La ascensiĆ³n a la nada

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Obra. PoesĆ­a y prosa

PrĆ³logo de Enrique Molina

Buenos Aires, Losada, 2012, 469 pp.

Oliverio Girondo (Buenos Aires, 1891-1967) militĆ³ con resoluciĆ³n en la vanguardia, pero, si solo hubiera sido eso, si se hubiese limitado a ejercer de agitador o de bufĆ³n, ahora estarĆ­a, probablemente, sepultado en los manuales de historia de la literatura, y su obra no perdurarĆ­a en la antipoesĆ­a de Nicanor Parra, en los crepitantes delirios de Gonzalo Rojas, en las iridiscencias surrealistas de Enrique Molina o en los juegos, tan serios, de Rayuela. Losada reedita su obra completa, ya publicada en 1968, con la modificaciĆ³n del tĆ­tulo, que entonces era Obra y ahora es Obra. PoesĆ­a y prosa, y con el mismo prĆ³logo de su discĆ­pulo Enrique Molina –excelente poeta y cotraductor, con Ć©l, de Una temporada en el infierno–. Girondo saliĆ³ de las trincheras estrepitosas de la vanguardia y echĆ³ a andar por los caminos que sus defensores habĆ­an despejado: mĆ”s allĆ” de la carcajada rutilante, de los aspavientos iconoclastas, de la gesticulaciĆ³n y la mofa, preservĆ³ su afĆ”n innovador y su hondura existencial, luchando hasta el final contra el largo embrutecimiento que es la vida, contra la telaraƱa que la costumbre teje diariamente en las pupilas, y que, “poco a poco, nos aprisiona la sintaxis, el diccionario”, como escribe en uno de sus famosos Membretes. Sus inicios abrazan la travesura ultraĆ­sta, que Jorge Luis Borges habĆ­a importado de EspaƱa, y que se habĆ­a oficializado en algunas revistas, como MartĆ­n Fierro, en cuyo segundo nĆŗmero Girondo publicĆ³ un belicoso manifiesto, como no podĆ­a ser de otro modo, y en el que aparecieron los Membretes. Veinte poemas para ser leĆ­dos en el tranvĆ­a se publica en 1922, y CalcomanĆ­as, en 1925. El primero lo componen viƱetas, croquis y apuntes tomados en sus viajes por Europa y AmĆ©rica; el segundo, estampas de EspaƱa, un paĆ­s que Girondo habĆ­a visitado con asiduidad (“MadrileƱamente considerado, el argentino Oliverio Girondo es un pombiano”, dice de Ć©l CĆ©sar GonzĆ”lez-Ruano). El espĆ­ritu cĆ”ustico, caricaturesco, de ambos poemarios se manifiesta en algunos temas recurrentes, como el erotismo y la religiĆ³n, pero tambiĆ©n en sus legendarios “epitafios” –“AquĆ­ yace Jorge Max Rodhe / dejadlo morir en pax / que de ese modo no xode / max”– y en el teatro que apenas consigue representar: tras un primer melodrama, La Madrastra, “infecto y maeterlinckiano”, que el propio Girondo confiesa escrito “en un verdadero momento de extravĆ­o mental”, su segunda obra, La comedia de todos los dĆ­as, escrita al alimĆ³n con RenĆ© Zapata Quesada, no llega a estrenarse, porque el actor Salvador Rosich se niega a insultar a los otros actores –“ustedes son unos estĆŗpidos”– y, a continuaciĆ³n, volverse al pĆŗblico y apostillar: “Como todos ustedes”, segĆŗn exige el texto. Girondo sigue viajando –girando–, y en el PerĆŗ conoce a CĆ©sar Vallejo, aunque, increĆ­blemente, no lleguen a verse. SegĆŗn el relato que hace de este no encuentro, Girondo iba a desembarcar en El Callao y habĆ­a avisado a Vallejo para que lo esperara en el muelle. AllĆ­ estaba el peruano, pero el barco no podĆ­a atracar, a causa de una gran tormenta. Vallejo, enterado de las dificultades de su amigo, se armĆ³ de valor, montĆ³ en una lancha y se acercĆ³ al buque, pero, en aquella oscuridad turbulenta, no podĆ­a distinguir a nadie. El peruano gritaba: “¡Girondo, Girondo!”, y Girondo le respondĆ­a: “¡Vallejo, Vallejo!”, pero de ahĆ­ no pasaron. En 1932, Girondo publica EspantapĆ”jaros (al alcance de todos), un libro que contiene caligramas, poemas en verso y poemas en prosa –al cual pertenece uno de los mejores poemas erĆ³ticos de la literatura en castellano del siglo XX: “Se miran, se presienten, se desean…”–, con el que certifica su alejamiento de la vanguardia canĆ³nica, valga la paradoja, y su incursiĆ³n en Ć”mbitos interiores que sus dos poemarios iniciales solo habĆ­an esbozado. En EspantapĆ”jaros se verifica el trĆ”nsito entre un mundo de realidades, en el que la vitalidad del poeta se proyecta en la descripciĆ³n incandescente de las cosas, plenas de humor y de ternura, y el