El reflejo de un anuncio luminoso

Sombras

Juan Garcรญa Ponce

Ediciones Odradek

Huitzilac, 2021, 51 pp.

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Una de las misiones mรกs conspicuas de Ediciones Odradek, editorial independiente mexicana, es revisitar la obra de Juan Garcรญa Ponce (1932-2003). Del trabajo de este autor es comรบn hablar en cuanto a un carรกcter doble: funge a la vez como narrador y ensayista especializado en arte. De su pluma vienen, por ejemplo, tanto Crรณnica de la intervenciรณn (1982), ambicioso proyecto novelรญstico en dos tomos, como Nueve pintores mexicanos (1968), muestrario que es referente de las artes visuales de la dรฉcada de 1960. Ademรกs de esta anchura en el campo de acciรณn, su importancia radica en el consenso de testimonios que lo nombran lรญder intelectual de su generaciรณn, o mejor dicho, de un poderoso cรญrculo compacto de literatos y creadores que figurรณ al mismo tiempo en diversos espacios.

El gesto de Ediciones Odradek al publicar Sombras, aparecida por primera vez en la Revista Mexicana de Literatura en 1959, es el de acudir a ese corpus y develar una obra que, aunque prรกcticamente desconocida, vaticina de manera temprana temas que Garcรญa Ponce desarrollarรก a lo largo de las dรฉcadas. Un primer dato importante es que Sombras pertenece a la dramaturgia, gรฉnero con el cual tuvo un primer centellazo al inicio de su carrera โ€“ganando el Premio Ciudad de Mรฉxico en 1956 con su obra El canto de los grillosโ€“ pero en el cual no se desarrollรณ posteriormente ni de lejos con la misma intensidad que en cuento, novela o ensayo. En la introducciรณn a Sombras escrita por Alfonso Dโ€™Aquino, director de la editorial y especialista en el autor, se plantea una idea sugerente: la de que, si bien escribiรณ menos para la escena, hay una teatralidad una y otra vez manifiesta en sus libros de narrativa. Esta lectura refuerza otra, muy recurrente, que indica que toda la narrativa de Garcรญa Ponce sea leรญda como una sola novela gigante (esto es sostenible si se sigue el rastro de situaciones, gestos de personajes y obsesiones que se repiten en cada libro suyo). Un camino mรกs, paralelo, es hurgar en el teatro de Garcรญa Ponce para encontrar pistas de novelas que escribirรก posteriormente.

La situaciรณn en esta pieza de teatro breve (se lee en una hora o menos) es en apariencia sencilla. Tenemos tres personajes en un departamento dentro de un edificio deteriorado en la colonia Roma: una joven oficinista, su madre, y un hombre tambiรฉn joven al que rentan un cuarto. La anรฉcdota es mรญnima: va sobre la infatuaciรณn muda y dolorosa (y en el fondo, predominantemente sexual) que la chica siente por el inquilino, y la acciรณn se sitรบa unas horas antes de que รฉl termine su estancia con ellas.

La afinidad mรกs obvia con respecto al resto de la obra del autor radica justamente en esa angustiosa espera, en proximidad/lejanรญa, de una pasiรณn que bien podrรญa ni siquiera declararse, ya no digamos consumarse. El soliloquio de la joven, Laura, inmediatamente al comienzo (y que tiene un grado de lirismo que quizรก choca con el lenguaje sencillo del resto de la pieza) recuerda a las subjetividades intensas y atormentadas de otros protagonistas suyos.

Sin embargo, hay otra afinidad mรกs compleja, que tiene una referencia explรญcita en el tรญtulo de la obra, Sombras, y es la que se refiere a los juegos de visualidad en la forma de narrar. A lo largo de su trayectoria, Garcรญa Ponce se fascinarรก por el gran tema del deseo humano: un deseo que, si bien en un primer plano de tantos textos suyos es erรณtico y/o amoroso, parece en รบltima instancia siempre remitir a un deseo mucho mรกs abstracto por aprehender la vida, el mundo. Sus personajes estรกn en un constante vaivรฉn entre anhelo y aรฑoranza, las historias individuales del dรญa a dรญa y una ansiedad mรกs profunda. Esta tensiรณn es expresada a travรฉs de una serie de metรกforas en torno al ver, muy en sintonรญa con su interรฉs por las artes visuales. Basta ver los tรญtulos de sus libros, independientemente de su gรฉnero, para captar el vocabulario de la vista de Garcรญa Ponce: โ€œimagen primeraโ€, โ€œpresencia lejanaโ€, โ€œapariciรณn de lo invisibleโ€, โ€œtrazosโ€, โ€œfiguracionesโ€ โ€œimรกgenes y visionesโ€, โ€œlas formas de la imaginaciรณnโ€.

