Sin la historia de sus militancias, la transición mexicana puede pasar por un simple juego de reglas que funcionaron tras cuarenta y dos años de combates cívicos. El ife contó los votos y el Presidente aceptó el desenlace. Pero en determinados momentos del foxismo han aflorado nudos de tensiones que no se explican por sí mismos. El libro de Álvaro Delgado, que establece la cadena que va de la creación de “La Orquesta” una sociedad anticomunista secreta (la policía política no logró enterarse de su existencia hasta veinte años después) también llamada “El Yunque” a la dirigencia actual del PAN, la Secretaría del Trabajo, y algunas posiciones en “Vamos México”, ayuda a establecer con certeza que lo que llegó al poder en el año 2000, además del entramado de complicidades que permitió las triangulaciones en “Amigos de Fox”, fue una mezcla del panismo anticomunista, del rigorismo que sólo habita la macroeconomía y los grupos del neo-neopanismo, todos con sede en el Yunque.
Brillantemente explicado, el texto de Delgado conecta, ya no el 68 con la transición, sino el sinarquismo con el foxismo: una sociedad secreta con juramentos delante de calaveras y crucifijos, que tiene por héroes al dictador Francisco Franco, Caudillo por la Gracia de Dios, a los líderes de la Cristiada, al Papa y a Díaz Ordaz. Anticomunistas, antisemitas, hispanófilos, los miembros del Yunque aparecen en el gabinete, elegidos por los headhunters sin duda por su devoción mariana. Sus cabezas visibles: Ramón Muñoz, jefe de la Oficina de Innovación Gubernamental de la Presidencia; Gerardo Mosqueda, coordinador de Delegaciones Federales de la Secretaría del Trabajo de Salvador Abascal; Luis Felipe Bravo Mena, líder nacional del PAN; Ana Teresa Aranda, directora del DIF; Manuel Espino, secretario general del PAN, ex presidente de Coparmex; María de la Luz Lima Mal-vido, subprocuradora general de la República; José Luis Luege, titular de la Procuraduría Ambiental; Luis Pazos; Fernando Rivera Barroso, coordinador general del “Movimiento Cristianismo Sí“, actual asesor del secretario de Educación Pública; José Antonio Ortega, abogado del arzobispo de Guadalajara, cuñado de Jorge Serrano Limón, de Pro-Vida; Guillermo Velasco Arzac, fundador de “México Unido contra la Delincuencia” y de “A favor de lo Mejor”, y su hijo, Velasco Barrera, director de relaciones públicas de “Vamos México”, que ligó el proyecto de la Guía de Padres entre la Unión Nacional de Padres de Familia y el Sindicato de Maestros, y finalmente César Nava y Jorge Ocejo, abogado de Pemex y coordinador de asesores de su director, respectivamente.
Esta red de relaciones, que Álvaro Delgado ha desentrañado a partir de los documentos desclasificados de la policía política, de entrevistas y seguimientos puntuales, cuenta la historia de la derecha neocristera, que fue haciéndose de espacios a partir de la guerra contra la Teología de la Liberación y la nacionalización bancaria de 1982 y, más tarde, con el primer neopanismo (el de los llamados “bárbaros del norte”) y del segundo, que considera el catolicismo empresarial destinado a manejar la política del país como si fuera una misa. Dentro del ideario estricto de Gustavo Díaz Ordaz, el Yun-que ve la labor de gobernar como “enseñar a obedecer”, porque “no se equivoca el que obedece”. Mezcla insólita entre ultracatolicismo, golpismo y antiestatismo, el Yunque parece haber llegado, junto con otros panismos, al gabinete.
Pero la historia del Yunque no es sólo la de un necio entramado que buscó, antes en el sinarquismo y después dentro del PAN, el poder. También está llena de fracasos, luchas internas el enfrentamiento armado con los Tecos de la U de G, su expulsión de la Universidad Autónoma de Puebla, su rompimiento con Pablo Emilio Madero y extravíos del nivel de realidad al que todos los demás llamamos sentido común: uno de sus militantes se llamaba José Ramón de la Santísima Trinidad Mancilla, y pertenecía a una organización llamada “Sociedad de Amigos de los Pueblos Sojuzgados por el Comunismo”. Ridículos para el México civil y laico, es sólo su cercanía con los oídos de algunos secretarios y de la Primera Dama lo que los ha puesto en disposición de proponer “la vuelta de México a la Ciudad de Dios”. Cada vez que lo intentan, la sociedad civil y los medios los paran en seco.
Uno de sus momentos felices acaso sea éste: la toma armada de las instalaciones del Canal 40 en el invierno del 2002 por parte de Televisión Azteca. Con la historia del Yunque a cuestas, sabemos que Hugo Price Salinas, padre del dueño de Televisión Azteca, fue uno de los que financiaron el muro, organismo estudiantil tapadera del Yunque en 1968. Guillermo Velasco Arzac, padre del actual jefe de relaciones públicas de Marta Sahagún, fue miembro fundador de este grupo y maestro del actual dirigente del PAN. Velasco Arzac, junto con Gerardo Mosqueda, fueron, en tiempos recientes, directores de “A favor de lo Mejor”, un órgano censor de los medios que, entre otras cosas, se opuso a que Canal 40 le diera voz a los viejos clérigos y antiguos pupilos que denunciaban haber sufrido abuso sexual por el sacerdote fundador de los Legionarios de Cristo. Y así, de pronto, empezamos a entender que la idea de censurar viene de muy atrás, y por eso vimos que, mientras tv Azteca tomaba la señal de Canal 40, se transmitía un acto de “Vamos México” en otro de los canales de Salinas Pliego. Ese hecho se explica sólo si se tiene al Yunque de Álvaro Delgado en la mente.
Y sólo así se explica también por qué el presidente Fox, al ser compelido a actuar a favor del restablecimiento de la ley, dijera “¿Y yo por qué?” ~
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