La esperanza segĂșn Fadanelli

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Guillermo Fadanelli

El idealista y el perro

Oaxaca, AlmadĂ­a, 2013, 168 pp.

Apenas empiezo decido confesar. Razones Ă©ticas me obligan a hacerlo. Soy amigo de Guillermo Fadanelli, lo leo, lo respeto y admiro sus saberes. Exponer mis inclinaciones es necesario. Leer a los amigos y escribir sobre su obra conlleva sesgo. No importa. Aunque Guillermo afirma en El idealista y el perro –su mĂĄs reciente volumen de ensayos–, que debido a su “forma de ser” pierde amigos, el libro ofrece suficientes argumentos para contradecirlo. Pocas cosas, entendiendo cosas como sinĂłnimo de vida, son mejores que contradecir a los amigos para despuĂ©s nutrirse de las desavenencias. Las cosas-libros de los amigos son regalos de la vida.

Entre las pĂĄginas de El idealista y el perro corren efluvios sobre la conversaciĂłn: tras citar a Schopenhauer –“El hombre tal y como es por regla general no tiene en principio ojos mĂĄs que para satisfacer sus necesidades y aspectos fĂ­sicos, y despuĂ©s para algo de conversaciĂłn y pasatiempo”– escribe Fadanelli: “TenĂ­a razĂłn, pero invertir la sentencia serĂ­a hoy mĂĄs deseable que nunca, primero estĂĄ la conversaciĂłn y despuĂ©s vemos cĂłmo le hacemos para comer.” Fluyen, en muchos capĂ­tulos, encarnizadas diatribas contra la competencia –“ademĂĄs de la guerra y la pobreza humana nada existe que me resulte tan inhibidor y desagradable como las olimpiadas”– y, en cambio, sobran elogios hacia el juego: “Confundir juego y competencia es desafortunado porque el juego es, en su aspecto primigenio, espontĂĄneo, y entre menos reglas posea se torna cada vez mĂĄs inexorable y humano: una pulsiĂłn que no pregunta ni se interroga.” Entendemos asĂ­ que elogiar el juego deberĂ­a ser acto cotidiano. Jugar, a cualquier edad, es primordial; jugar a las escondidas, correr tras la pelota, acercarse al pequeño con una canica dentro del puño cerrado, taparle los ojos a la amada son acciones sensibles propias de seres humanos sensibles.

A las reflexiones sobre el arte de conversar, el juego como amor y las competencias como desaire, Fadanelli ofrece en El idealista y el perro una serie de argumentos sobre la condiciĂłn humana y la imperante necesidad de no claudicar frente al oprobio del Poder (Pasolini escribĂ­a Poder). Como buen libro de ensayos la lectura puede hacerse en orden o en desorden (Fadanelli, entrĂłpico, apostarĂ­a por el desorden). Incluir un Ă­ndice onomĂĄstico habrĂ­a sido prudente. Los Ă­ndices son Ăștiles: permiten ordenar la casa y regresar a sus cuartos con facilidad. Yo elaborĂ©, a lĂĄpiz, en las escasas pĂĄginas en blanco que acompañan a los libros en la actualidad, mi Ă­ndice: Julio Torri (p. 90), Schopenhauer (p. 31), Stefan Zweig (p. 50), Borges (p. 100), Michel Houellebecq (p. 135), Isaac Bashevis Singer (p. 7) y un largo etcĂ©tera, donde “perro” resalta por su repeticiĂłn. Las pinceladas de grandes literatos son elementos fundamentales –una suerte de radiografĂ­a– en el opus fadanelliano. Guillermo teje, desteje y entreteje con amenidad sus ideas y las de sus lecturas.

Guiado por su escepticismo y su desasosiego, y a pesar de su diagnĂłstico no escrito –“el mundo y el ser humano estĂĄn enfermos”–, al lado del Guillermo dubitativo milita su otro Fadanelli, el idealista. Los diecisĂ©is ensayos de este libro contienen dosis de esperanza, muchas veces, fincada en la literatura. Ignoro las razones por las cuales Guillermo escogiĂł a un perro como acompañante del idealista; intuyo que lo hizo por la lealtad, la amistad, la compañía y la cercanĂ­a que guardan los canes hacia los humanos. El capĂ­tulo “Perros” es, por cierto, el mĂĄs extenso.

Fadanelli no sugiere que el perro pueda salvar al hombre pero sĂ­ encuentra en Ă©l motivos para mitigar la soledad, la destrucciĂłn, la enemistad, la tacañerĂ­a. Tras reflexionar sobre la posiciĂłn del idealista –“Me he despertado una vez mĂĄs acosado por la incĂłmoda certeza de ser idealista”, “eres un idealista, es decir un estĂșpido”–, el autor se arropa en los perros: “El idealista… debe hacerse acompañar de un perro ya que posiblemente vivirĂĄ en la soledad por el resto de sus dĂ­as”; “para el hombre contemporĂĄneo no existe un tema mĂĄs humano que el de los perros”. Y remata: “Tocado por esa lectura –se refiere a Mi perro idiota de John Fante– recordĂ© mi infancia cuando, en complicidad con mis hermanos, recogĂ­amos perros callejeros hasta que mi padre los descubrĂ­a y los echaba de casa.” En mi infancia, y durante no pocos años en mi adultez, he convivido con perros y he leĂ­do sobre el beneficio que obtienen los pequeños cuando en sus vidas hay perros. Los perros, para quienes los quieren, son compañeros leales y motivo de alegrĂ­a. Y lo son, de otra forma, cuando es obligado convivir con seres humanos.

El libro es un ramillete de ofertas que apuntan hacia diversos objetivos. Por ello hubiese sido prudente agregar un Ă­ndice, a fin de regresar con mĂĄs facilidad al libro cuando la meta sea recoger, copiar o plagiar con inteligencia alguna idea fadanelli. PedanterĂ­a:La pedanterĂ­a es una de las cualidades humanas que mayor aversiĂłn y urticaria suelen provocarme”; deportes:El mundo en que vivimos es el mundo que han creado los vencedores”; un comienzo: “El ruido constante de la comunicaciĂłn electrĂłnica no es silencio, sino vacĂ­o, y las personas ya no saben conversar…”; la brevedad: “La brevedad es un valor humano, la brevedad como consecuencia del pensar, reflexionar, trabajar y desdeñar el adorno insulso”, y del mismo modo podemos encontrar: mujeres, paseo, libros perdidos, el olvido…

El idealista Fadanelli y el perro que Guillermo construye en su imaginario y con sus palabras conforman un volumen cuya escritura hilvanada, coherente y evocadora fluye, y mientras fluye, pregunta, mueve, incomoda. No podrĂ­a ser de otra forma: escepticismo y desasosiego son cualidades de los idealistas. A partir de ellas la realidad se mira sin ambages. Los idealistas construyen, postulan y preguntan sin cesar. En El idealista y el perro triunfa la apuesta del autor: la esperanza asoma a partir de la cruda realidad. ~

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(ciudad de México, 1951) es médico clínico, escritor y profesor de la UNAM. Sus libros mås recientes son Apología del låpiz (con Vicente Rojo) y Cuando la muerte se aproxima.


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