En la tierra, de Robert Creeley

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Robert Creeley regresa de Europa y acepta la invitación de Charles Olson para sumarse a ese proyecto pedagógico-utópico llamado Black Mountain College. Después de vivir en Provenza y en Mallorca, con un matrimonio en crisis, extraviado en el mundo de los hombres después de la desgarradura bélica de años atrás, intuye que una segunda vida es imprescindible para reconciliarse consigo mismo y avizora, en su arribo a esa escuela excéntrica al pie de la montañas de Carolina del Norte, el lugar de su resurrección. Al poco tiempo de su llegada echa a andar The Black Mountain Review, aventura editorial que circulará de 1954 a 1957. Había cumplido 28 años y se encontraba en uno de los epicentros del arte mundial que revolucionaría los sentidos del hacer y del percibir el fenómeno de la creación artística; en tan inmejorable locación, su pensamiento y sensibilidad darían de qué hablar al poco tiempo con la publicación de sus primeros libros de poemas y de ensayos.

En México la poesía de Creeley (Arlington, Massachusetts, 1926-Odessa, Texas, 2005), como la de otros tantos poetas de su generación, se difundió casi en paralelo a la aparición de sus libros en Estados Unidos. Las traducciones que Margaret Randall y Sergio Mondragón publicaron en la década de los sesenta en El Corno Emplumado mostraban ya el singular registro de una voz que cumplía a cabalidad la correspondencia –melódica, tonal, visual– entre lo que dice el poema y la manera en que lo hace. Al legado de Pound y de Williams habría que sumar las reflexiones del célebre ensayo de Olson “Projective verse” (1950) para entender las coordenadas de sus primeros libros, en los que destaca el fraseo conversacional, entrecortado y con destellos jazzísticos, casi siempre en el formato de textos breves con versos de pocas palabras donde el tema central aparece y desaparece, se bifurca y se contamina. Estos libros de su primera etapa los reuniría en una colección titulada For Love / Poems 1950-1960 (1962); a partir de esta compilación, el lugar de Creeley en la escena de la poesía norteamericana de la segunda mitad del siglo XX sería indiscutible.

Para el lector de poesía de nuestro país, “el universo Creeley” ha estado presente en varios momentos; además del ya citado, en traducciones de Pura López Colomé; destaca también la publicación de Lo creativo y otros ensayos en versión de Patricia Gola y, recientemente, su Autobiografía en traducción de Zaidee Rose Stavely. Con tales antecedentes, la edición de los poemas póstumos de este poeta, En la tierra, título con que se inicia el catálogo de Textofilia, tiene terreno abonado para que el lector dimensione el carácter y la hondura de su propuesta; libro testamentario y al mismo tiempo contemplativo del momento vital en que el pasado, en sus distintas estaciones, reaparece nítido y cruel, fantástico y jovial; instantáneas que, sumadas, construyen ese laberinto donde memoria y olvido se buscan con furor y constancia, sabiendo desde el comienzo lo inútil y fallido de tal empresa.

Esta publicación de En la tierra, presentada en edición bilingüe con traducción de Tania Favela y Jahel Leal Merediz, cierra con un ensayo del propio Creeley titulado “Reflexiones sobre la vejez de Whitman”. Más que funcionar como un epílogo o un bonus track circunstancial, este conmovedor estudio sobre los últimos poemas y años del autor de Hojas de hierba nos traslada una y otra vez a los poemas del volumen, no para constatar alguna equivalencia o desacuerdos en torno a la edad postrera y “sus húmedas ruinas”, sino sólo para conversar quevedianamente con un difunto tutelar.

Para la mayoría de los críticos, la primera época de Creeley fue su cima. Esos poemas, “cada vez más estrecho(s) y alargado(s): como una estatuilla de Giacometti” (Serge Fauchereau dixit), dejaron una impronta indeleble, inimitable. En una serie como Pieces, vertida al español por López Colomé para la antología preparada por Eliot Weinberger, mostraban los “plenos poderes” de un verso imantado por el habla de la calle y de las conversaciones, con sus alientos, pausas, trastabilleos, reiteraciones, extravíos, exabruptos, contenciones, silencios. Para Kenneth Rexroth, este periodo poético “se refiere a la incapacidad para comunicarse, una incapacidad debida a la corrupción de los órganos de la reciprocidad. […] ¿Cuál es el origen de este fracaso de la comunicación? El poder, la explotación, el sometimiento. Y finalmente la duda de que exista otro”.

Aquella experiencia escritural de Creeley, tan próxima a algunas de las indagaciones de John Cage, ciertamente está atenuada y sedimentada en los poemas de En la tierra, un libro en que el talante experimental cede su bastón de mando a la experiencia vital, manifestada con el mínimo de recursos retóricos, lo que da lugar a poemas supremos como “Vislumbrar”, “Cuevas” o “Una taza llena”.

Mientras llegaba la hora de ser tocado por la única certeza de esta vida, el poeta Robert Creeley rememoraba su paso por la Tierra al tiempo que nos dejaba algunas señales para entender la poesía desde la vida: “Lo que hice, lo hice porque tenía que hacerlo, ya fuera por mi propia necesidad o por los otros./ Finalmente es imposible vivir y trabajar sólo por la paga.” ~

 

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(Ahualulco de Mercado, Jalisco, 1966) es poeta. Su libro más reciente de poemas es Tabla de restar (UAQ, 2017). La editorial Calygramma, con el apoyo del Programa de Fomento a Proyectos y Coinversiones Culturales (2018) del FONCA, acaba de publicar su ensayo El acueducto infinitesimal. Ramón López Velarde en la Ciudad de México 1912-1921.


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