Mona Ozouf
Composición francesa. Regreso a una infancia bretona
Traducción de Scheherezade Pinilla Cañadas
Zaragoza, Prensas de la Universidad de Zaragoza, 2015, 235 pp.
En 2015 ha visto la luz De Révolution en République. Les chemins de la France, un grueso volumen de casi mil cuatrocientas páginas –en la prestigiosa colección Quarto de la editorial Gallimard– en el que se recopila una parte de los trabajos de la historiadora francesa Mona Ozouf. La organización es temática, no cronológica, por decisión de la propia autora, en torno a tres ejes: la Revolución, la República y las Francias. Nos encontramos con fragmentos o la totalidad de libros como La fête révolutionnaire (1789-1799) (1976) –un auténtico clásico en la historiografía sobre la Revolución francesa–, L’homme régénéré: Essais sur la Révolution française (1989), La République des instituteurs (1992) –escrito con su marido, Jacques Ozouf–, Varennes. La mort de la royauté (21 juin 1791) (2005) o, entre otros, Composition française. Retour sur une enfance bretonne (2009). También, junto a artículos, prólogos y capítulos de obras colectivas, se recopilan partes de las obras que Mona Ozouf dirigiera con François Furet: Dictionnaire critique de la Révolution française (1988), La Gironde et les girondins (1991) y Le siècle de l’avènement républicain (1993).
Han quedado solamente fuera L’École, l’Église et la République (1871-1914) (1962) y sus libros dedicados a temas literarios, como Les mots des femmes. Essai sur la singularité française (1998), La muse démocratique. Henry James ou le pouvoir du roman (1998), Les aveux du roman. Le xixe siècle entre Ancien Régime et Révolution (2001) –tres de las obras ya agrupadas en 2006 en Récits d’une patrie littéraire– y, asimismo, La cause des livres (2011), que reúne los artículos publicados por la autora a lo largo de cuarenta años en el semanario Le Nouvel Observateur. La obra de Mona Ozouf, como puede comprobarse en los anteriores renglones, es amplísima y en ella destacan sobre todo tres temas: la escuela republicana, la Revolución francesa y la novela. Ozouf, nacida en 1931, se ha convertido en un referente ineludible en todos los campos anteriores y en una de las historiadoras francesas más importantes.
Sus libros, sin embargo, no han sido demasiado leídos y traducidos en España. Mona Ozouf merecería ser mucho más conocida en nuestro país, tanto por la originalidad de los objetos abordados en sus trabajos como por el tratamiento historiográfico y la calidad literaria de su obra. Por este motivo constituye una destacable y feliz noticia la publicación en Prensas de la Universidad de Zaragoza de Composición francesa. Regreso a una infancia bretona, en una excelente traducción de Scheherezade Pinilla Cañadas.
Cuando me sumergí por vez primera en este libro, en 2009, me impresionó. Y su relectura no ha hecho más que confirmarme que se trata de una pieza magnífica. No estamos exactamente ante un libro de historia, sino ante una obra de exquisita prosa, que combina el relato autobiográfico y el ensayo, escrita por una historiadora. Mientras que los seis primeros capítulos corresponden a la primera fórmula –aunque no falten las referencias literarias ni las históricas, desde Eugen Weber y Zeldin a Thiesse y Chanet–, el séptimo y último, que es a la vez el más extenso, tiene carácter ensayístico. Se abre el volumen con unas reflexiones sobre las relaciones entre las dos Francias –la una e indivisible, por un lado y, por otro, la de la asumida diversidad–, en conflicto tanto en el pasado como en el presente, simbolizadas respectivamente por Julien Benda y por Albert Thibaudet. La cuestión está presente, implícita o explícitamente, en todas y cada una de las páginas del volumen. En ningún otro lugar de Francia estas tensiones han resultado tan evidentes como en Bretaña, la tierra en la que Ozouf nació y pasó su infancia.
