En la ciudad de Eugenio Trías

Eugenio Trías. Entrevistas 1970-2011

Francesc Arroyo (ed.)

Galaxia Gutenberg

Barcelona, 2023, 444 pp.

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Diez años después de la muerte del filósofo Eugenio Trías aparece este volumen recopilatorio de entrevistas a cargo de Francesc Arroyo, quien explica en el prólogo que se ha limitado a seleccionar entrevistas publicadas en medios escritos, a la vez que da al lector algunas claves de este pensador, como son sus nociones de “límite” y de “razón fronteriza”. A lo largo de más de cuatrocientas páginas asistimos a una charla mantenida durante 41 años, los que van de la aparición de su primera obra a poco antes de su muerte. El libro está muy bien editado y será de interés tanto para quienes son conocedores de la obra de Trías como para quienes solo se han acercado a sus textos accidentalmente, porque el volumen funciona como si fuera un libro autónomo. Ahí encontramos condensada y explicada la filosofía de este autor y su evolución. En estas páginas está la diversidad de asuntos que trató, que van de la música al cine o a la poesía. Así, la charla va transitando de unas cosas a otras, de Nietzsche a cómo Trías cuenta su experiencia con el psicoanálisis durante cuatro años, de Platón a una observación sobre la película Yellow submarine. Trías no quiso dejar nunca de ser un filósofo, y aspiraba en cierto modo a desarrollar un sistema, con su noción de “límite”, pero siempre aparece en su charla y en su escritura un elemento humanizador, una mano tendida al lector. Algo que lo acerca también a lo literario. Todo ello, de algún modo, lo salva y le hace seguir presente entre nosotros.

La evolución de este autor se refleja también en el modo en que los entrevistadores se aproximan a él. Así, en las primeras entrevistas aparecen más elementos anecdóticos, en el propósito de presentar al público a ese nuevo y joven escritor. Nos lo describen en su casa, rodeado de discos y de sinfonías de Haydn, despistado, fumador, inclinado también hacia placeres terrenales. Ya la primera entrevista lo presenta en el titular con el término “Filósofo”, como algo que provoca extrañeza o ironía, en esos comienzos de los años setenta. Parecía entonces que hubiese otras urgencias antes que presentarse ante el público con asuntos de índole metafísica. Ana María Moix hace un retrato próximo y humorístico sobre él, de modo que mientras Trías diserta en su mundo de elucubraciones ella va describiendo cómo repite de espaguetis en el restaurante, o lo muestra con su esposa de entonces, o enlaza un despiste suyo con otro. Su reportaje, después de pasar un día entero junto a él, termina así: “Llega la hora de Schumann, y me voy. Trías me da una llave para que abra el portal. Una vez abajo, la llave no abre. Vuelvo a subir: se ha equivocado y me ha dado la del piso. Esta vez baja conmigo para asegurarse. Le pregunto dónde es más fácil encontrar taxi. ‘Por Calvo Sotelo.’ Y me señala Pedralbes. Añade: ‘Pero hoy, domingo, será difícil.’ Le hago saber que es jueves, y le recuerdo que vive en el tercero.”

