A finales de 2002, después de más de un año de disputas entre la administración de George W. Bush, los familiares de la víctimas del atentado del 11 de septiembre y el Congreso, se anunció la creación de una comisión independiente que tendría como principal tarea investigar todo lo relacionado con lo sucedido aquella mañana de finales de verano de 2001 en Nueva York, Washington y Pensilvania.
Aunque al principio la Casa Blanca se oponía frontalmente a la creación de una comisión para investigar los atentados, la presión pública la obligó a cambiar de posición. El gobierno tenía dos opciones para investigar los atentados: asignarle la tarea a alguna entidad ya existente del gobierno o crear una comisión ad hoc independiente. Históricamente, la segunda opción era el camino por seguir: los grandes acontecimientos de la historia estadounidense han sido investigados por comisiones independientes nombradas por el Presidente: sucesos como el internamiento de ciudadanos estadounidenses de origen japonés durante la Segunda Guerra Mundial, el asesinato de John F. Kennedy a principios de los años sesenta (la famosa comisión Warren) o las irregularidades electorales en la elección presidencial del año 2000 fueron investigados por comisiones de este tipo (que en Estados Unidos se conocen como Blue Ribbon Commissions).
Una vez creada la Comisión, la Casa Blanca nombró al ex Secretario de Estado Henry Kissinger para encabezarla. Sorpresiva al anunciarse, la decisión fue recibida como un gesto más de la Casa Blanca por controlar y manipular los resultados de la investigación. Kissinger, a sus 79 años y con su famosa predilección por la realpolitik, difícilmente parecía la figura idónea para encabezar la comisión. Dos semanas después, al negarse a proporcionar la lista de clientes de su empresa de consultoría internacional obligado por ley, tuvo que renunciar al cargo. Bush nombró inmediatamente después a una figura menos controversial y sin conflictos de interés; fue entonces cuando la Comisión inició la investigación.
El trabajo de la Comisión se extendió a lo largo de diecinueve meses. En julio de 2004 terminó su trabajo y presentó su reporte final. Éste es un detallado informe que analiza paso a paso la planeación y ejecución de los ataques del 11 de septiembre. Se puede dividir en dos partes: la primera analiza las acciones de Al Qaeda y los aciertos de la organización terrorista al planear y ejecutar los ataques; la segunda, analiza detalladamente las fallas de las diferentes agencias de investigación estadounidenses encargadas de resguardar la seguridad del país (FBI, CIA y NSA principalmente).
El mérito principal del informe está en la rigurosa investigación que hace la Comisión sobre el funcionamiento de las diferentes agencias e instituciones del gobierno federal encargadas de proteger la seguridad interna del país. A través de incontables testimonios de funcionarios de las diversas agencias, el reporte hace una recopilación detallada de los sucesos previos y posteriores a los ataques, y logra explicar el papel que cada agencia de investigación tuvo y dónde estuvieron sus fallas. En lo que constituye la crítica más directa y devastadora, el informe culpa a los diversos cuerpos de espionaje por su torpeza operativa, al no saber qué hacer con la información recolectada. La causa, según el diagnóstico de la Comisión, es la estructura anacrónica de los servicios de inteligencia, aunada a un modus operandi que no ha sobrepasado el paradigma de seguridad de la Guerra Fría. Esta comisión no investigó las fallas de inteligencia en Iraq, otra comisión lo hizo. Presentado a principios de abril, su reporte es aún más crítico respecto de las agencias.
Entre las propuestas más importantes para solucionar el caos burocrático en las agencias de investigación, la Comisión propuso crear el puesto de Director de Inteligencia Nacional. El reporte propone centralizar el mando de las quince agencias de investigación en una figura que controle el presupuesto y sea el máximo responsable de las tareas de recolección de inteligencia. Esta nueva figura será la responsable de entregar el President’s Daily Brief (informe de inteligencia presentado todas las mañanas al Presidente considerado en Washington el documento más influyente en la materia).
Finalmente, un último punto sobre un aspecto que el informe no responde. Meses después de los atentados, Susan Sontag escribió en The New Yorker que los ataques se llevaron a cabo “como consecuencia de acciones y alianzas estadounidenses específicas”. Éste es un tema que la Comisión simplemente deja inexplorado. En ningún momento intenta explicar o clarificar si Estados Unidos realizó alguna acción que pudo haber contribuido a provocar los ataques. Como bien reconoce la misma Comisión, la respuesta a los atentados del 11 de septiembre será el reto generacional para Estados Unidos; de ella dependerá si se fortalece como nación o si se debilita. La duda que deja la Comisión es si, más allá del excelente diagnóstico y de las soluciones que propone para el mejor funcionamiento de los cuerpos de inteligencia y la estructura de gobierno en general, Estados Unidos opinión pública y gobierno está preparado para evaluar críticamente lo que fue tan evidente para Sontag. Al final de cuentas, en el largo plazo, la seguridad del país dependerá de dos elementos: de la reforma y buen funcionamiento de sus instituciones de seguridad, así como de la capacidad que tenga, como sociedad, para entender su papel de potencia, y responsabilizarse por la influencia de sus acciones en el resto del mundo. El reporte de la Comisión sólo explora el primero de ellos. –
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