Como en el clásico cuento de la Bella Durmiente, la autora utiliza la preciosa imagen de las hadas madrinas. Se trata, en este caso, del Hogar, la Escuela y la Iglesia, tres hadas que no se soportaban y que fueron a depositar sus respectivas creencias –la fe bretona, la fe republicana y la fe cristiana– junto a la cuna de la niña del matrimonio Sohier. A la fuerte tensión entre las dos primeras se añade, en esa infancia bretona, la presencia inquietante de la religión. Mona Ozouf dialoga permanentemente, en esta obra, con Mona Sohier. El hogar está presidido por la figura de la abuela, Marie-Scholastique, a la que se dedica un cautivador retrato. Todo en ella evocaba la identidad bretona, desde la vestimenta y la cofia hasta el saber popular y la lengua, a pesar de que le hablara a su nieta en francés, con el convencimiento tan propio de la Francia rural de la Tercera República de que era adecuado como vía de promoción social. “Por más que mi abuela fuera de Lannilis, era, se sabía, francesa”, sostiene Ozouf. La fuerte presencia de la abuela compartía sitio con una ausencia que se hacía sobremanera presente: la del padre muerto cuando la niña acababa de cumplir cuatro años. Jean Sohier, convertido al calor de su patriotismo en Yann Sohier, era maestro de escuela, pacifista, nacionalista bretón y de izquierdas: “Yann ar skolaer”, como indicaba uno de sus seudónimos. La madre, Anne, también maestra, profundamente herida y apagada por el fallecimiento del esposo, constituye el puente entre el hogar y el mundo exterior.
Como consecuencia de la profesión materna, Mona Sohier vivió siempre vinculada a la escuela. El mundo bretón del hogar contrastaba con el de esta. La escuela republicana no se preocupaba ni por las singularidades, ni por el bretón, ni por las convicciones religiosas. “La escuela permanece muda acerca de todo lo que se me enseña en casa”, escribe la autora. Dos mundos, dos historias en fin de cuentas. La iglesia, finalmente, entra en la vida de la niña por iniciativa de la abuela, que a los cinco años le enseña a rezar y, más adelante, la acompaña a la catequesis en la iglesia de Plouha. La igualdad escolar se contrapone a sus ojos a la desigualdad eclesiástica. La no querencia entre las hadas no podía escapársele a nadie en el día a día. En estos mundos enfrentados tiene lugar la infancia bretona de la protagonista. El itinerario posterior –el traslado a la ciudad, la guerra, París y el compromiso comunista, que actúa como flamante familia y permite sentirse nuevamente parte de un “nosotros”– muestra el triunfo de la fe de la escuela y de la ideología francesa por encima de la pertenencia bretona. No resulta sorprendente, así pues, que los primeros temas a los que Mona Ozouf dedicó su atención como historiadora fueran la escuela republicana y la Revolución francesa.
El extenso capítulo que cierra el volumen, en el que se nos ofrece una reflexión apasionada y apasionante sobre el universalismo y el particularismo, da título al libro. La autora hace uso aquí del doble sentido de “composición francesa”, esto es, el ejercicio escolar que recibía este nombre y, asimismo, la idea de ente compuesto. Los niños y las niñas a los que se les pedía la composición eran los mismos a los que, al mismo tiempo, se les inducía a creer que, en el caso de la nación francesa, la otra composición había sido realizada con éxito. El triunfo jacobino en la Revolución francesa impuso la Francia una e indivisible. Y la Tercera República contribuyó a consolidarla. Pero no era esta la única vía posible, ni la única auténticamente republicana. No puede confundirse el republicanismo con sus formas autoritarias, en especial la jacobina. Los integrismos republicanos de hoy, radicalmente enfrentados al comunitarismo, tampoco complacen a la autora: “No alcanzo a comprender por qué la mención de un patrimonio lingüístico plural entra en contradicción con el reconocimiento del francés como lengua común.” No cree ni en los universalistas ni en los comunitaristas. El republicanismo liberal y la reflexión sobre los particularismos –Thibaudet abandona aquí el ostracismo frente a Benda– merecen ser tenidos muy en cuenta, apunta Mona Ozouf en las páginas finales. Composición francesa. Retorno sobre una infancia bretona es, en definitiva, un libro extraordinario, rebosante de sensibilidad e inteligencia. ~
Jordi Canal (Olot, Girona, 1964) es historiador. Es catedrático de la École des Hautes Études en Sciences Sociales, de París. Su libro más reciente es '25 de julio de 1992. La vuelta al mundo de España' (Taurus, 2021).