El puente, de Hart Crane

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El puente, de Hart Crane (1899-1932), constituye el รบltimo gran intento, en la literatura norteamericana, de construir el mito de la Tierra Prometida, esa Nueva Jerusalรฉn en la que los hombres gozarรญan de las beatitudes del Cielo, augurada por Emerson y Thoreau. Pero ese mito, aunque armado con referencias bรญblico-litรบrgicas โ€“Crane habรญa sido educado en los rigores de la ciencia cristianaโ€“, es un mito moderno, que abraza los avances de la tecnologรญa y los valores de la sociedad democrรกtica, que conecta lo cรณsmico y lo industrial, lo telรบrico y lo arquitectรณnico. El sรญmbolo que Crane eligiรณ para encarnar esa utopรญa contemporรกnea fue el puente neoyorquino de Brooklyn, una obra maestra de la ingenierรญa humana, inaugurado en 1883.

El mito se configura a partir de la reuniรณn de ciertos elementos fundacionales: el viaje de Colรณn y las aventuras de los descubridores, como Hernando de Soto, el primer europeo en alcanzar el Misisipi; el sueรฑo de Eldorado; la conquista del Oeste โ€“Crane, nacido en Ohio, descendรญa en lรญnea directa de los pioneros que viajaron en caravanas desde Nueva Inglaterra; la cultura india, representada por Pocahontas; el Cutty Sark y el dominio de los mares; los hermanos Wright y el nacimiento de la aviaciรณn. Se integran asimismo elementos religiosos, histรณricos, literarios โ€“como Rip van Winkle, el personaje de Washington Irving, o Edgar Allan Poeโ€“, legendarios y paisajรญsticos: la naturaleza, tanto urbana como rural โ€“las praderas, los campos de maรญzโ€“, tiene una importancia capital en el poemario, para describir una realidad salvรญfica, el โ€œnuevo territorio pactado de vรญvida hermandadโ€. En torno al puente totรฉmico, โ€œdeidad inmortalโ€, desfilan estas epifanรญas del Nuevo Mundo, estos avatares de la contemporaneidad. Pero ninguno usurpa su papel protagonista. La pieza inaugural, que le estรก dedicada, es una suerte de obertura sinfรณnica. El aria final, titulada โ€œAtlรกntidaโ€, tambiรฉn dedicada a รฉl, fue el primer poema del conjunto en ser escrito. Crane lo compuso en la misma habitaciรณn de Columbia Heights desde la que Washington Roebling, el ingeniero paralรญtico que lo habรญa diseรฑado, supervisaba con un catalejo, treinta aรฑos antes, las labores de construcciรณn. El inmenso puente es descrito homรฉricamente: โ€œtrillones de martillos susurrantes vislumbran a Tiro:/ serenamente, sobre el gemido de un yunque/ de eones, el silencio remacha Troya./ Y tรบ, allรก arriba, Jasรณn, grito imperativo,/ aรบn le pones arreos al retozo del aireโ€. Tambiรฉn Maiakovski y Jack Kerouac han cantado al puente. Lorca โ€“a quien Crane conociรณ durante la estancia del granadino en Nueva Yorkโ€“ lo hizo, con menor hipรฉrbole, aunque no con menor viveza, en โ€œCiudad sin sueรฑo (Nocturno del Brooklyn Bridge)โ€, de Poeta en Nueva York: โ€œAquel muchacho que llora/ porque no sabe la invenciรณn del puente/ o aquel muerto que ya no tiene/ mรกs que la cabeza y un zapato,/ hay que llevarlos al muro/ donde iguanas y sierpes esperanโ€ฆโ€.

Dos son las influencias mรกs perceptibles del poemario: Rimbaud y Whitman. A Crane se la ha llamado โ€œel Rimbaud de Clevelandโ€, aunque destacados autores, como Louise Bogan, nieguen esa semejanza. La imaginerรญa poderosa, basada en โ€œuna โ€˜lรณgica de la metรกforaโ€™ anterior a la lรณgica discursivaโ€, como seรฑala Jaime Priede, el prologuista y traductor del volumen; el lenguaje รณrfico y explosivo, salpicado de catacresis y sinestesias; la fluencia de la dicciรณn, que progresa con la majestuosidad zigzagueante de un torrente; el tinte irracional, de frecuentes erizamientos expresionistas, que caracteriza a El puente, bastarรญa para emparentarlo con la obra rimbaudiana. Pero es que las similitudes son, a veces, casi textuales. Asรญ reza la estrofa 17ยช de โ€œLa danzaโ€: โ€œRodeado de buitres, gritรฉ amarrado al poste/ sin poder arrancar las flechas de mi ladoโ€ฆโ€. Y asรญ dice el principio de โ€œEl barco ebrioโ€, compuesto, como โ€œLa danzaโ€, por estrofas de cuatro versos: โ€œPieles Rojas vociferantes los habรญan clavado desnudos/ a postes de colores, y utilizado como blancosโ€ฆโ€ Tambiรฉn recuerdan a Rimbaud los adjetivos tรฉcnico-cientรญficos con los que gusta de calificar a sus sustantivos. Si el poeta de Charleville habla de โ€œlรบnulas elรฉctricasโ€, Crane menciona a โ€œtruenos galvanomรฉtricosโ€; si aquรฉl convoca a โ€œenjambres de asteroidesโ€, รฉste cita a โ€œgalvรกnicos resoplidosโ€; si el autor de Iluminaciones recurre a โ€œpolรญperos carnalesโ€, el de El puente lo hace a โ€œcrestas ciclorรกmicasโ€.

