El 24 de octubre de 1995 se reunieron en la universidad de Warwick el antropรณlogo y filรณsofo polรญtico Ernest Gellner y su discรญpulo, el sociรณlogo Anthony D. Smith. Siempre habรญa habido una frialdad entre ellos que Smith atribuรญa a la diferente valoraciรณn que tenรญan de sus orรญgenes judรญos. Para Smith eran un honorable referente de identidad; para Gellner un detalle sin importancia. Fue una memorable jornada porque en ella Gellner, el gran renovador de los estudios sobre nacionalismo, pronunciรณ sus รบltimas palabras en pรบblico, pues falleciรณ pocos dรญas despuรฉs, el 5 de noviembre. El debate llevรณ por tรญtulo โLa naciรณn: ยฟreal o imaginada?โ.
La conferencia inicial estuvo a cargo del alumno aventajado, quien defendiรณ que toda naciรณn estรก sustentada en un legado premoderno. Por mucho que las naciones se hayan podido formar en la รฉpoca contemporรกnea, a partir del contexto que marcaron las revoluciones liberal e industrial, todas han precisado de un legado รฉtnico al que apelar y en el que reconocerse. Existieron, en definitiva, patriotismos antiguos que predefinieron los nacionalismos modernos. Gellner iniciรณ su breve contestaciรณn preguntรกndose, de manera sorpresiva, por el sentido del ombligo. Entendรญa que no tiene ninguna funciรณn orgรกnica. Simplemente marca que un ser humano ha nacido de otro. Y eso era la etnicidad para รฉl. Con esta metรกfora anulaba toda la carga histรณrico-cultural que su discรญpulo reivindicaba como esencial para entender las naciones. De acuerdo a sus planteamientos, estas surgieron de la modernidad liberal y de la necesidad que el Estado industrial tuvo de impulsar una nueva forma de identidad para dotar de sentido a sus habitantes en un mundo nuevo, cada vez mรกs homogรฉneo, mรณvil y alfabetizado. No fueron las โnacionesโ (culturales) premodernas las que determinaron los nacionalismos (polรญticos). Fueron estos los que las inventaron, seleccionando su legado รฉtnico segรบn sus necesidades culturales y polรญticas. Esto Gellner lo habรญa verificado para Francia gracias al historiador Eugen Weber, quien habรญa demostrado, veinte aรฑos antes, que la naciรณn por antonomasia habรญa sido inventada en el siglo XIX, por mucho ombligo que pudiera lucir.
Eugen Weber habรญa nacido en Bucarest, en 1925, en una familia burguesa de origen germรกnico e ideologรญa liberal. Su formaciรณn acadรฉmica transcurriรณ entre Gran Bretaรฑa, Rumanรญa y Francia. En la Segunda Guerra Mundial luchรณ en el ejรฉrcito britรกnico y, como capitรกn de regimiento, fue luego destinado a Bรฉlgica, la Alemania ocupada y la India en proceso de particiรณn. Posteriormente, se licenciรณ en Historia en Cambridge y completรณ sus estudios en la Sorbona y el Institute dโรtudes Politiques de Parรญs. Quiso doctorarse en Cambridge, pero no lo consiguiรณ. Su director de tesis y el comitรฉ supervisor no aceptaron su tesis doctoral por considerar que priorizaba los detalles al anรกlisis teรณrico. Fue publicada poco despuรฉs con el tรญtulo de The nationalist revival in France, 1904-1915 y se convirtiรณ en un referente para los estudios sobre la ultraderecha francesa. En ese incidente pudo pesar la cultura de patronazgo y clientelismo instalada en las universidades de รฉlite britรกnicas, que reprobรณ activamente. Huyendo de ella marchรณ a Australia, donde enseรฑรณ en la Universidad de Alberta. Finalmente, llegรณ a Estados Unidos a mediados de la dรฉcada de 1950. Tras una breve estancia en la Universidad de Iowa, se instalรณ en la Universidad de California-Los รngeles (UCLA) en 1956. La prestigiosa historiadora Lynn Hunt lo recuerda, veinte aรฑos despuรฉs, como un profesor carismรกtico, apasionado por el trabajo y con conocimientos enciclopรฉdicos acerca de la historia.
