Marco Palacios
Violencia pรบblica en Colombia, 1958-2010
Bogotรก, FCE, 2012, 220 pp.
La comparaciรณn entre Colombia y Mรฉxico resulta muchas veces inevitable. En aรฑos recientes, la “colombianizaciรณn” de Mรฉxico ha sido un tema recurrente en los medios de comunicaciรณn. Para varios, el estrepitoso incremento de la violencia en Mรฉxico y la incapacidad (o falta de incentivos) del Estado mexicano para combatirla evoca la violenta realidad de Colombia en los aรฑos ochenta. En Violencia pรบblica en Colombia, 1958-2010, el historiador Marco Palacios (Bogotรก, 1944) nos da un recorrido detallado a lo largo de cinco dรฉcadas de violencia en ese paรญs, lo cual no solo permite comprender mejor el caso colombiano, sino que indirectamente tambiรฉn ayuda a cuestionarnos el uso de dicho concepto para explicar la realidad mexicana, reconocer las diferencias fundamentales entre ambos casos y considerar posibles panoramas futuros.
En este libro, Palacios deja en claro que la violencia ha sido un elemento constante y clave en la historia colombiana, consecuencia de la falta de una visiรณn de largo plazo en la รฉlite gobernante y un Estado endeble y fragmentado. Desde la lucha fรฉrrea por el poder entre partidos polรญticos a principios de los cincuenta, hasta las interacciones entre el Estado y los grupos antiestatales de los รบltimos aรฑos, los tiempos y las estrategias son dictados por los calendarios electorales. Esto ha implicado una visiรณn cortoplacista por parte de las รฉlites polรญticas que impide la inversiรณn en las instituciones del Estado y, por consiguiente, su consolidaciรณn. El resultado es un Estado histรณricamente dรฉbil y fragmentado, sin la capacidad de controlar la totalidad de su territorio, de negociar y alcanzar acuerdos. En contraste, para Palacios, la centralizaciรณn autoritaria del Estado mexicano y el papel del pri permitiรณ tener un mejor control del negocio criminal durante, al menos, una buena parte del siglo xx.
Asรญ, en lo que el autor identifica como la primera ola de violencia (1949-1953), la lucha entre el Estado conservador y las guerrillas liberales se caracteriza por jornadas electorales sumamente violentas, especialmente en los municipios mรกs competidos. Posteriormente, ya en la “guerra sucia de baja intensidad” (1985-presente), los ciclos electorales han dictado el carรกcter y tiempos de los procesos de pacificaciรณn. Cada presidente imprimiรณ su propio sello, dando a los grupos guerrilleros y paramilitares nuevo margen de maniobra, cada cuatro aรฑos, para actuar, presionar, planear y generar nuevas demandas para la desmovilizaciรณn. De esta manera, los procesos de negociaciรณn se realizaron siempre en paralelo con la confrontaciรณn armada en el campo de batalla. Las consecuencias han sido claras: el fracaso del modelo de negociaciรณn y el desgaste de “la paz”.
La debilidad del Estado colombiano no implicรณ de ninguna manera que este estuviera exclusivamente a expensas de los grupos armados. Por el contrario, en su debilidad, el Estado contribuyรณ e incluso fue cรณmplice del fortalecimiento de estos grupos. Palacios nos recuerda que 1965 se legalizaron las organizaciones paramilitares locales. Mรกs aรบn, la purga de los cuerpos policiacos alimentรณ a las huestes paramilitares de “policรญas resentidos”. En el largo plazo, la expansiรณn del “mercado de seguridad privada” terminรณ por incrementar la violencia. El mismo Estado tambiรฉn ha sido responsable de perpetuar la violencia al violar constantemente el debido proceso y priorizar la lucha contra las drogas sobre la lucha por el respeto a los derechos humanos. Palacios evidencia que en todos los casos de detenciones civiles quedaron registradas denuncias especรญficas de tortura. Asimismo, cuando fue evidente la participaciรณn de los jefes paramilitares de las Autodefensas Unidas de Colombia (auc) en el trรกfico de drogas, resultaron mรกs importantes sus delitos por narcotrรกfico que su responsabilidad directa en masacres, desapariciones y secuestros. De acuerdo con Palacios, esto solo terminรณ por dejar “un balance inadecuado entre la paz y la justicia en la reparaciรณn a las vรญctimas”.