El influjo de Walt Whitman en Crane es asimismo evidente. Su dibujo de una sociedad plena de fuerza y futuro, construida con las voces iguales de ciudadanos iguales, constituye un referente ineludible para el autor de El puente. El coro fluvial de Hojas de hierba y sus acordes รฉpicos โ€“de una รฉpica, sin embargo, mesocrรกticaโ€“ resuenan en Crane, aunque con acentos menos cristalinos, mรกs glรบcidos, enraizados, acaso demasiado, en la retรณrica romรกntica. โ€œCabo Hatterasโ€, uno de los poemas mรกs largos de El Puente, estรก dedicado a Whitman, al que, rimbaudianamente, llama โ€œvidenteโ€. Y acaba asรญ: โ€œnunca soltarรฉ/ mi mano/ de la tuya,/ Walt Whitmanโ€ฆโ€ Whitman no es, sin embargo, el รบnico poeta norteamericano cuya voz reverbera en la poesรญa de Crane. En El puente hay ecos de Carl Sandburg, y, en especial, de alguno de los poemas mรกs destacados de Los poemas de Chicago, como โ€œEl rascacielosโ€, dedicado asimismo a la exaltaciรณn de las grandes consecuciones urbanas, epรญtome del vigor del pueblo: โ€œHora tras hora, el Sol y la lluvia, el aire y el รณxido, y el empuje del tiempo que se pierde en los siglos, actรบan en el edificio, dentro y fuera de รฉlโ€ฆโ€

La traducciรณn de Jaime Priede es extraordinaria. Elude con donaire el corsรฉ marcial de las rimas consonantes, no flaquea ante la sintaxis asfixiante de Crane ni ante su vulcanismo lรฉxico, y ofrece una versiรณn respetuosa, no sรณlo con el significado del original, sino tambiรฉn con su peculiar sinuosidad: con sus protuberancias prosรณdicas y las estridencias de su vocabulario. Algunos detalles acreditan la pericia del traductor: en โ€œAve Marรญaโ€, el canto de Colรณn, y a la vista del gusto de Crane por el arcaรญsmo, Priede adapta su versiรณn a los giros propios del lenguaje del siglo XV: โ€œVenid a mi lado, Luis de San รngel, presto,/ escuchadme antes de que las mareas dispersen/ mis palabras, vos que serenasteis mi รญmpetuโ€ฆโ€ En momentos de encrespamiento expresivo, tambiรฉn la traducciรณn se encrespa, y, muy a menudo, sus opciones son inmejorables: โ€œa tom-tom scrimmageโ€, por ejemplo, es โ€œuna reyerta de gongsโ€. 

La noche del 26 de abril de 1932, Hart Crane recibe una paliza a bordo del Orizaba, el vapor con el que volvรญa a los Estados Unidos despuรฉs de un aรฑo de estancia en Mรฉxico, por haber intentado aproximarse a uno de sus marineros. Convencido de que la felicidad โ€“que tan ansiosa, y tan infructuosamente, habรญa buscado en los urinarios pรบblicos de Nueva Yorkโ€“ le estaba vedada a los homosexuales, se despide de los pasajeros, se quita la chaqueta, la deja cuidadosamente doblada en el suelo y se arroja a las aguas del Golfo de Mรฉxico. Su temprana muerte privรณ a los Estados Unidos, segรบn Waldo Frank, de su โ€œรบltimo poeta modernoโ€, pero el monumento que fue, y aรบn es, El puente, sigue, encendido y transitable, a nuestros pies. ~

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(Barcelona, 1962) es poeta, traductor y crรญtico literario. En 2011 publicรณ el libro de poemas El desierto verde (El Gato Gris).


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