Unos aรฑos antes de que Hunt y Weber se encontraran, este habรญa hecho una larga estancia de investigaciรณn en Burdeos, en 1968. Pese a que habรญa visitado buena parte del paรญs, su residencia siempre habรญa estado en la capital (donde tenรญa un apartamento al que se retiraba por temporadas con su mujer francesa). Ahora, en cambio, se encontrรณ en una ciudad muy vinculada al campo rural circundante, en la que la cultura parisina no encajaba. Percibiรณ la distorsiรณn que Parรญs le habรญa ejercido en su contemplaciรณn de la Francia del pasado. Tuvo la impresiรณn de que los franceses habรญan vivido en diferentes โespacios de tiempo histรณricoโ y que la Francia unida habรญa sido una empresa polรญtica deliberada de reciente creaciรณn.
{{ย Eugen Weber,ย My France: Politics, culture, mythย (Belknap Press, Harvard, 1992), p. 10.}}
En esta hipรณtesis central el propio Weber reconocรญa una apreciable influencia del contexto histรณrico. En los aรฑos 1950 y 1960, las transformaciones en el campo francรฉs, intensificadas por el nacimiento de la Comunidad Econรณmica Europea, habรญan alimentado un sentimiento general de โpรฉrdida de un mundoโ. Fueron unos aรฑos en que โtractores, automรณviles y televisiรณn [aceleraban] la homogeneizaciรณn cultural de unos pueblos acostumbrados al cambio lentoโ.
((Eugen Weber,ย Peasants into Frenchmen. Modernization of rural Franceย (Stanford University Press, 1976), p. 493.))
En los aรฑos siguientes visitรณ archivos por toda Francia movido por una hipรณtesis: que ese cambio presente tenรญa unas bases centenarias, que fijรณ entre la Guerra Franco-Prusiana (1870) y la Gran Guerra (1914). Con ese fin recreรณ y analizรณ โuna Francia donde muchos no hablaban francรฉs ni conocรญan (no digamos ya usaban) el sistema mรฉtrico decimal; [โฆ] donde los caminos eran pocos y los mercados estaban lejanos, y donde la economรญa de subsistencia era una mera estrategia de prudenciaโ.
{{Ibid., p. x.}}
Para ello recurriรณ a los testimonios de policรญas y militares, prefectos y burรณcratas, folkloristas y eruditos locales, sacerdotes, profesores de enseรฑanza primaria, agrรณnomos, viajeros y turistasโฆ Con esas fuentes diversas reconstruyรณ la transformaciรณn de las mentalidades y conductas de una poblaciรณn inmersa en una cultura oral, que se expresaba en lenguas (hasta ocho se hablaban en aquella Francia, algunas de ellas usadas por millones de personas), tradiciones y costumbres extraรฑas a las urbanas. Fueron ocho aรฑos de trabajo volcados en un libro de 615 pรกginas publicado por la Universidad de Stanford en 1976, al que concediรณ un tรญtulo providencial: De campesinos a franceses. La editorial Taurus lo publica este aรฑo, por primera vez, en espaรฑol.
De acuerdo a su argumento, la categorรญa โnaciรณnโ es โdudosamente aplicable a la Francia de 1870โ. La naciรณn francesa es el fruto tardรญo de un proceso de modernizaciรณn social impulsado por los gobiernos de la Tercera Repรบblica (1870-1940), que posibilitรณ una transformaciรณn del mundo rural. De resultas de este cambio mental, el campesino fue capaz de representarse como parte de una comunidad abstracta, nacional, que le proporcionaba identidad, derechos polรญticos y memoria colectiva.
