La larga sombra de la familia

Lisa Silvestri
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Residencias. “Después de que mi madre se rompiera la cadera, la metí en una residencia […] Aunque ya le habían diagnosticado demencia senil, la mujer aún sabía buscarme las cosquillas”, así comienza el primer texto de De cómo recibí mi herencia, de la escritora Dorothy Gallagher (Nueva York, 1935). Ese primer capítulo es el que da título al libro, que apareció en Estados Unidos en 2001 y que ahora publica Muñeca infinita con traducción de Regina López Muñoz. En esa primera pieza cuenta el deterioro y muerte de su padre, 9 meses después murió su madre. “No fue fácil detectar el momento en que mi padre empezó a perder la chaveta, porque siempre había sido un hijoputa más terco que una mula, como él mismo decía de cualquiera que tuviese una opinión ligeramente distinta a la suya”, escribe sobre las señales de demencia de su padre, que echaba a las enfermeras. El padre era tan complicado que Gallagher preparó un dosier para servicios sociales y les pidió a excuidadoras de su padre que contaran su experiencia (mala) con él para que le echaran una mano. Gallagher cuenta aquí el juicio por el que se convirtió en tutora legal de su padre para que no le diera todo su dinero a un tal Roy que le prometía estar invirtiendo en algo. 

Nadie en mi familia ha muerto de amor. El segundo texto de este volumen hace un guiño a un verso de Wislawa Szymborska, cuya literatura flota a lo largo del libro: los padres de Gallagher eran ucranianos huidos del pogromo y la miseria que se habían conocido en Estados Unidos. Su historia y la de su familia es de lo que trata este libro. Aquí cuenta la historia de amor de sus padres, pero a la vez cuenta la de otros matrimonios que se van formando, las hermanas de su madre, cómo se van conociendo unos y otros y cómo se forma la comunidad de refugiados ucranianos. El poema de Szymborska se llama “Álbum”: “No hay nadie en mi familia que haya muerto de amor. / Lo que pasó, pasó, pero nada de mitos. /¿Romeos tuberculosos? ¿Julietas con difteria? / Algunos, por el contrario, llegaron a la decrepitud. / ¡Ninguna víctima por falta de respuesta / a una carta salpicada de lágrimas! / Siempre al final llegaba algún vecino / con rosas e impertinentes.” 

Trabajo. De cómo recibí mi herencia no solo es un libro donde se cuenta la historia familiar –esos relatos son maravillosos, por cierto–. También hay piezas sobre su vocación de escritora y sobre cómo da sus primeros pasos: primero en una revista de cotilleos de actores, luego revistas femeninas, y por fin, una biografía sobre Carlo Tresco, anarquista italoamericano asesinado en 1943. Pero es complicado separar la historia familiar de la historia de la escritura: los padres de Gallagher eran comunistas, la madre era muy brillante, así que de algún modo ella ve en en la historia de su familia algo que trasciende lo íntimo y lo individual. Pero a veces, como cuenta en “Historia social”, sus planes de hacer de la historia de algún familiar una metáfora de algo no le salen bien. 

Todas las vidas. Aparecen aquí los primeros novios, también dos abortos, matrimonios que fracasan y la alegría de sus padres cuando la reciben en el aeropuerto y ven que por fin los ha hecho abuelos. Una de mis piezas favoritas es “Como los dioses”, ahí cuenta una tragedia: la de Frieda, una de las hermanas de su madre que murió después de que un coche descontrolado la arrollase. Una de las cosas que hizo su madre tras la tragedia fue apuntarse a clases de mecanografía. Gallagher encuentra una carta/redacción de su madre a la profesora de 1958 y ella, cuarenta años después, sigue la carta y termina de contar la historia de Frieda y del atropello. En “Historia social” cuenta la historia de Clara, la mujer del mejor amigo de su padre, que como él, se llamaba Yitzak, así que es también la historia de su padre contada por su amigo. “La última india” es la vida de Rachile, otra hermana de su madre, que estuvo viviendo en la Unión Soviética un tiempo y fue testigo de la gran hambruna. 

Reminiscencias de un viaje a Transilvania. Cinco años después de la muerte de sus padres, Gallagher fue a Rumanía, “me detuve a la orilla del río Tisza para ver Ucrania al otro lado. No estuve lo que se dice allí, pero sí lo más cerca que llegaría a estar nunca. Y ahora, en aquel extraño y ruinoso rincón del mundo, en aquella colina, rodeada de aquella familia que nunca antes había visto y que no volvería a ver, la pena se desvanecía. Puede que fuera el aguardiente. Cayó la noche”. De cómo recibí mi herencia es una invocación de los muertos de Dorothy Gallagher y de todas las historias que conforman una vida. 

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