaje de Martínez se verá enfrentado a un laberinto de historias y personajes que plantean una serie de preguntas éticas y filosóficas a las que Pron evita responder para permitir que sea él mismo quien saque sus propias conclusiones.
La obra de Patricio Pron se ha comparado con la de Fabián Casas e Isaac Rosa, extrañamente empeñados en revisitar la historia y expresar en su literatura un compromiso político, algo que horroriza a muchos escritores nacidos después de su generación. El interés de este escritor por Alemania –y en esto se distingue de Volpi o de Menéndez Salmón– está afincado en un conocimiento íntimo, producto de varios años vividos en ese país, donde Pron estudió el doctorado. Él mismo asegura que la novela surgió una vez instalado ahí, cuando comprendió que muchas de las personas que frecuentaba estaban inmersas en esa culpa colectiva de los actos del nazismo, sin atreverse a investigar acerca de la responsabilidad individual de sus padres o de sus abuelos. Sin embargo, en esa interpretación sensible de la sociedad alemana se puede leer entre líneas otra historia también cercana al autor: la de las muertes y las desapariciones en su propio país, la culpa y el silencio incómodo que también en Argentina sigue palpitando. ~
(ciudad de México, 1973) es escritora. En 2011 publicó en Anagrama El cuerpo en que nací.