Entre mis entrevistas preferidas del volumen están las que le hace el director de Ajoblanco, José Ribas. En un entorno de proximidad vital y barcelonesa, Ribas trata de sacar a Trías de sus terrenos cómodos, la pura digresión filosófica u ontológica, para llevarle a cuestiones más actuales, pero donde se le exige igualmente un esfuerzo intelectual. Josep Ramoneda firma también varias de las entrevistas. Aparece en ellas un intento de que Trías se justifique ante ciertas cuestiones, como fue que este filósofo participase en una actividad vinculada a José María Aznar, tras relevar en el poder a Felipe González. Es con Ramoneda la primera vez que aparece en el libro la cuestión idiomática y nacionalista, señalando el “reproche” que se le hace al filósofo de no escribir en catalán. De todos modos, conforme Trías se asienta libro a libro como pensador, las entrevistas se van centrando de un modo más exclusivo en este aspecto suyo. A través del transcurso de las páginas, de los años que pasan, se va viendo cómo desde el comienzo toma distancias con los neopositivistas –por más que nunca pierda de vista la obra de Wittgenstein, donde está la noción de límite, y de lo que queda más allá de él, que es lo místico y lo estético–, cómo partiendo de los estructuralistas se va apartando también de ellos, cómo no abandona nunca el platonismo, o cómo toma centralidad en su obra la cuestión religiosa, desde un punto de vista ajeno a cualquier dogmatismo. La creciente presencia de Trías entre los lectores latinoamericanos se manifiesta también en que pasan a ser de allá buena parte de los entrevistadores. Y termina el volumen con varias entrevistas para publicaciones especializadas o de carácter temático, bien sobre música, psicoanálisis o cine –el último texto viene firmado por José Luis Guarner.

En las casas españolas donde ha habido lectores, es fácil que demos en las estanterías con algún libro de Eugenio Trías. Quiero decir que, como a menudo se ha señalado, este autor tiene el mérito de haber sido leído por poetas y escritores, por pintores, por arquitectos, por músicos o por gente curiosa en general. Sus libros fueron apareciendo durante décadas en editoriales divulgativas y corrientes, y ganó premios de ensayo, más allá de lo académico. Quizá aquellos lectores no siempre se hiciesen cargo de un modo cabal de lo que esos libros expresaban, pero es un hecho que la prosa de Trías ha resultado sugerente e inspiradora para personas de diferentes disciplinas. Trías está entre quienes más han acercado la filosofía a las librerías y a nuestra sociedad española. ¡Cuántas veces en mi vida, cuando por alguna razón he dicho que trabajaba de profesor de filosofía, se me ha acercado alguien a preguntarme qué pienso de Trías! Nos lo seguimos preguntando hoy, ese qué pensamos de Trías.

El “límite” del que trata este autor, y que recurrentemente aparece en el libro, es aquel donde termina la razón estricta y empieza otra clase de experiencia –aquí tiene lugar lo sagrado, lo estético, cierta clase de pasión, o aquello, que, en definitiva, no nos define menos en cuanto humanos que la propia razón–. Lo particular de Trías, por más que Nietzsche sea uno de sus autores preferidos, es que nunca suelta la mano de aquella facultad racional. Esto le da un atractivo particular, ese no arrojarse en ningún momento a los brazos de los irracionalismos diversos, tan tentadores, con los que en su vida se cruzó. Se puede decir que su filosofía es de una materia mediterránea, democrática y urbana. Cuando en una entrevista se señala que sus compañeros de profesión no le leen, dice: “Eso no me preocupa nada, lo que de verdad me preocuparía es que no me leyera un público variopinto.” Esta condición de lo variopinto y de lo ensayístico está en su filosofía a la vez que lo está su pretensión completa, ingenua, si se quiere, de estar haciendo toda una filosofía. De modo que, tratando de límites, él parece haber decidido instalarse también en esta frontera.

El asunto del nacionalismo se va abriendo paso en las entrevistas, conforme lo hacía en la Barcelona donde vivió. Él defiende una “Catalunya-Ciutat” frente a las fuerzas reaccionarias. La propia metáfora de la ciudad se fue haciendo cada vez más presente en la obra de Trías, como el elemento estructurador de las diferentes cuestiones que trata, que él describe como barrios. En otro momento revelador de las entrevistas defiende la España de las ciudades frente a la de las autonomías.

Entiende Trías que el vértigo –una de sus obsesiones era la película Vértigo, de Hitchcock– es una de las claves de su obra, frente a la angustia, que es algo más del ámbito protestante. Y ante la frialdad de un Spinoza antepone, además del vértigo, la pasión, aquella que nos conduce al saber y a la acción. ~

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(Huesca, 1968) es escritor. Su libro más reciente es La flecha en el aire. Diario de la clase de filosofía (Debate, 2011).


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