Dividida en tres partes, la obra expone el cambio social vivido por el mundo rural durante este proceso de asimilaciรณn nacional, entre 1870 y 1914. Las costumbres, la alimentaciรณn, el hรกbitat, los intercambios de productos y servicios, los modos de vida y trabajo de la tierra, las fiestas y ceremonias sociales, la religiรณn, las migraciones y movimientos de poblaciรณn, la criminalidad y nupcialidad, la comunicaciรณn social y la polรญtica, las ferias y mercados, la circulaciรณn de las noticias y la cultura oral y alfabetizada, todo le sirve para describir un mundo en desapariciรณn, estรกtico en su primera parte y progresivamente sustituido por otro nuevo, โnacionalโ, en la segunda y tercera. Este proceso solo fue posible gracias a lo que Weber denomina las โagencias de cambioโ, todas ellas dependientes del Estado: la escuela y el servicio militar, las redes de ferrocarriles y carreteras pรบblicas. A ellas se unรญa la nueva polรญtica de masas y la industrializaciรณn de las pequeรฑas villas, polos de inmigraciรณn campesina y de contacto entre el mundo rural y el urbano.
Como en el modelo colonial africano o asiรกtico, que conocรญa tan bien, las comunidades rurales fueron, poco a poco, desposeรญdas de sus derechos de caza, pastos, pesca o reparto de bosques, asรญ como de sus costumbres y lenguas propias en el nombre del progreso, de la libertad, de la productividad y del bien comรบn. En el nombre, en definitiva, de โla naciรณnโ. Y es que hasta bien avanzado el siglo XIX la condiciรณn de francรฉs significรณ poco para los campesinos franceses (que constituรญan, en 1900, el 65% de la poblaciรณn total del paรญs). Constituรญa poco mรกs que una abstracciรณn que solo se fue haciendo material en el cambio de siglo. Aprendieron a ser franceses gracias al efecto combinado de โcaminos, ferrocarriles, escuelas, mercados, el servicio militar y la circulaciรณn del dinero, de bienes y de materiales impresosโ.
Es imposible no encontrar el eco de este libro en sentencias como esta de Ernest Gellner: โel nacionalismo es esencialmente la imposiciรณn general de una cultura desarrollada a una sociedad en que hasta entonces la mayorรญa, y en algunos casos la totalidad, de la poblaciรณn se habรญa regido por culturas primarias. Esto implica la difusiรณn generalizada de un idioma mediatizado por la escuela y supervisado acadรฉmicamente [โฆ] [y] el establecimiento de una sociedad anรณnima e impersonal, con individuos atomizados intercambiables que mantiene unidos por encima de todo una cultura comรบn [โฆ], en lugar de una estructura compleja de grupos locales previa sustentada por culturas popularesโ.
((Ernest Gellner,ย Naciones y nacionalismosย (Alianza, Madrid, 1988) p. 82 [Oxford, 1983].))
Obviamente, las tesis de Eugen Weber han sido muy matizadas por la historiografรญa posterior. Las cronologรญas de esa modernizaciรณn se han adelantado en unos territorios respecto de otros, y la implicaciรณn del campesino en la polรญtica โnacionalโ se ha descrito de una manera mรกs compleja que la que dibuja la verticalidad de un Estado interventor. Sin embargo, su libro sigue siendo una investigaciรณn esencial en la que constatar la modernidad de todas las naciones, incluso de aquellas que se pintan como modรฉlicas.
Y si su libro sigue siendo vรกlido mรกs de cincuenta aรฑos despuรฉs de escribirse es por la sensibilidad y respeto hacia el pasado con que fue escrito. El historiador, sostiene Weber, debe generar empatรญa con quienes vivieron antes que รฉl, en lugar de colocarse por encima de ellos, como juez omnipotente. โLa historia โconfesรณ en su รบltima gran obra, My France, con ecos de su admirado Marc Blochโ es sobre los hombres y mujeres que viven en un tiempo y en un espacio. Tiempo y espacio les afectan, y ambos afectan sus tiempos. Nuestra pintura del conjunto depende de las partes en que este se divide, lo general no tiene sentido fuera de lo particularโ. ~
Fernando Molina Aparicio es doctor investigador permanente en la Universidad del Paรญs Vasco.