espacio psĆ­quico de alguien que ya ha comprendido que, bajo la apariencia luminosa de los objetos, se esconde una negrura esencial. El humor, coherentemente, se vuelve negro, y propende al absurdo. Lo cotidiano se funde con lo onĆ­rico, y aparecen registros feĆ­stas, o nihilistas, que conviven con la metĆ”fora liberadora del vuelo. “Es rarĆ­simo que pueda sonarme la nariz sin encontrar en el paƱuelo el cadĆ”ver de una cucaracha”, escribe en un poema; en otro, en cambio, dice: “AbandonĆ© las sombras, / las espesas paredes, los ruidos familiares… / para salir volando / desesperadamente”. El poemario impugna la funciĆ³n referencial del lenguaje, porque aspira a reflejar la angustia que se deriva del desacuerdo entre la conciencia y el mundo: las imĆ”genes se animalizan, se desestructuran, y las palabras, atormentadas, jadean, se solapan, se retuercen como encinas, pero sus sombras fosforescen. Sin embargo, la turbulencia existencial cohabita con la firmeza transgresora de Girondo, y con su voluntad de hacer de cada acto vital una forma de poesĆ­a: para promover la venta de EspantapĆ”jaros, alquila una carroza fĆŗnebre de seis caballos y se pasea por Buenos Aires con un enorme espantapĆ”jaros con chistera, monĆ³culo y pipa, que colocarĆ” despuĆ©s a la entrada de su casa. Tras el relato Interlunio, de 1937, Girondo entra en la Ćŗltima –y mĆ”s importante– fase de su aventura poĆ©tica, y publica PersuasiĆ³n de los dĆ­as, en 1942, Campo nuestro –un solo poema dedicado al paisaje de la pampa–, en 1946, y En la masmĆ©dula, considerado su mejor libro, en 1956. En PersuasiĆ³n de los dĆ­as documenta un viaje Ć³rfico, un descenso a las profundidades del yo, condenado al hastĆ­o del mundo y la inexorabilidad de la muerte. En paisajes espiritualmente devastados –coincidentes con los aƱos terribles de la Segunda Guerra Mundial–, Girondo manifiesta un pesimismo abrasivo y una asfixiante sensaciĆ³n de vacĆ­o. El yo, acorralado, siente la miseria de la vida y la opresiĆ³n moral de sus semejantes, y la nĆ”usea que experimenta se vuelca en sus palabras. Habla entonces de “este clima de asfixia que impregna los pulmones” o de “esta nauseabunda iniquidad sin cauce”. Pero, como escribiera en Membretes, “solo despuĆ©s de arrojarlo todo por la borda somos capaces de ascender hacia nuestra propia nada”, lo que recuerda a los mĆ­sticos, pero tambiĆ©n a Groucho Marx, que se vanagloriaba de haber ascendido desde la nada hasta las mĆ”s altas cotas de la miseria. Con En la masmĆ©dula, emparentado con el Trilce vallejiano y el Altazor de Huidobro, Girondo culmina su proceso de elevaciĆ³n en la tiniebla, y rompe definitivamente con la tradiciĆ³n, y aun con el lenguaje: las palabras se astillan, brincan, chisporrotean, descoyuntadas, amputadas; como seƱala Enrique Molina, “dejan de separarse individualmente para fundirse en grupos, en otras unidades mĆ”s complejas, especie de superpalabras con significaciones mĆŗltiples y polivalentes, que proceden tanto de su sentido semĆ”ntico como de las asociaciones fonĆ©ticas que producen”. Y no solo las palabras: la sintaxis ya no ordena el trĆ”fico, sino que lo desbarata: los versos entran en apnea. En la masmĆ©dula no pretende significar, sino subordinarse a la persuasiĆ³n fonĆ©tica y al embrujo rĆ­tmico, a la lĆ³gica de la desemejanza y al encantamiento de los ecos, al Ć­mpetu genĆ©sico de lo imprevisible, o de lo imposible. Su creaciĆ³n bordea la destrucciĆ³n. Pero esta descomposiciĆ³n no es gratuita: responde a una ruptura Ć­ntima y a una irreconciliable escisiĆ³n con el mundo, tan virulenta como grande es su amor por Ć©l. Su insatisfacciĆ³n existencial, creciente desde las travesuras tranviarias y calcomanĆ­acas, ha desembocado en un alarido desarticulado y luminiscente. Con este esfuerzo subversivo –y, por ello mismo, re-creador–, Oliverio Girondo culmina un proceso de ruptura de lo conocido paralelo a su propia busca interior, a un afĆ”n hiperbĆ³lico de trascendencia, aunque vestido siempre de payaso. ~

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(Barcelona, 1962) es poeta, traductor y crĆ­tico literario. En 2011 publicĆ³ el libro de poemas El desierto verde (El Gato Gris).


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