La conversaciรณn con que culmina la pieza, que es entre ambos jรณvenes ante la รบltima oportunidad que tendrรกn para acercarse, ocurre en ese momento incierto en que cae la noche: potente metรกfora visual, pero ciertamente no la รบnica. Si atendemos a la didascalia de la totalidad de la pieza, encontramos el mencionado juego constante para los ojos. Despuรฉs de su monรณlogo, Laura โ€œpermanece inmรณvil en la oscuridad. El reflejo de un anuncio luminoso llena de un resplandor rojizo la habitaciรณn.โ€ Cuando los jรณvenes estรกn remembrando los aรฑos pasados y de pronto emerge la sensaciรณn de que estaban mรกs cerca de lo que parecรญan, โ€œen ese momento se apaga la luz. La escena queda totalmente a oscuras.โ€ Para remediar el corte de luz, โ€œLaura entra de nuevo, por el fondo, derecha, sonriendo, con una vela prendida en la mano. La escena se ilumina dรฉbilmente, llenรกndose de sombras mรกgicas, sorprendentesโ€. Mรกs tarde, de pronto, โ€œpasa un automรณvil y la luz de los faros se refleja en el techoโ€. Y al final de la pieza, ya que ha regresado la luz pero los personajes la han apagado y ya no estรกn ya en la habitaciรณn, tan solo queda la intermitencia del anuncio luminoso prendiรฉndose y apagรกndose en medio de las horas solitarias de la noche, como uno de aquellos que rodean el cuarto de azotea de Pina Pellicer en Dรญas de otoรฑo (Roberto Gavaldรณn, 1963).

Este requerimiento del elemento de iluminaciรณn en Sombras, vital para lo que se desea comunicar, conduce a la reflexiรณn de la mencionada teatralidad, aquella que no solo requiere de la interacciรณn de los actores sino de todo lo escรฉnico. El texto hablado en esta pieza es importante, sรญ, pero no se sostiene si se olvida en su puesta el discurso no verbal de la luz. Asรญ como quizรก Garcรญa Ponce hizo que el โ€œteatroโ€ se absorbiera en sus novelas, esta obra en particular tiene algo en su teatralidad que nos remite inevitablemente a los lenguajes de la fotografรญa y el cine: esferas en las cuales luces y sombras estรกn al centro y tienen la palabra.

De cierta manera, la pieza presagia la llegada unos aรฑos despuรฉs de la pelรญcula Tajimara (1965), adaptada por Garcรญa Ponce de un cuento suyo junto con Juan Josรฉ Gurrola y dirigida por este รบltimo. El cinefotรณgrafo Antonio Reynoso logrรณ, a travรฉs de ciertas imรกgenes (como las de figuras inciertas que retozan tras un cristal empaรฑado por la lluvia, la atmรณsfera umbrosa de un departamento triste donde se encuentran conflictuados amantes y el esplendor del domo del reciรฉn inaugurado Museo de Arte Moderno recortando las siluetas de dos hermanos de figura espigada), poderosas misivas visuales garciaponcianas que definieron la puesta en pantalla.

El puente entre texto y visualidad es celebrado en esta ediciรณn de Sombras con fotografรญas a cargo de Mรณnica McCumbers, quien a partir de la vieja tรฉcnica de cianotipia representa a los personajes y algunos detalles de la obra en imรกgenes difusas y misteriosas. Esta intermedialidad es uno de los posibles regalos de reediciones o primeras ediciones de trabajos rezagados. Pueden surgir con ellas nuevos lectores, quienes a su vez darรกn nueva luz y significado a los autores canรณnicos.

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(Ciudad de Mรฉxico, 1983) es escritor, historiador del arte e investigador de la cultura popular. Tambiรฉn ha trabajado en radio como guionista y locutor.


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