El historiador pone รฉnfasis en un elemento adicional para comprender la evoluciรณn del conflicto armado en Colombia: el contexto internacional. No es posible comprender el nacimiento, reclutamiento y evoluciรณn del Ejรฉrcito de Liberaciรณn Nacional (eln) sin tomar en cuenta el triunfo de Castro en Cuba y la presiรณn cubana para mostrar resultados militares. Tampoco es posible entender los inicios de las farc sin considerar el papel y visiรณn del Partido Comunista Colombiano (pcc) en el contexto de la Guerra Frรญa. Las estrategias y polรญticas antidrogas en Colombia son igualmente imposibles de explicar sin atender a la polรญtica estadounidense. La declaraciรณn de guerra a las drogas por parte de Nixon en 1971 generรณ un cambio en el entendimiento y conceptualizaciรณn del “enemigo”. En el marco de esta nueva etapa se abriรณ un espacio para dictar aspectos claves en materia penal, militarizaciรณn y extradiciรณn en Colombia desde Estados Unidos. De hecho, este รบltimo punto es parte de la explicaciรณn de la escalada de violencia en la dรฉcada de los ochenta cuando los narcotraficantes, en particular el cรกrtel de Medellรญn, retaron al Estado y emprendieron campaรฑas de violencia contra la extradiciรณn.
Es asรญ como la historia colombiana ha estado permeada por la violencia pรบblica,1 en un principio dominada por las guerrillas y fuerzas paramilitares y mรกs tarde reforzadas por los grupos narcotraficantes. Por consiguiente, los actores armados en Colombia han sido mรบltiples: guerrillas, paramilitares, narcotraficantes, organizaciones criminales e hรญbridos de todos los anteriores. La multiplicaciรณn de actores implicรณ el desarrollo de una violencia cuyos niveles y naturaleza, afirma Palacios, “no tienen paragรณn, ni en el Mรฉxico de hoy”. Los enfrentamientos se desarrollan en varios frentes: contra el Estado, por el desarrollo de polรญticas pรบblicas de seguridad “menos desfavorables”; entre guerrillas, paramilitares y narcotraficantes, por el acceso y control de territorios, y entre los competidores de los mismos.
No solo los actores armados son otros y mรกs numerosos, sino que sus estilos y discursos son “mรกs variados y cambiantes” que los de los actores de la violencia ilegal en Mรฉxico. Mรกs aรบn, cuando estos grupos comprendieron que la elecciรณn popular de alcaldes era un punto fundamental en su pugna con el Estado, utilizaron las elecciones como medio de ganar ventaja tรกctica. El ejemplo claro es la Uniรณn Patriรณtica (up), partido que se desprende de la alianza de las farc con el pcc y cuyos logros electorales no son pocos. Este no es un punto menor. En Colombia, los distintos actores armados tienen objetivos polรญticos estratรฉgicos relativamente claros y diferenciados, ya sea desestabilizar el rรฉgimen polรญtico o diezmar el apoyo social y polรญtico de sus opositores. Segรบn sea el caso, sus estrategias, uso de la violencia, asรญ como sus consecuencias son diferentes.
Si bien la lectura de este libro requiere de cierto nivel de conocimiento del caso colombiano, el examen minucioso de Palacios y su valioso contenido documental resaltan temas sobre los que resulta fundamental reflexionar hoy en Mรฉxico: las consecuencias de la privatizaciรณn de la seguridad, las complejidades de los procesos de desmovilizaciรณn, el papel de la violencia en los procesos electorales, y la importancia de balancear paz y justicia. Para Palacios, en Colombia, el saldo en estos temas no ha sido positivo en lo absoluto y el futuro no parece ser sustancialmente mejor, pero su examen minucioso de los รบltimos cincuenta aรฑos de violencia en Colombia debiera al menos hacernos mรกs crรญticos y responsables de nuestra realidad. ~
1 Definida por Palacios como “toda forma de acciรณn social o estatal por medios violentos que requiera un discurso de autolegitimaciรณn”.
Es doctora en Ciencia Polรญtica por la Universidad de Duke e investigadora visitante en el Instituto Kellogg de Estudios Internacionales en la Universidad de Notre Dame.